Marvolath
-
01-10-2024, 04:43 AM
La voz profunda de Balagus llenó la niebla, y pronto se le unió la voz intermedia de Silver en una tonada que le resultada familiar a Marvolath. Seguramente la cantarían algunos marineros con los que habría compartido viaje, aunque la que recordaba parecían el chocar de vidrios en comparación. Sintió el impulso de unirse, como hechizado por el canto de unas sirenas. Se mordió la lengua y se forzó a dar un paso atrás: esta canción le pertenecía a la tripulación de Silver y Balagus, y él era sólo un polizón.
Scarface se retorcía en el agarre de Balagus, como una bandera a la que no le quedaban fuerzas para ondear con orgullo, tratando de proferir maldiciones a través de la garra del gigante oni. La orden de Silver estaba clara, y la sentencia dictada. El condenado se retorció con la intensidad del que se sabe muerto, sin que el pulso de Balagus temblara lo más mínimo.
El médico dio unos pasos apoyándose en el bastón con cierta dificultad, resintiéndose de los esfuerzos de la batalla. Apoyó su mano en el muslo, con suavidad, buscando su mirada. Sus ojos oscuros como un lago en una noche sin estrellas no mostraban más que calma en la superficie, pero había algo bullendo bajo esa quietud. Si uno miraba lo suficiente podía intuir una ira y un desprecio contenidos, y un brillo de la furia que ardía en lo profundo. Hizo un ligero gesto con la cabeza, en dirección al suelo que tenían delante.
Balagus pareció comprender, pues dejó caer a su presa, que aterrizó de espaldas con un gemido ahogado de dolor. Recorrió con renqueante lentitud la corta distancia que los separaba, apoyando ostentosamente su peso en el bastón, haciendo crujir ligeramente la madera el barco. La mirada del "capitán", esperanzada al verse liberado, fue mudando lentamente al entender la situación.
Llegó a su lado, asegurándose de que su último paso hiciera coincidir la punta del bastón con la parte baja del vientre. Un poco más abajo, sí ahí. Se apoyó en el bastón, inclinándose para sujetar por la solapa de la chaqueta y alzarlo unos centímetros del suelo, lo suficiente para susurrarle cara a cara con un tono carente de toda inflexión
- Unos monstruos como tú y como yo no merecemos tener tan buena suerte. Hacía tanto que no encontraba a un paciente con el que pudiera estudiar... - suspiró con aflicción y lo soltó, apoyándose nuevamente en el bastón para erguirse - Pero el capitán ha decidido ser compasivo. Ya tendremos tiempo en el infierno.
Le dio la espalda, dirigió un gesto de agradecimiento a Balagus, y se alejó con un paso más ligero, como si aquella breve conversación se hubiera llevado un oscuro pensamiento que le pesaba.
Sabía que el destino de Scarface era justo, pero incluso así prefería no presenciarlo. Se distrajo explorando el barco, ahora libre de la supervisión de los marineros. La batalla, especialmente los últimos coletazos de ADVERSIDAD habían dañado notablemente el barco, y arrojado por la borda las pocas provisiones que quedaban en cubierta. Bajó las escaleras, encontrando la tela arrugada y con restos de sangre que había servido de cama para Marlboro. Recorrió la bodega, acariciando con la punta de los dedos las suturas metálicas que había su predecesor, recordando el breve momento que habían compartido, y la promesa que había hecho de salvar a su tripulación. La promesa que los dos habían hecho alguna vez, y que habían roto.
Sacó una de sus botellas. No era el tipo de alcohol que necesitaba, pero había pasado tanto tiempo en aquella botella que eran tan peligroso como útil. Dio un largo trago, terriblemente amargo. Justo lo que buscaba. Fue a dar el segundo cuando sintió el movimiento del barco, que zarpaba como si se hubiese dado cuenta de que llevaba demasiado tiempo quieto y se le hacía tarde. Ya se lamentaría, después, en ese momento en el que siempre había tiempo pero que no se permitía alcanzar.
Regresó a cubierta, donde para su sorpresa encontró al marinero valiente al timón, recitando una extraña canción. Les dirigió unas palabras que, en un principio, se le antojaron estúpidas.
