Masao Toduro
El niño de los lloros
03-10-2024, 08:48 PM
(Última modificación: 04-10-2024, 09:36 PM por Masao Toduro.)
Me fui cabizbajo a la cocina, como alma en pena en el cuartel, procesando aquella coctelera de sabores que había acabado siendo el día. No tardo muchos minutos en llegar a la cocina y a empezar a trabajar entre los fogones, de los cuales no salían canturreos ni tantas palmas como se acostumbran allí.
La cena de aquella noche era bastante simple, pero agradecida, de primero tendríamos un cuenco de sopa juliana, afortunadamente allí se tomaban su tiempo en cortar y cocer las verduras en un caldo que habían estado cociendo a fuego lento la noche anterior y a la que había tirado huesos de jamón para que chupara bien el sabor.
De segundo tenían un San Jacobo, relleno de jamón y queso y rebozado en un pan de una tahona cercana al puerto, cuya harina importaban de algún lejano lugar de la gran ruta, después de todo en la ciudad del alfa y el omega no había campos que supiera, pero aquellas dificultades las suplían con un puerto a la entrada de uno de los hervideros de gente más peligroso del planeta.
Y por último se tenía o una bola de helado de chocolate y vainilla o un café solo, algo que también era muy típico en mi tierra natal.
Una vez que terminó su guardia en cocina y una vez hubiera finalizado de limpiar los cacharros, tomaría un par de bandejas y atravesaría toda la base hasta los campos de entrenamiento, sabía de alguien que posiblemente no hubiera cenado aún.
Y que sería de una persona con el buche vacío.
La cena de aquella noche era bastante simple, pero agradecida, de primero tendríamos un cuenco de sopa juliana, afortunadamente allí se tomaban su tiempo en cortar y cocer las verduras en un caldo que habían estado cociendo a fuego lento la noche anterior y a la que había tirado huesos de jamón para que chupara bien el sabor.
De segundo tenían un San Jacobo, relleno de jamón y queso y rebozado en un pan de una tahona cercana al puerto, cuya harina importaban de algún lejano lugar de la gran ruta, después de todo en la ciudad del alfa y el omega no había campos que supiera, pero aquellas dificultades las suplían con un puerto a la entrada de uno de los hervideros de gente más peligroso del planeta.
Y por último se tenía o una bola de helado de chocolate y vainilla o un café solo, algo que también era muy típico en mi tierra natal.
Una vez que terminó su guardia en cocina y una vez hubiera finalizado de limpiar los cacharros, tomaría un par de bandejas y atravesaría toda la base hasta los campos de entrenamiento, sabía de alguien que posiblemente no hubiera cenado aún.
Y que sería de una persona con el buche vacío.