Los diferentes grupos de aventureros continuaron avanzando por el laberinto. Algunos tomaban rutas más directas, otros daban rodeos, y los más atrevidos se enfrentaban a las pruebas y barreras que ofrecía el desafío. De una manera u otra, todos lograron acceder a una sala central, que brillaba con una luz latente, como la de la luna. Estaba construida con mármol azul, y en su centro ofrecía una escalera en espiral que ascendía hacia un destino desconocido.
Indiana continuaba conversando con Alexander, completamente convencido de que todas las ruinas y los detalles arquitectónicos pertenecían a la antigua civilización de la que había hablado antes. Mientras tanto, Kael, que iba a la cabeza, puso un pie en uno de los escalones de la escalera, el cual cedió ligeramente. Un ruido sordo activó un mecanismo oculto. Al mismo tiempo, Panda, que había cruzado el magma de manera temeraria, sufría quemaduras permanentes en todo su cuerpo, y mientras avanzaba, su cuerpo echaba humo.
En la parte trasera del grupo, Hunter y Muzen percibieron que el agua comenzaba a filtrarse en la sala. Lo que al principio era una fina capa de apenas un centímetro empezó a subir rápidamente. Para cuando llegaron a las escaleras, todo parecía estar en proceso de inundación.
A mitad de la escalera, los aventureros se encontraron con una encrucijada: la escalera se dividía en cinco. Cada uno tuvo que elegir cuál tomar, aunque la elección no importaba demasiado, pues todas llevaban al mismo lugar. Esta nueva sala era enorme, de 100x100 metros, con paredes de azulejos similares a los de la escalera, relativamente oscura, aunque el espacio estaba parcialmente iluminado por varios fuegos gigantes. El techo, apenas visible, ascendía unos 150 metros hacia arriba, donde un pequeño punto de luz débil proporcionaba un leve rastro de claridad. Mientras tanto, desde las escaleras resonaba cada vez más fuerte el sonido del agua golpeando las paredes del pasillo por donde habían subido, lo que indicaba que la inundación seguía avanzando y empezaba a acelerarse.
La sala era impresionante. Todo el suelo estaba cubierto de oro, piedras preciosas, objetos valiosos... y huesos. Huesos por todas partes. La mayoría, al tocarlos, se deshacían al instante, como si tuvieran cientos de años. En las esquinas de la sala había altares de aproximadamente un metro de altura, con diversos objetos solitarios cubiertos de polvo. Entre las distintas salidas de las escaleras, se encontraban tumbas más grandes, de dos metros de altura, cuatro metros de largo y un metro de ancho, todas selladas.
Más cerca del centro de la sala, tres placas sobresalían ligeramente entre el tesoro. Tenían tallados los rostros de hombres de edad avanzada, muy parecidos entre sí. Finalmente, al pie de una especie de pirámide de escalones, había dos enormes cofres de 3x2x2 metros y dos imponentes estatuas de piedra y oro con cuerpos femeninos, de cuatro metros de altura y dos de ancho. En lo más alto de la pirámide, de diez metros de altura, los escalones ascendían con niveles de 30 centímetros de diferencia entre ellos. La cúspide de la pirámide estaba tallada con todo tipo de simbología antigua, y en el centro de una pieza circular destacaba una gema roja, que emanaba un poder extraño y palpable.
Indiana estaba boquiabierto, observando el lugar con fascinación. Varias veces abrió la boca para decir algo, pero sus ojos se posaban en nuevos objetos y quedaba mudo, señalando en todas direcciones, como si Alexander pudiera comprender la magnitud de lo que veían. Finalmente, consciente de que el lobo no entendería por sí solo, Indiana comenzó a hablar, desbordando conocimientos:
— ¡Las cuatro tumbas de los guerreros sagrados! Los que defendían el reino... — Señaló las tumbas. — Los rostros de los tres hijos del rey... ¡Los tres hermanos! —y sus dedos se dirigieron a las placas. — Las dos mujeres del rey... ¡Y la pirámide del rey con su joya sagrada! —Agregó, sin poder contener su emoción. Dio un paso adelante, pisando un cráneo que se pulverizó al instante. Su rostro, antes lleno de asombro, mostró una mueca de horror mientras trataba de imaginarse el destino de la antigua civilización.
