Silver
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01-10-2024, 02:54 PM
La niebla cubría todo a su alrededor, densa y pesada como si intentara retener al Hope en su abrazo. Sin embargo, el capitán sentía que algo se había despejado dentro de él. Los ecos de la batalla aún vibraban en el aire, pero lo peor había pasado. A pesar de las bajas y la destrucción, habían logrado sobrevivir a la adversidad. Mientras avanzaba por la cubierta, los cuerpos dispersos de los marineros y los escombros de lo que había sido una brutal confrontación parecían congelados en el tiempo.
Fue entonces cuando una melodía antigua resonó a través de la niebla, profunda y vibrante. La voz grave de Balagus se elevaba como un canto fúnebre, una canción que hacía tiempo el mismo le había enseñado. Mientras escuchaba, sintió la llamada de la música, y en un acto reflejo, el capitán unió su voz a la de su amigo. El tono de Silver no era tan grave como el de su contramaestre, pero en ese momento, sus voces se fusionaron en una sola. La tonada recorría el barco, atravesando la niebla y las ruinas como un lamento por los caídos y una promesa de lo que estaba por venir.
—Never shall we die...
Con cada verso que entonaban, sentía cómo algo profundo se cerraba dentro de él, como si con esa canción estuvieran dejando atrás los miedos y las sombras del Death of Hopes, abrazando el nacimiento del Hope. Cuando el último eco de la melodía se desvaneció en el aire, quedó un silencio expectante, roto solo por el sonido del viento entre los mástiles rotos.
Fue entonces cuando pasaron al siguiente asunto pendiente. Scarface, ahora preso del agarre de Balagus, retorciéndose como un animal acorralado. El otrora altanero capitán no era más que un despojo patético, luchando en vano contra su destino. Silver se acercó con pasos firmes y su mirada fija en el hombre que había llevado a la tripulación a la ruina. Este momento había tardado en llegar, pero era inevitable.
Sin vacilar, desenvainó su espada. El frío metal reflejaba la tenue luz que lograba atravesar la niebla. Scarface intentó gritar maldiciones, pero sus palabras no significaban nada. El capitán pirata se detuvo frente a él y dirigió una última mirada a Balagus, quien comprendió sin necesidad de palabras.
—Ya no tienes lugar aquí —sentenció Silver, con una voz que no admitía réplica.
Con un movimiento rápido y certero, hundió la espada en el pecho de Scarface. No hubo lucha, no hubo resistencia. Solo un silencio final mientras la vida abandonaba el cuerpo del hombre caído. Cuando el cuerpo inerte de Scarface cayó al suelo, Syxel no sintió ni odio ni satisfacción. Simplemente había cumplido con lo que debía hacerse. Tras un breve momento de reflexión, ordenó a Balagus con frialdad:
—Tira la basura por la borda.
Balagus asintió en silencio y levantó el cuerpo con facilidad, mientras Silver se alejaba, dándole la espalda al cadáver. El sonido sordo del cuerpo siendo arrojado al mar quedó atrás mientras el capitán continuaba su recorrido por la cubierta, observando los restos de lo que había sido una batalla épica. Los cuerpos de los marineros que habían caído en combate yacían dispersos, mientras el enorme cadáver de Adversidad aún ocupaba gran parte de la cubierta, su enorme cuerpo inerte tras el colapso final del mástil.
Syxel se detuvo un momento frente a la bestia, observando el resultado de su lucha. Incluso en la muerte, Adversidad seguía siendo una criatura impresionante, una prueba tangible de lo que habían logrado. Pero antes de poder reflexionar más, la risa quebrada de Bronz, ese marinero que debería haber muerto, resonó desde el timón.
Con incredulidad, el capitán levantó la vista y vio a Bronz, aparentemente ileso, manejando el timón como si la bestia nunca lo hubiera aplastado. Se acercó lentamente, mientras su mente trataba de procesar lo que estaba viendo. Bronz estaba recitando una extraña canción, con un tono borracho y errático que flotaba en el aire. A cada palabra, parecía que el viejo marinero ofrecía una reflexión más profunda, casi filosófica, sobre lo que significaba ser un verdadero capitán y enfrentar las adversidades del mar.
