Sueño de Ragn
Una bruma densa que se cernía sobre Ragnheidr, envolviéndolo en un vacío etéreo. No había cielo ni tierra, solo una vasta oscuridad que se extendía más allá de lo visible. El aire era denso, y cada respiración parecía más pesada que la anterior. Pero a pesar de la opresión, Ragn no sentía miedo. Había estado aquí antes, en este lugar entre la vida y la muerte, donde el dolor no existía y las voces de los mortales no podían alcanzarlo. De las sombras emergió una figura, alta y envolvente, con una gracia sobrenatural. Era Nosha, la diosa de la muerte, su silueta negra contrastaba con un suave resplandor plateado que parecía emanar de algún lugar invisible. Llevaba consigo la calma implacable del ocaso, y su rostro permanecía oculto en la penumbra, pero sus ojos... esos ojos lo atravesaban, profundos y antiguos, llenos de sabiduría y secretos. Sus movimientos eran suaves, casi flotantes, como si su cuerpo desafiara la gravedad misma. Al acercarse, el vikingo sintió la misma familiaridad que en otros sueños. Ella era un faro en la negrura, la figura que le había prometido un destino más grande que la muerte. —Ragnheidr… — Susurró su nombre como si fuera una caricia, una promesa envuelta en su voz melódica y suave.— Has vuelto al umbral.— El guerrero la miró, sintiendo cómo el eco de su sufrimiento pasado le volvía a golpear. Pero aquí, en su presencia, todo eso parecía insignificante. —Nosha. — Respondió, su voz áspera, casi reverente. Adoraba esos instantes ... Ragn, soñaba cada día con la suerte de poder hablar con ella ... — ¿Qué quieres mostrarme esta vez? — Su habla extranjera se mezclaba con el idioma mundano de los humanos, alejando la mala pronuncianción.
La diosa no respondió de inmediato. En lugar de eso, extendió su mano, con dedos delgados y alargados, como si estuvieran hechos de niebla y sombra. Al abrir su palma, la oscuridad a su alrededor comenzó a girar lentamente, formando remolinos que revelaban imágenes difusas. Ragnheidr entrecerró los ojos, tratando de enfocar lo que veía. Al principio, solo eran sombras borrosas, rostros que no lograba reconocer, fragmentos de una vida que apenas recordaba. Pero luego, una figura comenzó a tomar forma. Era una mujer, su cabello dorado como el trigo bajo el sol del atardecer. Su rostro era un eco lejano en la mente de Ragnheidr, alguien que había conocido el Buccaneer pero que no podía ubicar con claridad. La chica de la Isla Dawn. La imagen de la joven parecía vibrar en la bruma, cada vez más clara pero siempre al borde de desvanecerse. Su sonrisa tímida, sus ojos brillando como el cielo claro, eran un recuerdo que le arrancaba una sensación de pérdida inexplicable — La recuerdas, ¿verdad? —Murmuró Nosha, con un tono casi burlón, pero suave— Esta chica... la conociste en Dawn.— Comentó con sorna.
Ragnheidr asintió, intentando hablar, pero su garganta estaba seca. La diosa continuó, acercándose más, su presencia envolvente invadiendo cada espacio de su conciencia. —Ella es solo el principio, Ragnheidr. —Dijo Nosha mientras las imágenes cambiaban. La figura de la chica rubia se desvanecía lentamente, solo para ser reemplazada por otra, una mujer con una apariencia extrañamente similar. Esta vez, era Airgid. Su cabello dorado brillaba bajo una luz inexistente, pero había algo en su expresión, una fuerza y un misterio que la diferenciaban de la chica de Dawn. Sus ojos eran profundos, con una mirada que Ragnheidr no podía descifrar, y su sonrisa, aunque suave, tenía una similitud de peligro y atracción. —Airgid… — Susurró él, con una mezcla de desconcierto y reconocimiento. Nosha sonrió, un gesto apenas perceptible en la oscuridad. Dio un paso más cerca, inclinándose hacia él como si compartiera un secreto, uno que solo él podía comprender. —Ellas son el mismo destino, Ragnheidr. —Dijo la diosa— La chica de Dawn y Airgid... ambas están entrelazadas en tu camino, como los hilos del destino. Pero Airgid... ella es diferente, ¿no lo sientes? Su presencia es más fuerte, más cercana a ti. Hay algo en ella que te atrae, que despierta en ti un anhelo profundo. — Ahora el vikingo no podía abrir los ojos. — Tiene ... Las manos bonitas. — Alcanzó a susurrar lo que arrancó las carcajadas de Nosha. Aquella simpleza, honesta simpleza ... Era muy apreciada para la diosa.
