Asradi
Völva
02-10-2024, 05:48 PM
No había tenido ningún tipo de reparo en soltarle tamaño sermón a Octojin. Era gracioso teniendo en cuenta la diferencia de tamaños y complexión de cada uno. Sobre todo ver como aquel gyojin tiburón, que podía tumbarte de una bofetada, estaba ahora tan cohibido y avergonzado por todo. Le resultaba tierno, no podía mentirse a sí misma. Y eso solo le corroboraba el buen fondo que el escualo tenía. No le costaba nada imaginar que, seguramente, muchos nada más habrían visto el peligroso físico y solo eso. Sin preocuparse por lo que Octojin pudiese sentir.
Se rió ligeramente con él, ante aquella broma con respecto a sus posaderas. No quería que estuviese tenso o avergonzado por lo que había sucedido. Era verdad que ella tampoco se esperaba una visión similar (en su fuero interno no se quejaba), pero no había sido culpa del escualo. Un tropezón o un descuido, al fin y al cabo, lo tiene cualquiera.
— Te queda bien el sonrojo, por cierto. — Dijo al aire mientras, ahora, se volvía para volver a guardar las medicinas que había sacado de su mochila, con una ligera sonrisa divertida.
Una vez hecho esto, procedió a hacerse una trenza para sujetar su cabello oscuro. Era mucho más cómodo así, y ahora teniendo en cuenta que los planes sobre ir a comer habían variado. El pelo recogido era mucho más cómodo si iban a cazar. Ese pensamiento le hizo burbujear el estómago de manera agradable. Ya estaba sintiendo esa sensación de adrenalina que tanto le gustaba cuando estaba en el mar. Y, ahora, no iba a hacerlo sola.
— Es verdad. La comida siempre sabe mejor después de un trabajo bien hecho. — En este caso, conseguirla por sus propios medios. — Además, así no nos arriesgamos a que nos molesten. — En realidad, lo hacía para que él no se volviese a meter en una pelea por protegerla. Lo hacía por protegerle a él de alguna manera, aunque Octojin pudiese defenderse mucho mejor que ella.
Cuando le tendió la mano, la sirena le dedicó una sonrisa atrevida, aceptando dicho ofrecimiento y sirviéndose también del apoyo para ponerse en pie.
— De todas formas, no te fuerces mucho. — Aprovechó también para advertirle, en lo que volvía a ocultar su cola con la única muda que le quedaba. Tendría que conseguir un par más de faldas largas, en cuanto pudiese. — Te acabo de coser la herida y no es plan de que se te reabran los puntos.
Así pues, dispuesta a seguir a Octojin, ambos salieron tranquilamente de la habitación. Por supuesto que recibieron una mirada picantona del posadero en cuanto bajaron por las escaleras. Y cuando el hombre parecía que iba a abrir la boca una vez más, los ojos azules de Asradi se tornaron peligrosamente opacos. Oscuros.
— Mejor no digas nada si quieres conservar la lengua. — Siseó, solo para que el hombre le escuchase.
Que aceptase, en aquel cuarto y en la intimidad que les proporcionaba, que se sentía atraída por Octojin no quería decir que fuese a permitir comentarios de mal gusto al respecto. Mucho menos de gente como esa. Por fortuna, eso pareció ser suficiente como para que el hombre volviese a cerrar, en automático, el agujero que tenía en la cara. Acto seguido, volvió su atención al escualo, la cual sonrió de manera encantadora, aunque había ese aire pillo que tanto la caracterizaba en según qué momentos y situaciones.
— Podemos buscarnos una playa tranquila y asar ahí lo que cacemos. O, simplemente, en crudo. — La verdad es que ambas opciones le parecían perfectas. — Además, la compañía es lo que cuenta. — Le guiñó un ojo con confianza. Y también con un deje coqueto y natural. Todavía sentía ese cosquilleo agradable en el estómago. Eses nervios tontos y cálidos. Y, al mismo tiempo... Una preocupación en el fondo de su cabeza que intentaba mantener en esa misma oscuridad. El día estaba siendo bueno. Muy bueno. No quería que esa punzada de miedo y culpabilidad arruinasen el momento.
Decidió distraerse comenzando una nueva conversación.