Silver se detuvo a unos metros de él, escuchando en silencio. Cada palabra resonaba en su mente, como una advertencia y un consejo a partes iguales. Bronz hablaba de muerte, de desafíos y de la inevitabilidad de enfrentarse a ellos, pero también de nuevos comienzos, de un futuro que aún estaba por escribirse. Era como si el viejo marinero hablara directamente al alma del barco y de su nueva tripulación.
Cuando Bronz dirigió una última mirada al capitán antes de desvanecerse lentamente en la niebla, dejando más preguntas que respuestas, Syxel supo que lo que realmente importaba no era quién o qué era Bronz, sino lo que sus palabras significaban. Las aventuras y los retos no habían terminado, solo estaban empezando. Sacó de nuevo su petaca y dio un largo trago, despidiendo a su manera al viejo marinero.
El capitán recorrió la cubierta una vez más, buscando a Balagus y Marvolath, sus dos compañeros en esta odisea. Ambos habían demostrado su lealtad y valentía, y ahora, tras haber enfrentado sus propios demonios, permanecían junto a él. Habían sobrevivido a la batalla, pero la verdadera prueba estaba por comenzar. Con determinación renovada, Syxel caminó hacia el timón del Hope. Mientras sus manos se aferraban a la madera, las palabras de Bronz aún resonaban en su mente, pero el sol, ahora visible a lo lejos, comenzaba a disipar la niebla. Ese barco ya no era una tumba, ni una prisión maldita. Era un símbolo de libertad, de nuevos comienzos.
—Este barco ya no será una tumba —susurró para sí mismo, mientras levantaba la mirada hacia el horizonte—. Ahora es nuestro hogar.
Con una última mirada hacia el cuerpo de Adversidad, que Balagus ya había asegurado, y el vacío donde Scarface había caído, Silver giró el timón, marcando el rumbo hacia su próximo destino. El Hope navegaba ahora hacia el futuro, y con él, llevaban consigo nuevas esperanzas y sueños, listos para enfrentarse a las adversidades que el mar les deparara. La niebla se iba disipando lentamente, dejando a la vista un vasto e incierto horizonte. El nuevo capítulo de su historia estaba por comenzar.
Fue entonces cuando una melodía antigua resonó a través de la niebla, profunda y vibrante. La voz grave de Balagus se elevaba como un canto fúnebre, una canción que hacía tiempo el mismo le había enseñado. Mientras escuchaba, sintió la llamada de la música, y en un acto reflejo, el capitán unió su voz a la de su amigo. El tono de Silver no era tan grave como el de su contramaestre, pero en ese momento, sus voces se fusionaron en una sola. La tonada recorría el barco, atravesando la niebla y las ruinas como un lamento por los caídos y una promesa de lo que estaba por venir.
—Never shall we die...
Con cada verso que entonaban, sentía cómo algo profundo se cerraba dentro de él, como si con esa canción estuvieran dejando atrás los miedos y las sombras del Death of Hopes, abrazando el nacimiento del Hope. Cuando el último eco de la melodía se desvaneció en el aire, quedó un silencio expectante, roto solo por el sonido del viento entre los mástiles rotos.
Fue entonces cuando pasaron al siguiente asunto pendiente. Scarface, ahora preso del agarre de Balagus, retorciéndose como un animal acorralado. El otrora altanero capitán no era más que un despojo patético, luchando en vano contra su destino. Silver se acercó con pasos firmes y su mirada fija en el hombre que había llevado a la tripulación a la ruina. Este momento había tardado en llegar, pero era inevitable.
Sin vacilar, desenvainó su espada. El frío metal reflejaba la tenue luz que lograba atravesar la niebla. Scarface intentó gritar maldiciones, pero sus palabras no significaban nada. El capitán pirata se detuvo frente a él y dirigió una última mirada a Balagus, quien comprendió sin necesidad de palabras.
—Ya no tienes lugar aquí —sentenció Silver, con una voz que no admitía réplica.
