Octojin
El terror blanco
04-10-2024, 09:20 AM
Octojin se sentía relajado mientras caminaba junto a Asradi, aunque cada vez que la sirena le tocaba, especialmente cuando entrelazaba sus dedos con los suyos, su corazón se aceleraba y el calor subía a su rostro. ¡Maldita sea! ¿Por qué se sentía así? Era extraño para él, pero de alguna manera también lo encontraba agradable. Él se limitó a aceptar la mano de la pelinegra de una manera natural, intentando que fuese un gesto cada vez menos vergonzoso para él. La sonrisa y el tono juguetón de Asradi cuando hablaba de su pasado lo hacían sentir expuesto, y eso solo intensificaba el color rojizo en sus mejillas.
—Claro, claro, era una ventaja, sí... —respondió, intentando bromear y disimular su nerviosismo, aunque por dentro se sentía un poco vulnerable. Cuando ella mencionó que debió haber sido una monada, se rascó la nuca, desviando la mirada hacia otro lado y buscando qué palabras decir. Lo cierto es que no había sido una vida sencilla, y quizá no tenía recuerdos de cuando era aún más pequeño, donde sí que podría haber sido una monada. En cualquier caso, se limitó a cerrar la conversación con un tono algo menos cómico —. Bueno... digamos que destacaba un poco. Para bien y para mal —finalizó con una risa algo nerviosa.
Cada palabra de Asradi lo desconcertaba más. ¿Cómo podía hablar de sus logros con tanta admiración? La manera en la que lo miraba, con esos ojos azules profundos, era suficiente para que todo su mundo se redujera a ella. Cuando ella le miró directamente a los ojos, Octojin sintió como si se estuviera reflejando en su océano personal. Bajó la mirada, completamente cohibido. ¿Por qué le era tan difícil mantener la compostura? Aquella situación no hacía sino atormentarle más aún. Se encontraba totalmente confuso por aquello, y pensó que, quizá, debía reflexionar sobre cómo estaba gestionando aquella situación. Una tan bonita e inesperada que no podía asumir en su totalidad.
El tiburón trató de concentrarse en las preguntas de Asradi para calmarse. Al fin y al cabo, manteniendo la mente ocupada en ello, dejaría de cuestionarse sus acciones. Cuando mencionó su trabajo y lo reconoció, Octojin se sintió un poco más cómodo y logró recuperar algo de su aplomo, intentando que lo que iba a decir devolviese un tono blanquecino a su color de piel, que había pasado a un algo más rojizo.
—Sí... la carpintería es bastante laboriosa—respondió mientras se tocaba los músculos del brazo, medio bromeando—. Este culo no se hace solo, ¿eh? —añadió, intentando mostrarse menos tenso y expulsando una ligera carcajada. Pero en cuanto terminó la frase y soltó la carcajada, se quedó paralizado. ¿De verdad había dicho eso? Sintió que el calor volvía a subir por su rostro. Carraspeó, tratando de no dejar ver lo nervioso que realmente estaba—. Bueno... sí, son muchas sentadillas... y ejercicios de... de todo tipo, ya sabes. Uno tiene que cuidar su cuerpo porque nunca sabe cuándo una sirena va a aparecer en su vida y la va a tener que salvar —finalizó aquello último con una sonrisa y mirándola, dejando ver que él también era bromista.
El ambiente entre ambos se tornaba más ligero a medida que hablaban y caminaban por la isla, alejándose del bullicio principal. Finalmente, después de dar unas cuantas vueltas, llegaron a una playa natural. Era una zona menos concurrida y mucho más tranquila, con algunas personas dispersas a lo lejos. El lugar era perfecto; una pequeña playa con el mar tan cerca que casi parecía invitarles a sumergirse.
Octojin vio una fogata hecha con piedras, ya marcada en la arena. Al verla, su plan tomó forma. Volvió la mirada hacia Asradi y, con un gesto, le indicó que se prepararan para entrar al agua.
—Mira, hay una fogata ya preparada —dijo señalándola—. Si cazamos algo, podríamos asarlo aquí y cenar mientras vemos las estrellas. ¿Qué te parece? —Le guiñó un ojo, sintiéndose más confiado y ciertamente menos nervioso.