¿Que no se puede salvar a todos? Sólo porque somos débiles.
Pero se sorprendió al notarse aliviado, como si a pesar de rechazar sus palabras éstas hubiesen llegado a él, reconfortándolo.
Miró al mar, donde nadie podría ver una sonrisa que no tenía permitido mostrar.
Se podrá.
Y, como respondiendo a sus nuevos pensamientos, un movimiento en la barandilla captó su atención entre la niebla que se disipaba. Un pequeño trozo de tela oscura se había enganchado entre las astillas de la borda. De alguna manera supo que era el pañuelo que llevaba Marlboro en la cabeza. Lo guardó en su mochila junto con la sonrisa que aún le duraba y un atisbo de lágrima que amenazaba con aparecer.
- Creo que lo mejor será que me ocupe yo del barco después de asegurar a este pequeñín, ¿no crees? Además, alguien tendrá que limpiar la cubierta.
Marvolath lo miró, confundido al salir de pronto de sus pensamientos. Asintió lentamente, asimilando poco a poco lo que había querido decirle, y torció la boca, en un gesto ambiguo entre la sonrisa y la resignación. Encontró la fregona, que milagrosamente había resistido a la ADVERSIDAD encajada entre unas maderas, y se dirigió con ella hacia Silver, esperando alguna reacción por su parte. Al cruzarse con él se limitó a saludar con respeto, y continuó hacia donde estaban escondidos Vieho y Jonas.
- Qué suerte que estos dos marineros reservaran fuerzas durante la batalla para poder limpiar ahora el barco, ¿verdad? Lástima que sólo haya una fregona - dijo ofreciendo la fregona - Me pregunto con qué tendrá que limpiar el otro.
Volvió con Balagus, quien se encontraba nuevamente entre los fogones de la cocina. Revisó sus manos con atención. Ya estaban saliendo las ampollas por la quemadura, pero la dura piel del oni, encallecida por los años evitaría que reventasen con facilidad. Aplicó nuevamente la "pomada" desinfectante, y la envolvió con vendas frías.
- Intenta no hacer demasiada fuerza. Humedece las vendas con agua fría si notas mucho calor, y las cambiaremos dos veces al día. En una semana estarás como nuevo. Y recuerda usar un paño la próxima vez.
Scarface se retorcía en el agarre de Balagus, como una bandera a la que no le quedaban fuerzas para ondear con orgullo, tratando de proferir maldiciones a través de la garra del gigante oni. La orden de Silver estaba clara, y la sentencia dictada. El condenado se retorció con la intensidad del que se sabe muerto, sin que el pulso de Balagus temblara lo más mínimo.
El médico dio unos pasos apoyándose en el bastón con cierta dificultad, resintiéndose de los esfuerzos de la batalla. Apoyó su mano en el muslo, con suavidad, buscando su mirada. Sus ojos oscuros como un lago en una noche sin estrellas no mostraban más que calma en la superficie, pero había algo bullendo bajo esa quietud. Si uno miraba lo suficiente podía intuir una ira y un desprecio contenidos, y un brillo de la furia que ardía en lo profundo. Hizo un ligero gesto con la cabeza, en dirección al suelo que tenían delante.
Balagus pareció comprender, pues dejó caer a su presa, que aterrizó de espaldas con un gemido ahogado de dolor. Recorrió con renqueante lentitud la corta distancia que los separaba, apoyando ostentosamente su peso en el bastón, haciendo crujir ligeramente la madera el barco. La mirada del "capitán", esperanzada al verse liberado, fue mudando lentamente al entender la situación.
Llegó a su lado, asegurándose de que su último paso hiciera coincidir la punta del bastón con la parte baja del vientre. Un poco más abajo, sí ahí. Se apoyó en el bastón, inclinándose para sujetar por la solapa de la chaqueta y alzarlo unos centímetros del suelo, lo suficiente para susurrarle cara a cara con un tono carente de toda inflexión
- Unos monstruos como tú y como yo no merecemos tener tan buena suerte. Hacía tanto que no encontraba a un paciente con el que pudiera estudiar... - suspiró con aflicción y lo soltó, apoyándose nuevamente en el bastón para erguirse - Pero el capitán ha decidido ser compasivo. Ya tendremos tiempo en el infierno.
