Asradi
Völva
01-10-2024, 12:31 PM
Después de todo lo que había pasado hasta ahora, en sus viajes, en su vida, Asradi se mostraba terriblemente cautelosa cada vez que se aproximaba a una nueva isla. Incluso con aquellas a las que ya conocía o había visitado con anterioridad. Kilombo no era la excepción a la regla. Había estado varias horas cerca de la isla, nadando y buceando cerca de la costa como un primer modo de tantear el terreno. Hasta que, al final, una noche se había decidido a aparecer por el puerto cuando ya no había nadie más por la zona. Había aprovechado las sombras que la madrugada le confería para pasar por el lugar sin ser vista. Incluso se había podido pasear un poco por el puerto, contemplando los aparejos que usarían de madrugada cuando los barcos y los pescadores saliesen a faenar. Una sonrisa suave se le escapó mientras caminaba. A su modo, claro. Tenía que ir avanzando a casi saltitos graciosos debido a su cola.
Durante los primeros días, esa fue la rutina que comenzó a hacer, y luego atreviéndose a pasearse más a la luz del día cubriendo su cola de sirena. No quería llamar la atención al respecto y que todo se torciese. Y, por fortuna, por ahora no estaba llamando mucho la atención. Incluso se había detenido en algún puesto a charlar, o a comprar alguna baratija.
Hasta se había atrevido a degustar la comida de la posada local. Con el paso de los días, la sensación de familiaridad se arraigó en su ser. Las miradas amistosas, las risas compartidas y las historias de tiempos pasados formaban un tapiz que la envolvía. Sin embargo, al tercer día, algo cambió. Durante sus paseos por el mercado, sintió un leve escalofrío recorrer su espalda. Miró hacia atrás, pero solo vio a un grupo de niños jugando y a una mujer vendiendo frutas. ¿Habría sido su imaginación? Esa noche, mientras cenaba en la posada, no pudo sacudirse la inquietud. Cada vez que escuchaba pasos resecos sobre la madera del suelo, su corazón latía más rápido.
¿La habrían encontrado? Pero no había visto nada raro durante el resto del día. La expresión de Asradi se tornó mucho más seria, cautelosa. Cada vez esa sensación persistía más y más, hasta el punto de ponerla ligeramente paranoica. Miraba hacia el reflejo del mar, pero no veía nada y, por el contrario, esa sensación se iba incrementando.
Decidió alejarse no solo del puerto, sino también del pueblo en sí. Había localizado una playa pequeña no demasiado lejos, a dos o tres kilómetros del lugar. Quizás ahi podría estar un poco tranquila.
Asradi suspiró ligeramente, acomodándose en la arena. Aún así, no había bajado la guardia. Podía notarse la tensión en ella por el movimiento inquieto de su aleta caudal.