La taberna apestaba a humo y sudor, pero el aire estaba impregnado también de un ambiente de celebración. Sentado en una esquina algo más tranquila, el capitán pirata se llevaba un vaso de ron a los labios con una sonrisa apenas perceptible. Finalmente, la suerte les había sonreído. Habían conseguido un barco nuevo, lo cual era motivo más que suficiente para la celebración, al menos por esta noche. Sus compañeros estaban dispersos por la ciudad o ya se habrían retirado a descansar. Era un día para relajarse, un respiro en medio de la tormenta de la vida pirata.
Sin embargo, su mirada estaba fija en algo más interesante que el vaso. A unos metros de su mesa, un pequeño enano se encargaba de atraer a todo tipo de aspirantes al duelo de pulsos. Al principio, había sido una distracción más en el bullicio de la taberna. Otro alarde de fuerza vacía que los lugareños adoraban presenciar. Pero había algo en aquel pequeño competidor que le intrigaba. A pesar de su tamaño, parecía manejar a sus rivales con una mezcla de astucia y engaño, dejando ganar a algunos para mantener la ilusión de un desafío legítimo. Silver no era precisamente fácil de impresionar, pero ver a alguien tan astuto jugando con las expectativas de los demás le recordaba un poco a su propia forma de actuar.
Tomó otro sorbo de su bebida, esta vez más lentamente, cuando escuchó al enano mencionar algo que lo hizo enderezarse en su asiento. Un mapa del East Blue. Su interés se disparó instantáneamente. Tenía todos los sentidos alerta y no pudo evitar escuchar con más atención a partir de ese momento. Un mapa podría ser justo lo que necesitaban para continuar con sus planes, quizá incluso acelerar la búsqueda de información para su siguiente objetivo.
Dejó el vaso sobre la mesa y se levantó con calma. A paso lento pero firme, avanzó entre las mesas y el gentío, abriéndose paso sin necesidad de decir una palabra. Su presencia, imponente y carismática, era suficiente para que la gente se apartara a medida que se acercaba al lugar donde el enano realizaba sus duelos improvisados.
Cuando llegó frente al pequeño personaje, esbozó una sonrisa ligera, con un aire despreocupado pero con los ojos clavados en él, analizando cada detalle. La botella de whisky a su lado, el espectáculo que acababa de presenciar... Definitivamente, este sujeto no era tan simple como parecía.
—He oído que vendes un mapa del East Blue —dijo, con su voz sobresaliendo por encima del ruido general de la taberna—. Me interesa echarle un vistazo.
El enano lo observó por un segundo, quizás midiendo al recién llegado, probablemente intentando determinar si este pirata desconocido iba a ser uno de esos que prefería romperle la cabeza antes que pagarle un berrie.
—Pero antes, —continuó, con una chispa traviesa en sus ojos—, ¿qué tal si pruebo suerte en uno de esos pulsos? —añadió, señalando la mesa con la cabeza mientras tomaba asiento sin esperar una respuesta.
Era evidente que sabía que no tenía muchas probabilidades de ganar. Aquella criatura menuda, con su astucia y experiencia, probablemente lo superaría sin dificultad. Sin embargo, no le importaba el resultado. No se trataba de ganar o perder, sino de probarse a sí mismo, de ver hasta dónde llegaba su resistencia, y también, de medir la habilidad del enano de cerca.
Apoyó el codo en la mesa, extendiendo la mano hacia su oponente. Su sonrisa se mantuvo intacta, reflejando la confianza innata de alguien que sabía que, pase lo que pase, sacaría algo de esta situación.
—Si el mapa es bueno, te lo compraré, —añadió mientras esperaba la respuesta del enano—. Y tal vez una copa para celebrarlo.
Sin embargo, su mirada estaba fija en algo más interesante que el vaso. A unos metros de su mesa, un pequeño enano se encargaba de atraer a todo tipo de aspirantes al duelo de pulsos. Al principio, había sido una distracción más en el bullicio de la taberna. Otro alarde de fuerza vacía que los lugareños adoraban presenciar. Pero había algo en aquel pequeño competidor que le intrigaba. A pesar de su tamaño, parecía manejar a sus rivales con una mezcla de astucia y engaño, dejando ganar a algunos para mantener la ilusión de un desafío legítimo. Silver no era precisamente fácil de impresionar, pero ver a alguien tan astuto jugando con las expectativas de los demás le recordaba un poco a su propia forma de actuar.
Tomó otro sorbo de su bebida, esta vez más lentamente, cuando escuchó al enano mencionar algo que lo hizo enderezarse en su asiento. Un mapa del East Blue. Su interés se disparó instantáneamente. Tenía todos los sentidos alerta y no pudo evitar escuchar con más atención a partir de ese momento. Un mapa podría ser justo lo que necesitaban para continuar con sus planes, quizá incluso acelerar la búsqueda de información para su siguiente objetivo.
Dejó el vaso sobre la mesa y se levantó con calma. A paso lento pero firme, avanzó entre las mesas y el gentío, abriéndose paso sin necesidad de decir una palabra. Su presencia, imponente y carismática, era suficiente para que la gente se apartara a medida que se acercaba al lugar donde el enano realizaba sus duelos improvisados.
Cuando llegó frente al pequeño personaje, esbozó una sonrisa ligera, con un aire despreocupado pero con los ojos clavados en él, analizando cada detalle. La botella de whisky a su lado, el espectáculo que acababa de presenciar... Definitivamente, este sujeto no era tan simple como parecía.
—He oído que vendes un mapa del East Blue —dijo, con su voz sobresaliendo por encima del ruido general de la taberna—. Me interesa echarle un vistazo.
El enano lo observó por un segundo, quizás midiendo al recién llegado, probablemente intentando determinar si este pirata desconocido iba a ser uno de esos que prefería romperle la cabeza antes que pagarle un berrie.
—Pero antes, —continuó, con una chispa traviesa en sus ojos—, ¿qué tal si pruebo suerte en uno de esos pulsos? —añadió, señalando la mesa con la cabeza mientras tomaba asiento sin esperar una respuesta.
Era evidente que sabía que no tenía muchas probabilidades de ganar. Aquella criatura menuda, con su astucia y experiencia, probablemente lo superaría sin dificultad. Sin embargo, no le importaba el resultado. No se trataba de ganar o perder, sino de probarse a sí mismo, de ver hasta dónde llegaba su resistencia, y también, de medir la habilidad del enano de cerca.
Apoyó el codo en la mesa, extendiendo la mano hacia su oponente. Su sonrisa se mantuvo intacta, reflejando la confianza innata de alguien que sabía que, pase lo que pase, sacaría algo de esta situación.
—Si el mapa es bueno, te lo compraré, —añadió mientras esperaba la respuesta del enano—. Y tal vez una copa para celebrarlo.