Le dio la espalda, dirigió un gesto de agradecimiento a Balagus, y se alejó con un paso más ligero, como si aquella breve conversación se hubiera llevado un oscuro pensamiento que le pesaba.
Sabía que el destino de Scarface era justo, pero incluso así prefería no presenciarlo. Se distrajo explorando el barco, ahora libre de la supervisión de los marineros. La batalla, especialmente los últimos coletazos de ADVERSIDAD habían dañado notablemente el barco, y arrojado por la borda las pocas provisiones que quedaban en cubierta. Bajó las escaleras, encontrando la tela arrugada y con restos de sangre que había servido de cama para Marlboro. Recorrió la bodega, acariciando con la punta de los dedos las suturas metálicas que había su predecesor, recordando el breve momento que habían compartido, y la promesa que había hecho de salvar a su tripulación. La promesa que los dos habían hecho alguna vez, y que habían roto.
Sacó una de sus botellas. No era el tipo de alcohol que necesitaba, pero había pasado tanto tiempo en aquella botella que eran tan peligroso como útil. Dio un largo trago, terriblemente amargo. Justo lo que buscaba. Fue a dar el segundo cuando sintió el movimiento del barco, que zarpaba como si se hubiese dado cuenta de que llevaba demasiado tiempo quieto y se le hacía tarde. Ya se lamentaría, después, en ese momento en el que siempre había tiempo pero que no se permitía alcanzar.
Regresó a cubierta, donde para su sorpresa encontró al marinero valiente al timón, recitando una extraña canción. Les dirigió unas palabras que, en un principio, se le antojaron estúpidas.
¿Que no se puede salvar a todos? Sólo porque somos débiles.
Pero se sorprendió al notarse aliviado, como si a pesar de rechazar sus palabras éstas hubiesen llegado a él, reconfortándolo.
Miró al mar, donde nadie podría ver una sonrisa que no tenía permitido mostrar.
Se podrá.
Y, como respondiendo a sus nuevos pensamientos, un movimiento en la barandilla captó su atención entre la niebla que se disipaba. Un pequeño trozo de tela oscura se había enganchado entre las astillas de la borda. De alguna manera supo que era el pañuelo que llevaba Marlboro en la cabeza. Lo guardó en su mochila junto con la sonrisa que aún le duraba y un atisbo de lágrima que amenazaba con aparecer.
- Creo que lo mejor será que me ocupe yo del barco después de asegurar a este pequeñín, ¿no crees? Además, alguien tendrá que limpiar la cubierta.
Marvolath lo miró, confundido al salir de pronto de sus pensamientos. Asintió lentamente, asimilando poco a poco lo que había querido decirle, y torció la boca, en un gesto ambiguo entre la sonrisa y la resignación. Encontró la fregona, que milagrosamente había resistido a la ADVERSIDAD encajada entre unas maderas, y se dirigió con ella hacia Silver, esperando alguna reacción por su parte. Al cruzarse con él se limitó a saludar con respeto, y continuó hacia donde estaban escondidos Vieho y Jonas.
- Qué suerte que estos dos marineros reservaran fuerzas durante la batalla para poder limpiar ahora el barco, ¿verdad? Lástima que sólo haya una fregona - dijo ofreciendo la fregona - Me pregunto con qué tendrá que limpiar el otro.
Volvió con Balagus, quien se encontraba nuevamente entre los fogones de la cocina. Revisó sus manos con atención. Ya estaban saliendo las ampollas por la quemadura, pero la dura piel del oni, encallecida por los años evitaría que reventasen con facilidad. Aplicó nuevamente la "pomada" desinfectante, y la envolvió con vendas frías.
- Intenta no hacer demasiada fuerza. Humedece las vendas con agua fría si notas mucho calor, y las cambiaremos dos veces al día. En una semana estarás como nuevo. Y recuerda usar un paño la próxima vez.