Con un movimiento rápido y certero, hundió la espada en el pecho de Scarface. No hubo lucha, no hubo resistencia. Solo un silencio final mientras la vida abandonaba el cuerpo del hombre caído. Cuando el cuerpo inerte de Scarface cayó al suelo, Syxel no sintió ni odio ni satisfacción. Simplemente había cumplido con lo que debía hacerse. Tras un breve momento de reflexión, ordenó a Balagus con frialdad:
—Tira la basura por la borda.
Balagus asintió en silencio y levantó el cuerpo con facilidad, mientras Silver se alejaba, dándole la espalda al cadáver. El sonido sordo del cuerpo siendo arrojado al mar quedó atrás mientras el capitán continuaba su recorrido por la cubierta, observando los restos de lo que había sido una batalla épica. Los cuerpos de los marineros que habían caído en combate yacían dispersos, mientras el enorme cadáver de Adversidad aún ocupaba gran parte de la cubierta, su enorme cuerpo inerte tras el colapso final del mástil.
Syxel se detuvo un momento frente a la bestia, observando el resultado de su lucha. Incluso en la muerte, Adversidad seguía siendo una criatura impresionante, una prueba tangible de lo que habían logrado. Pero antes de poder reflexionar más, la risa quebrada de Bronz, ese marinero que debería haber muerto, resonó desde el timón.
Con incredulidad, el capitán levantó la vista y vio a Bronz, aparentemente ileso, manejando el timón como si la bestia nunca lo hubiera aplastado. Se acercó lentamente, mientras su mente trataba de procesar lo que estaba viendo. Bronz estaba recitando una extraña canción, con un tono borracho y errático que flotaba en el aire. A cada palabra, parecía que el viejo marinero ofrecía una reflexión más profunda, casi filosófica, sobre lo que significaba ser un verdadero capitán y enfrentar las adversidades del mar.
Silver se detuvo a unos metros de él, escuchando en silencio. Cada palabra resonaba en su mente, como una advertencia y un consejo a partes iguales. Bronz hablaba de muerte, de desafíos y de la inevitabilidad de enfrentarse a ellos, pero también de nuevos comienzos, de un futuro que aún estaba por escribirse. Era como si el viejo marinero hablara directamente al alma del barco y de su nueva tripulación.
Cuando Bronz dirigió una última mirada al capitán antes de desvanecerse lentamente en la niebla, dejando más preguntas que respuestas, Syxel supo que lo que realmente importaba no era quién o qué era Bronz, sino lo que sus palabras significaban. Las aventuras y los retos no habían terminado, solo estaban empezando. Sacó de nuevo su petaca y dio un largo trago, despidiendo a su manera al viejo marinero.
El capitán recorrió la cubierta una vez más, buscando a Balagus y Marvolath, sus dos compañeros en esta odisea. Ambos habían demostrado su lealtad y valentía, y ahora, tras haber enfrentado sus propios demonios, permanecían junto a él. Habían sobrevivido a la batalla, pero la verdadera prueba estaba por comenzar. Con determinación renovada, Syxel caminó hacia el timón del Hope. Mientras sus manos se aferraban a la madera, las palabras de Bronz aún resonaban en su mente, pero el sol, ahora visible a lo lejos, comenzaba a disipar la niebla. Ese barco ya no era una tumba, ni una prisión maldita. Era un símbolo de libertad, de nuevos comienzos.
—Este barco ya no será una tumba —susurró para sí mismo, mientras levantaba la mirada hacia el horizonte—. Ahora es nuestro hogar.
Con una última mirada hacia el cuerpo de Adversidad, que Balagus ya había asegurado, y el vacío donde Scarface había caído, Silver giró el timón, marcando el rumbo hacia su próximo destino. El Hope navegaba ahora hacia el futuro, y con él, llevaban consigo nuevas esperanzas y sueños, listos para enfrentarse a las adversidades que el mar les deparara. La niebla se iba disipando lentamente, dejando a la vista un vasto e incierto horizonte. El nuevo capítulo de su historia estaba por comenzar.