Octojin
El terror blanco
02-10-2024, 03:34 PM
Octojin se quedó paralizado por un instante, sin saber cómo procesar las palabras de Asradi. La sensación de alivio le recorrió como un río en calma. No había arruinado el momento, o sí, pero la pelinegra le había restado importancia hasta tal punto que le hizo creer que no lo había hecho. Y es que la sirena parecía ser mucho más comprensiva y directa de lo que él había imaginado. Su rostro se tiñó de un rojo intenso cuando ella le tomó por las mejillas, notando la calidez y la suavidad de las manos de la sirena. Hizo un jugueteo con sus dedos golpeando las mejillas que le dejó perplejo.
Los ojos azules de Asradi lo atravesaban como un océano profundo, y se sintió atrapado en esa mirada. Aun siendo un tiburón, esa sensación de conexión lo intimidaba y lo hacía sentir una extraña timidez que nunca antes había experimentado. Al igual que ese sentimiento también era nuevo para él. Ella lo miraba con tanta firmeza y determinación que Octojin casi no podía sostenerle la mirada.
"Joder, ¿cómo lo hace?", pensó, sintiéndose más pequeño que nunca de nuevo, a pesar de su enorme tamaño. Aquello le ponía bien en su sitio, sin duda.
Cuando la sirena le habló sobre tener días buenos y malos, y de que no pasaba nada por cometer errores, Octojin sintió cómo se derretía un poco más por dentro. La seriedad en la voz de Asradi, seguida por el toque suave de sus manos, le hizo estremecerse. Lo que sintió en aquél momento era un agradecimiento por la suerte que estaba teniendo mientras ella retiraba las manos de su rostro. Por un momento, pensó en lo increíble que era tener a alguien que no lo juzgaba por sus errores ni por lo que él consideraba fallos. Sino que le animaba a seguir intentándolo. Jamás había tenido algo así, y experimentarlo por primera vez era cuanto menos extraño, pero sin duda placentero.
Sin embargo, la sorpresa real llegó cuando Asradi le confesó que también sentía algo por él. ¿Qué? ¿En serio? Se preguntó a sí mismo si aquello sería real, casi incapaz de asimilarlo. Sentía que el corazón le latía a mil por hora, y se aceleró bastante en ese momento, aunque intentó disimularlo, seguramente sin mucho éxito. Su pecho se hinchó de una extraña mezcla de orgullo, alegría y… vergüenza. No sabía qué responder. Al escuchar su confesión y la broma sobre su trasero, dejó escapar una risa nerviosa.
—Bueno, mi trabajo requiere tener un buen culo, ¿no? —Intentó bromear, aunque la situación lo tenía completamente avergonzado, quería quitarle hierro al asunto e intentar dejar de estar tan cohibido —Hago muchas sentadillas con pesas… además del trabajo de carpintería —añadió, intentando sonar relajado, aunque sabía que no estaba logrando disimular lo sonrojado que estaba.
Pero cuando Asradi dijo que le gustaba estar con él y que también se sentía atraída, todo cambió. La mente del tiburón se quedó en blanco por un segundo. Había dejado salir esas palabras, que flotaban en el aire como una verdad sólida e irrefutable. Aquello debía ser un sueño. El tiburón pensó que no podía ser real, incapaz de controlar la marea de emociones que lo embargaba.
—Sí... sí, supongo que el día no ha sido tan malo después de todo —respondió, con una tímida sonrisa. La idea de ir a cazar por su cuenta le sonaba muy bien. No solo sería una aventura, sino una oportunidad para pasar más tiempo con la sirena. Quizá, de alguna manera, podría impresionar a Asradi y… quién sabe, tal vez aquello los llevaría a un buen final.
—Me parece una idea genial. La comida no sabe igual si la cazas tú que si te la ponen en el plato, eso solo lo sabemos los que cazamos, ¿verdad? —dijo, ganando algo de confianza —El mar siempre es generoso si sabes dónde buscar. Podemos ir a cazar algo, y luego preparar una buena cena. Así evitamos el problema de los locales cerrados y la mala comida —Octojin estaba emocionado con la idea, aunque no podía quitarse de encima la vergüenza que le habían causado los momentos previos.
Se puso en pie y, mirando a Asradi con una mezcla de firmeza y dulzura, le tendió la mano, para que se incorporase con él.
