Silver D. Syxel
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04-10-2024, 02:01 AM
El bandido, aún en el suelo, temblaba. A pesar de sus intentos de retroceder, su cuerpo no respondía bien. El miedo era evidente en sus ojos, y con cada palabra de amenaza que Alexander le dirigía, se encogía más y más. En un último acto de resistencia, trató de abrir la boca para gritar o llamar a sus compañeros, pero todo lo que salió fue un gemido entrecortado, hasta que finalmente su vejiga cedió. Un charco se extendía lentamente bajo él mientras comenzaba a sollozar, incapaz de cumplir con la orden que le habían dado.
El sonido de pasos acercándose rompió el silencio una vez más. Dos figuras aparecieron entre las sombras, moviéndose con despreocupación, probablemente buscando a su compañero de vigilancia. Sus risas apagadas y el ruido de la maleza que aplastaban bajo sus pies indicaban que no estaban al tanto de lo que había ocurrido. Sin embargo, cuando finalmente llegaron al lugar donde su compañero yacía en el suelo, su humor cambió de inmediato.
—¡Eh, qué demonios te pasa! —gritó uno de los bandidos, mientras ambos desenfundaban sus espadas al ver a King, que permanecía en pie y no se había escondido como los demás.
—¿Quién eres tú? ¿Qué le has hecho? —preguntó el segundo bandido, con una mezcla de desconfianza y alarma.
Alexander y Tenka, quienes se habían ocultado rápidamente entre la maleza y las sombras, observaban la escena desde sus posiciones. Tenka, invisible gracias a los poderes de su fruta del diablo, estaba en una posición ideal para aprovechar cualquier ventaja, mientras que Alexander podía aguardar el momento perfecto para atacar.
La situación se había tensado. King tenía varias opciones: podía intentar hablar con ellos, engañarlos para ganar tiempo o simplemente atacar. Sin embargo, cualquier movimiento suyo afectaría también las acciones de sus compañeros escondidos.
El sonido de pasos acercándose rompió el silencio una vez más. Dos figuras aparecieron entre las sombras, moviéndose con despreocupación, probablemente buscando a su compañero de vigilancia. Sus risas apagadas y el ruido de la maleza que aplastaban bajo sus pies indicaban que no estaban al tanto de lo que había ocurrido. Sin embargo, cuando finalmente llegaron al lugar donde su compañero yacía en el suelo, su humor cambió de inmediato.
—¡Eh, qué demonios te pasa! —gritó uno de los bandidos, mientras ambos desenfundaban sus espadas al ver a King, que permanecía en pie y no se había escondido como los demás.
—¿Quién eres tú? ¿Qué le has hecho? —preguntó el segundo bandido, con una mezcla de desconfianza y alarma.
Alexander y Tenka, quienes se habían ocultado rápidamente entre la maleza y las sombras, observaban la escena desde sus posiciones. Tenka, invisible gracias a los poderes de su fruta del diablo, estaba en una posición ideal para aprovechar cualquier ventaja, mientras que Alexander podía aguardar el momento perfecto para atacar.
La situación se había tensado. King tenía varias opciones: podía intentar hablar con ellos, engañarlos para ganar tiempo o simplemente atacar. Sin embargo, cualquier movimiento suyo afectaría también las acciones de sus compañeros escondidos.