— Todos murieron aquí...
Indiana continuaba conversando con Alexander, completamente convencido de que todas las ruinas y los detalles arquitectónicos pertenecían a la antigua civilización de la que había hablado antes. Mientras tanto, Kael, que iba a la cabeza, puso un pie en uno de los escalones de la escalera, el cual cedió ligeramente. Un ruido sordo activó un mecanismo oculto. Al mismo tiempo, Panda, que había cruzado el magma de manera temeraria, sufría quemaduras permanentes en todo su cuerpo, y mientras avanzaba, su cuerpo echaba humo.
En la parte trasera del grupo, Hunter y Muzen percibieron que el agua comenzaba a filtrarse en la sala. Lo que al principio era una fina capa de apenas un centímetro empezó a subir rápidamente. Para cuando llegaron a las escaleras, todo parecía estar en proceso de inundación.
A mitad de la escalera, los aventureros se encontraron con una encrucijada: la escalera se dividía en cinco. Cada uno tuvo que elegir cuál tomar, aunque la elección no importaba demasiado, pues todas llevaban al mismo lugar. Esta nueva sala era enorme, de 100x100 metros, con paredes de azulejos similares a los de la escalera, relativamente oscura, aunque el espacio estaba parcialmente iluminado por varios fuegos gigantes. El techo, apenas visible, ascendía unos 150 metros hacia arriba, donde un pequeño punto de luz débil proporcionaba un leve rastro de claridad. Mientras tanto, desde las escaleras resonaba cada vez más fuerte el sonido del agua golpeando las paredes del pasillo por donde habían subido, lo que indicaba que la inundación seguía avanzando y empezaba a acelerarse.
La sala era impresionante. Todo el suelo estaba cubierto de oro, piedras preciosas, objetos valiosos... y huesos. Huesos por todas partes. La mayoría, al tocarlos, se deshacían al instante, como si tuvieran cientos de años. En las esquinas de la sala había altares de aproximadamente un metro de altura, con diversos objetos solitarios cubiertos de polvo. Entre las distintas salidas de las escaleras, se encontraban tumbas más grandes, de dos metros de altura, cuatro metros de largo y un metro de ancho, todas selladas.
Más cerca del centro de la sala, tres placas sobresalían ligeramente entre el tesoro. Tenían tallados los rostros de hombres de edad avanzada, muy parecidos entre sí. Finalmente, al pie de una especie de pirámide de escalones, había dos enormes cofres de 3x2x2 metros y dos imponentes estatuas de piedra y oro con cuerpos femeninos, de cuatro metros de altura y dos de ancho. En lo más alto de la pirámide, de diez metros de altura, los escalones ascendían con niveles de 30 centímetros de diferencia entre ellos. La cúspide de la pirámide estaba tallada con todo tipo de simbología antigua, y en el centro de una pieza circular destacaba una gema roja, que emanaba un poder extraño y palpable.
Indiana estaba boquiabierto, observando el lugar con fascinación. Varias veces abrió la boca para decir algo, pero sus ojos se posaban en nuevos objetos y quedaba mudo, señalando en todas direcciones, como si Alexander pudiera comprender la magnitud de lo que veían. Finalmente, consciente de que el lobo no entendería por sí solo, Indiana comenzó a hablar, desbordando conocimientos:
— ¡Las cuatro tumbas de los guerreros sagrados! Los que defendían el reino... — Señaló las tumbas. — Los rostros de los tres hijos del rey... ¡Los tres hermanos! —y sus dedos se dirigieron a las placas. — Las dos mujeres del rey... ¡Y la pirámide del rey con su joya sagrada! —Agregó, sin poder contener su emoción. Dio un paso adelante, pisando un cráneo que se pulverizó al instante. Su rostro, antes lleno de asombro, mostró una mueca de horror mientras trataba de imaginarse el destino de la antigua civilización.
— Todos murieron aquí...