—Entonces, ¿vamos al mar? Tengo el presentimiento de que será una buena aventura —Su voz temblaba ligeramente, pero había un brillo decidido en sus ojos oscuros, reflejo de la emoción por lo que estaba por venir y la aventura que le esperaba junto a la sirena.
Los ojos azules de Asradi lo atravesaban como un océano profundo, y se sintió atrapado en esa mirada. Aun siendo un tiburón, esa sensación de conexión lo intimidaba y lo hacía sentir una extraña timidez que nunca antes había experimentado. Al igual que ese sentimiento también era nuevo para él. Ella lo miraba con tanta firmeza y determinación que Octojin casi no podía sostenerle la mirada.
"Joder, ¿cómo lo hace?", pensó, sintiéndose más pequeño que nunca de nuevo, a pesar de su enorme tamaño. Aquello le ponía bien en su sitio, sin duda.
Cuando la sirena le habló sobre tener días buenos y malos, y de que no pasaba nada por cometer errores, Octojin sintió cómo se derretía un poco más por dentro. La seriedad en la voz de Asradi, seguida por el toque suave de sus manos, le hizo estremecerse. Lo que sintió en aquél momento era un agradecimiento por la suerte que estaba teniendo mientras ella retiraba las manos de su rostro. Por un momento, pensó en lo increíble que era tener a alguien que no lo juzgaba por sus errores ni por lo que él consideraba fallos. Sino que le animaba a seguir intentándolo. Jamás había tenido algo así, y experimentarlo por primera vez era cuanto menos extraño, pero sin duda placentero.
Sin embargo, la sorpresa real llegó cuando Asradi le confesó que también sentía algo por él. ¿Qué? ¿En serio? Se preguntó a sí mismo si aquello sería real, casi incapaz de asimilarlo. Sentía que el corazón le latía a mil por hora, y se aceleró bastante en ese momento, aunque intentó disimularlo, seguramente sin mucho éxito. Su pecho se hinchó de una extraña mezcla de orgullo, alegría y… vergüenza. No sabía qué responder. Al escuchar su confesión y la broma sobre su trasero, dejó escapar una risa nerviosa.
—Bueno, mi trabajo requiere tener un buen culo, ¿no? —Intentó bromear, aunque la situación lo tenía completamente avergonzado, quería quitarle hierro al asunto e intentar dejar de estar tan cohibido —Hago muchas sentadillas con pesas… además del trabajo de carpintería —añadió, intentando sonar relajado, aunque sabía que no estaba logrando disimular lo sonrojado que estaba.
Pero cuando Asradi dijo que le gustaba estar con él y que también se sentía atraída, todo cambió. La mente del tiburón se quedó en blanco por un segundo. Había dejado salir esas palabras, que flotaban en el aire como una verdad sólida e irrefutable. Aquello debía ser un sueño. El tiburón pensó que no podía ser real, incapaz de controlar la marea de emociones que lo embargaba.
—Sí... sí, supongo que el día no ha sido tan malo después de todo —respondió, con una tímida sonrisa. La idea de ir a cazar por su cuenta le sonaba muy bien. No solo sería una aventura, sino una oportunidad para pasar más tiempo con la sirena. Quizá, de alguna manera, podría impresionar a Asradi y… quién sabe, tal vez aquello los llevaría a un buen final.
—Me parece una idea genial. La comida no sabe igual si la cazas tú que si te la ponen en el plato, eso solo lo sabemos los que cazamos, ¿verdad? —dijo, ganando algo de confianza —El mar siempre es generoso si sabes dónde buscar. Podemos ir a cazar algo, y luego preparar una buena cena. Así evitamos el problema de los locales cerrados y la mala comida —Octojin estaba emocionado con la idea, aunque no podía quitarse de encima la vergüenza que le habían causado los momentos previos.
Se puso en pie y, mirando a Asradi con una mezcla de firmeza y dulzura, le tendió la mano, para que se incorporase con él.
—Entonces, ¿vamos al mar? Tengo el presentimiento de que será una buena aventura —Su voz temblaba ligeramente, pero había un brillo decidido en sus ojos oscuros, reflejo de la emoción por lo que estaba por venir y la aventura que le esperaba junto a la sirena.