— Cuéntame más sobre tu trabajo. No pudimos hablar mucho en Momobami al respecto. — Habían estado centrados, sobre todo, en sobrevivir. Y ella en curar y mantener con vida, en ese aspecto, al escualo. — ¿Eres carpintero, entonces? Me encantaría ver alguna cosa que hayas hecho. — Lo decía de forma sincera.
Se rió ligeramente con él, ante aquella broma con respecto a sus posaderas. No quería que estuviese tenso o avergonzado por lo que había sucedido. Era verdad que ella tampoco se esperaba una visión similar (en su fuero interno no se quejaba), pero no había sido culpa del escualo. Un tropezón o un descuido, al fin y al cabo, lo tiene cualquiera.
— Te queda bien el sonrojo, por cierto. — Dijo al aire mientras, ahora, se volvía para volver a guardar las medicinas que había sacado de su mochila, con una ligera sonrisa divertida.
Una vez hecho esto, procedió a hacerse una trenza para sujetar su cabello oscuro. Era mucho más cómodo así, y ahora teniendo en cuenta que los planes sobre ir a comer habían variado. El pelo recogido era mucho más cómodo si iban a cazar. Ese pensamiento le hizo burbujear el estómago de manera agradable. Ya estaba sintiendo esa sensación de adrenalina que tanto le gustaba cuando estaba en el mar. Y, ahora, no iba a hacerlo sola.
— Es verdad. La comida siempre sabe mejor después de un trabajo bien hecho. — En este caso, conseguirla por sus propios medios. — Además, así no nos arriesgamos a que nos molesten. — En realidad, lo hacía para que él no se volviese a meter en una pelea por protegerla. Lo hacía por protegerle a él de alguna manera, aunque Octojin pudiese defenderse mucho mejor que ella.
Cuando le tendió la mano, la sirena le dedicó una sonrisa atrevida, aceptando dicho ofrecimiento y sirviéndose también del apoyo para ponerse en pie.
— De todas formas, no te fuerces mucho. — Aprovechó también para advertirle, en lo que volvía a ocultar su cola con la única muda que le quedaba. Tendría que conseguir un par más de faldas largas, en cuanto pudiese. — Te acabo de coser la herida y no es plan de que se te reabran los puntos.
Así pues, dispuesta a seguir a Octojin, ambos salieron tranquilamente de la habitación. Por supuesto que recibieron una mirada picantona del posadero en cuanto bajaron por las escaleras. Y cuando el hombre parecía que iba a abrir la boca una vez más, los ojos azules de Asradi se tornaron peligrosamente opacos. Oscuros.
— Mejor no digas nada si quieres conservar la lengua. — Siseó, solo para que el hombre le escuchase.
Que aceptase, en aquel cuarto y en la intimidad que les proporcionaba, que se sentía atraída por Octojin no quería decir que fuese a permitir comentarios de mal gusto al respecto. Mucho menos de gente como esa. Por fortuna, eso pareció ser suficiente como para que el hombre volviese a cerrar, en automático, el agujero que tenía en la cara. Acto seguido, volvió su atención al escualo, la cual sonrió de manera encantadora, aunque había ese aire pillo que tanto la caracterizaba en según qué momentos y situaciones.
— Podemos buscarnos una playa tranquila y asar ahí lo que cacemos. O, simplemente, en crudo. — La verdad es que ambas opciones le parecían perfectas. — Además, la compañía es lo que cuenta. — Le guiñó un ojo con confianza. Y también con un deje coqueto y natural. Todavía sentía ese cosquilleo agradable en el estómago. Eses nervios tontos y cálidos. Y, al mismo tiempo... Una preocupación en el fondo de su cabeza que intentaba mantener en esa misma oscuridad. El día estaba siendo bueno. Muy bueno. No quería que esa punzada de miedo y culpabilidad arruinasen el momento.
Decidió distraerse comenzando una nueva conversación.
— Cuéntame más sobre tu trabajo. No pudimos hablar mucho en Momobami al respecto. — Habían estado centrados, sobre todo, en sobrevivir. Y ella en curar y mantener con vida, en ese aspecto, al escualo. — ¿Eres carpintero, entonces? Me encantaría ver alguna cosa que hayas hecho. — Lo decía de forma sincera.