La voz de Nosha se deslizó por los pensamientos del guerrero como una serpiente, suave y persuasiva. Las imágenes de Airgid se volvieron más claras, más nítidas que las de la chica rubia. La vio de pie en la proa de su barco, su mirada fija en el horizonte, desafiante y orgullosa. La sensación de conexión era innegable. Los imaginó a ambos gobernando una tripulación, a la mujer ... ¿Embarazada? fogonazo tras fogonazo, vislumbro un futuro extraño. Contempló su propia muerte a manos de la fémina. ¿Veía lo que quería o lo que Nosha le mostraba? —¿Por qué me muestras esto? —Preguntó Ragnheidr, su mente luchando por comprender el significado detrás de las palabras de la diosa. Nosha lo rodeó, su figura oscura moviéndose en círculos a su alrededor, como si tejiendo un encantamiento a su alrededor. —Porque, Ragnheidr, tu destino y el de ella están unidos. Ella será tu aliada, tu confidente... y algo más. Pero debes estar dispuesto a acercarte. No como lo hiciste con la chica de Dawn, quien se desvaneció como un sueño olvidado. Airgid es real, tangible, poderosa. Si te acercas a ella, juntos forjarán un destino que desafiará incluso a los dioses. — Ragnheidr sintió un escalofrío recorrer su espalda, no de miedo, sino de expectación. Las palabras de Nosha eran seductoras, llenas de promesas que no podía ignorar. La imagen de Airgid lo atrapaba, como si su propio espíritu la llamara. — ¿Que también te llevará a la muerte? ¿eso importa, guerrero de Elbaf? — Volvió a sonreír la diosa de manos perturbadoramente largas.
—Recuerda, guerrero. —Susurró Nosha, inclinándose sobre él hasta que su rostro oculto estuvo a centímetros del suyo—La muerte siempre observa, pero a veces, nos brinda aliados inesperados. No dejes que el pasado te detenga. Sigue su sombra... y forja tu leyenda. — Finalizó. Con un último destello de su sonrisa invisible, Nosha y las imágenes se desvanecieron, dejándolo solo en la oscuridad. Pero incluso cuando despertó, el eco de sus palabras seguía resonando en su mente, y la imagen de Airgid, de pie bajo el sol de un destino incierto, era más clara que nunca.
El vikingo se despertó sudando, bañado en sudor. Miró sus manos y estas temblaban, como cada vez que Nosha aparecía. Aquel sentimiento de desesperación, de dolor, por qué no decirlo, el vikingo lo anhelaba. Vivía por ella y para ella... su diosa de la muerte. Eran aproximadamente las once de la mañana. Ragn venía de beber hasta desfallecer otra noche más, solo que en esta ocasión no con Tofun, Airgid o Asradi, sino con los balleneros. Gente de bien, pero muy poco decidida. ¿Estaba mal decir que a Ragn no le importaban tanto los problemas ajenos, que realmente le daba igual lo que les pasara? Si bien sentía cercanía con los pescadores y los currantes de a pie, si no era un problema directo suyo, desconectaba con facilidad.
El hombre se levantó, salió a cubierta y saludó a sus compañeros. Ragn preguntó de inmediato dónde estaba Airgid, quería verla, lo necesitaba. Los demás revolucionarios le indicaron dónde se encontraba. Entonces recordó, con fastidio, que había quedado con ella esa misma mañana y ya llegaba tarde. Iba sin armas, sin parte de arriba, pero al menos con sus pantalones habituales. Transformó todo su cuerpo en gas y salió despedido por los aires, en busca de la mujer.
No tardó en llegar, precipitándose cual torrente de bruma contra el suelo. El gas tomó forma, una forma escandalosamente musculosa. Había civiles y balleneros por la zona. Muchos se quedaron prendados de la escena, pues el hombre rubio era colosal, pero también lo era la mujer, para ser humana. —
Llegarrr tarrrde. — Comentó. —
Es verdad, en el mundo real no sé hablar bien. — Pensó, molesto. Odiaba su incapacidad para expresarse, la odiaba profundamente porque nunca le dejaba decir lo que realmente sentía. Pero ya mejoraría. —
¿Haberr peso aquí? — Él no iba a gimnasios, solo levantaba pesos, y como muchas veces escalaban en una fuerza muy superior a lo habitual, cuando un tipo en un gimnasio levantaba cien kilos, Ragn debía levantar toda la máquina.
El buccaneer miró por un instante directamente a los ojos de Airgid, pero en cuanto sus miradas se cruzaron, él desvió la suya. —
¿Qué quiso decir Nosha? — Observó que ella tenía sus propias pesas. —
No nessessitarrr. En lugarrrr tenerrr. — Comenzó a caminar en dirección al gimnasio, uno al aire libre, donde podrían exhibirse.