Balagus
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01-10-2024, 11:02 PM
El oni destacaba como un enorme tiburón entre un banco de peces, al contrario que su capitán. Eso no era del todo inconveniente, pues permitía atraer las miradas que, de otra manera, habrían ido hacia su compañero, y le facilitaba la discreción en sus movimientos.
No respondió al plan expuesto, ni se quejó ante la desavenencia de tener que quedarse más tiempo del previsto dentro de aquella despreciable urbe. Mientras el resultado mereciera la pena, y él no tuviera que encargarse de ningún intercambio social intrascendente, Balagus seguiría al lado de Silver.
Conversación intrascendente como la que acababa de entablar con unos marineros de la zona. Sabía que, detrás de toda aquella cordial trivialidad, el capitán siempre buscaba la forma de conseguir información y ventajas para su causa.
Terminó de masticar los últimos pedazos de carne adheridos al hueso, y escupió este al suelo sin ningún tipo de educación ni decoro, sin perder de vista al grupo de marineros y a su carismático infiltrado. Sentía que sería más rápido y satisfactorio sacarles la información a golpes, pero el lugar distaba mucho de ser el ideal para iniciar un interrogatorio y, como quedaría patente apenas un par de minutos más tarde, tampoco lo habría conseguido antes.
- Sabes que andamos muy escasos en monedas después de lo del puente, ¿verdad? – Le recriminó el oni, mientras se encaminaban a la taberna. - ¿Cómo piensas pagar la noche aquí? Tiene pinta de ser… mucho más caro que en el otro lado. -
Balagus sabía bien poco sobre la civilización y su funcionamiento, pero poco a poco iba aprendiendo cosas aquí y allá: cosas como que la higiene de las calles y edificios, y la cantidad de mendigos, pordioseros y ratas por metro cuadrado solían influir en los precios de los servicios ofrecidos en cada población.
- ¿Esperas que la dueña del lugar sea alguna mujer desesperada de la que te puedas aprovechar? –
La pregunta de Balagus, emitida en su característico e inmutable tono agresivo, podía parecer un ataque gratuito hacia su amigo, y, aunque en parte lo era, sólo Silver podría ver en ella la pulla jocosa que realmente era.
A pesar de tratarse de un local de bebidas, comidas y descanso de los muelles, donde se solían servir platos y jarras más humildes y aptos para los bolsillos y estómagos de los trabajadores portuarios y los marineros recién llegados, resultaba evidente el nivel económico de la ciudad en la que se encontraba: un gran patio interior cuadrado, de más de veinte metros de largo, alojaba las mesas, grandes y pequeñas, alumbradas con postes brillantes de acero y linternas colgadas de largos cables tendidos de lado a lado. En los soportales que sostenían la pasarela del piso superior con vigas de madera talladas en la forma de elegantes ballenas, se podían ver la barra, amplia y repleta, y un escenario en el que una animada banda tocaba su música marinera, ambos situados en extremos opuestos del patio.
Unas cuidadas escaleras de madera oscura y pasamanos blancos permitían el acceso al piso superior del establecimiento, completamente visible con sus barandillas también blancas. A lo largo de la pasarela que rodeaba el patio sobre los soportales, podían verse múltiples puertas de las que, de tanto en tanto, salían y entraban personas variadas, siendo fácilmente identificables como las habitaciones de los huéspedes.
El espectáculo deslumbró momentáneamente a Balagus, quien no sabía si había ido a parar a otro mundo, o si algo malo en las carnes secas que se había comido le estaba haciendo alucinar. Aunque despreciaba tal despliegue de civilización y vanagloria, no podía negar la hechizante e inesperada belleza de la visión que se había abierto ante él.
No respondió al plan expuesto, ni se quejó ante la desavenencia de tener que quedarse más tiempo del previsto dentro de aquella despreciable urbe. Mientras el resultado mereciera la pena, y él no tuviera que encargarse de ningún intercambio social intrascendente, Balagus seguiría al lado de Silver.
Conversación intrascendente como la que acababa de entablar con unos marineros de la zona. Sabía que, detrás de toda aquella cordial trivialidad, el capitán siempre buscaba la forma de conseguir información y ventajas para su causa.
Terminó de masticar los últimos pedazos de carne adheridos al hueso, y escupió este al suelo sin ningún tipo de educación ni decoro, sin perder de vista al grupo de marineros y a su carismático infiltrado. Sentía que sería más rápido y satisfactorio sacarles la información a golpes, pero el lugar distaba mucho de ser el ideal para iniciar un interrogatorio y, como quedaría patente apenas un par de minutos más tarde, tampoco lo habría conseguido antes.
- Sabes que andamos muy escasos en monedas después de lo del puente, ¿verdad? – Le recriminó el oni, mientras se encaminaban a la taberna. - ¿Cómo piensas pagar la noche aquí? Tiene pinta de ser… mucho más caro que en el otro lado. -
Balagus sabía bien poco sobre la civilización y su funcionamiento, pero poco a poco iba aprendiendo cosas aquí y allá: cosas como que la higiene de las calles y edificios, y la cantidad de mendigos, pordioseros y ratas por metro cuadrado solían influir en los precios de los servicios ofrecidos en cada población.
- ¿Esperas que la dueña del lugar sea alguna mujer desesperada de la que te puedas aprovechar? –
La pregunta de Balagus, emitida en su característico e inmutable tono agresivo, podía parecer un ataque gratuito hacia su amigo, y, aunque en parte lo era, sólo Silver podría ver en ella la pulla jocosa que realmente era.
A pesar de tratarse de un local de bebidas, comidas y descanso de los muelles, donde se solían servir platos y jarras más humildes y aptos para los bolsillos y estómagos de los trabajadores portuarios y los marineros recién llegados, resultaba evidente el nivel económico de la ciudad en la que se encontraba: un gran patio interior cuadrado, de más de veinte metros de largo, alojaba las mesas, grandes y pequeñas, alumbradas con postes brillantes de acero y linternas colgadas de largos cables tendidos de lado a lado. En los soportales que sostenían la pasarela del piso superior con vigas de madera talladas en la forma de elegantes ballenas, se podían ver la barra, amplia y repleta, y un escenario en el que una animada banda tocaba su música marinera, ambos situados en extremos opuestos del patio.
Unas cuidadas escaleras de madera oscura y pasamanos blancos permitían el acceso al piso superior del establecimiento, completamente visible con sus barandillas también blancas. A lo largo de la pasarela que rodeaba el patio sobre los soportales, podían verse múltiples puertas de las que, de tanto en tanto, salían y entraban personas variadas, siendo fácilmente identificables como las habitaciones de los huéspedes.
El espectáculo deslumbró momentáneamente a Balagus, quien no sabía si había ido a parar a otro mundo, o si algo malo en las carnes secas que se había comido le estaba haciendo alucinar. Aunque despreciaba tal despliegue de civilización y vanagloria, no podía negar la hechizante e inesperada belleza de la visión que se había abierto ante él.