Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
03-10-2024, 02:17 PM
(Última modificación: 03-10-2024, 02:18 PM por Camille Montpellier.)
Finalmente sus sospechas parecían confirmarse de boca de Brian. Gaul estaba metido en el ajo, aunque aún no tenía muy claro si por interés o porque alguien había descubierto algo para chantajearle. Por lo que comentaba el pobre muchacho que tenía delante, tenía más pinta de lo segundo. Aun así, pese a los motivos que hubieran movido a ambos, no podía perdonarse nada de lo que había ocurrido en aquella base. Quizá Brian no hubiera sido la mano ejecutora ni tampoco Gaul, pero habían sido cómplices en un asesinato; en el de un marine, para mayor gravedad del asunto. No solo eso, sino que además era un compañero de ambos, pues todos en el cuartel formaban parte del mismo cuerpo. ¿En qué estaban pensando?
—Está bien, pues procedamos con el plan —le dijo, buscando entre sus pertenencias unas esposas para poder dejarlo bajo custodia después.
Sus pasos se dirigieron rápidamente a lo largo de los pasillos de la base para reunirse con la capitana, dispuesta a contarle todo lo que había podido descubrir en aquel tedioso proceso de investigación. De nuevo, sus pensamientos se desplazaron hacia Octojin. ¿Cómo le estaría yendo? Tomar caminos separados les había provocado un grave problema de comunicación que, realmente, no habrían tenido de contar ambos con un den den mushi. «De hoy no pasa que le asignen un puñetero caracol a ese mendrugo», pensó para sí misma con cierto tono malhumorado. No era para menos después del estrés que le estaba generando toda aquella situación.
Abrió la puerta del despacho de la capitana y, tras cerrarla, se acercó para contarle cuanto había descubierto, pero ya solo con el gesto que había en su rostro le bastó para saber que algo no iba bien. La primera frase que le soltó y que impidió contarle nada fue cuanto necesitó escuchar para confirmarlo. Sus ojos se abrieron un poco más de lo habitual. Más problemas.
—¿Con Octojin? ¿Dónde, cuándo y por qué? —inquirió rápidamente.
Una vez le explicase la situación, Camille procedería a asimilarla y contarle su plan. Si el escualo estaba en apuros tendría que ir en su auxilio, pero no podía descuidar tampoco el tema de la caja. Debían actuar antes de que Gaul pudiera entregar ningún mensaje, y usarle de cebo para capturar a los auténticos culpables de toda aquella situación. Tras contarle todo cuanto había descubierto, le sugirió:
—Deberíamos mantener el perfil bajo con Gaul y esperar al momento de la entrega para cazarle a él y a los culpables con las manos en la masa. Ya descubriremos después cómo han conseguido que ese viejo les ayude. —Su voz salía con urgencia al tiempo que iba ladeando el cuerpo para volver a salir del despacho—. Voy a ver qué pasa con Octojin. Luego hablamos, capitana.
Y salió como alma que lleva el diablo a donde le hubiera dicho la capitana Montpellier que se encontraba su compañero, preparada para lo que estuviera por venir. Parecía, en cualquier caso, que se había armado un fuerte jaleo en algún lugar de la base, así que dudaba que le fuera a costar mucho localizarle.
—Está bien, pues procedamos con el plan —le dijo, buscando entre sus pertenencias unas esposas para poder dejarlo bajo custodia después.
Sus pasos se dirigieron rápidamente a lo largo de los pasillos de la base para reunirse con la capitana, dispuesta a contarle todo lo que había podido descubrir en aquel tedioso proceso de investigación. De nuevo, sus pensamientos se desplazaron hacia Octojin. ¿Cómo le estaría yendo? Tomar caminos separados les había provocado un grave problema de comunicación que, realmente, no habrían tenido de contar ambos con un den den mushi. «De hoy no pasa que le asignen un puñetero caracol a ese mendrugo», pensó para sí misma con cierto tono malhumorado. No era para menos después del estrés que le estaba generando toda aquella situación.
Abrió la puerta del despacho de la capitana y, tras cerrarla, se acercó para contarle cuanto había descubierto, pero ya solo con el gesto que había en su rostro le bastó para saber que algo no iba bien. La primera frase que le soltó y que impidió contarle nada fue cuanto necesitó escuchar para confirmarlo. Sus ojos se abrieron un poco más de lo habitual. Más problemas.
—¿Con Octojin? ¿Dónde, cuándo y por qué? —inquirió rápidamente.
Una vez le explicase la situación, Camille procedería a asimilarla y contarle su plan. Si el escualo estaba en apuros tendría que ir en su auxilio, pero no podía descuidar tampoco el tema de la caja. Debían actuar antes de que Gaul pudiera entregar ningún mensaje, y usarle de cebo para capturar a los auténticos culpables de toda aquella situación. Tras contarle todo cuanto había descubierto, le sugirió:
—Deberíamos mantener el perfil bajo con Gaul y esperar al momento de la entrega para cazarle a él y a los culpables con las manos en la masa. Ya descubriremos después cómo han conseguido que ese viejo les ayude. —Su voz salía con urgencia al tiempo que iba ladeando el cuerpo para volver a salir del despacho—. Voy a ver qué pasa con Octojin. Luego hablamos, capitana.
Y salió como alma que lleva el diablo a donde le hubiera dicho la capitana Montpellier que se encontraba su compañero, preparada para lo que estuviera por venir. Parecía, en cualquier caso, que se había armado un fuerte jaleo en algún lugar de la base, así que dudaba que le fuera a costar mucho localizarle.