El gyojin se dirigiría hacia el agua, acompañando a la sirena. Octojin sintió el cambio inmediato en su cuerpo cuando sus pies tocaron la primera ola. Su instinto de cazador se activó. Le dedicó una última mirada a Asradi antes de sumergirse por completo, con la intención de ir un poco más profundo y explorar el lugar.
—Vamos más profundo, a ver si encontramos alguna presa —dijo justo antes de lanzarse al agua. La suave presión del océano a su alrededor le resultaba reconfortante, una sensación familiar y cálida que siempre lo hacía sentir en casa. Estaba listo para vivir esta pequeña aventura con Asradi, y esperaba que aquel momento tuviera un final perfecto.
—Claro, claro, era una ventaja, sí... —respondió, intentando bromear y disimular su nerviosismo, aunque por dentro se sentía un poco vulnerable. Cuando ella mencionó que debió haber sido una monada, se rascó la nuca, desviando la mirada hacia otro lado y buscando qué palabras decir. Lo cierto es que no había sido una vida sencilla, y quizá no tenía recuerdos de cuando era aún más pequeño, donde sí que podría haber sido una monada. En cualquier caso, se limitó a cerrar la conversación con un tono algo menos cómico —. Bueno... digamos que destacaba un poco. Para bien y para mal —finalizó con una risa algo nerviosa.
Cada palabra de Asradi lo desconcertaba más. ¿Cómo podía hablar de sus logros con tanta admiración? La manera en la que lo miraba, con esos ojos azules profundos, era suficiente para que todo su mundo se redujera a ella. Cuando ella le miró directamente a los ojos, Octojin sintió como si se estuviera reflejando en su océano personal. Bajó la mirada, completamente cohibido. ¿Por qué le era tan difícil mantener la compostura? Aquella situación no hacía sino atormentarle más aún. Se encontraba totalmente confuso por aquello, y pensó que, quizá, debía reflexionar sobre cómo estaba gestionando aquella situación. Una tan bonita e inesperada que no podía asumir en su totalidad.
El tiburón trató de concentrarse en las preguntas de Asradi para calmarse. Al fin y al cabo, manteniendo la mente ocupada en ello, dejaría de cuestionarse sus acciones. Cuando mencionó su trabajo y lo reconoció, Octojin se sintió un poco más cómodo y logró recuperar algo de su aplomo, intentando que lo que iba a decir devolviese un tono blanquecino a su color de piel, que había pasado a un algo más rojizo.
—Sí... la carpintería es bastante laboriosa—respondió mientras se tocaba los músculos del brazo, medio bromeando—. Este culo no se hace solo, ¿eh? —añadió, intentando mostrarse menos tenso y expulsando una ligera carcajada. Pero en cuanto terminó la frase y soltó la carcajada, se quedó paralizado. ¿De verdad había dicho eso? Sintió que el calor volvía a subir por su rostro. Carraspeó, tratando de no dejar ver lo nervioso que realmente estaba—. Bueno... sí, son muchas sentadillas... y ejercicios de... de todo tipo, ya sabes. Uno tiene que cuidar su cuerpo porque nunca sabe cuándo una sirena va a aparecer en su vida y la va a tener que salvar —finalizó aquello último con una sonrisa y mirándola, dejando ver que él también era bromista.
El ambiente entre ambos se tornaba más ligero a medida que hablaban y caminaban por la isla, alejándose del bullicio principal. Finalmente, después de dar unas cuantas vueltas, llegaron a una playa natural. Era una zona menos concurrida y mucho más tranquila, con algunas personas dispersas a lo lejos. El lugar era perfecto; una pequeña playa con el mar tan cerca que casi parecía invitarles a sumergirse.
Octojin vio una fogata hecha con piedras, ya marcada en la arena. Al verla, su plan tomó forma. Volvió la mirada hacia Asradi y, con un gesto, le indicó que se prepararan para entrar al agua.
—Mira, hay una fogata ya preparada —dijo señalándola—. Si cazamos algo, podríamos asarlo aquí y cenar mientras vemos las estrellas. ¿Qué te parece? —Le guiñó un ojo, sintiéndose más confiado y ciertamente menos nervioso.
El gyojin se dirigiría hacia el agua, acompañando a la sirena. Octojin sintió el cambio inmediato en su cuerpo cuando sus pies tocaron la primera ola. Su instinto de cazador se activó. Le dedicó una última mirada a Asradi antes de sumergirse por completo, con la intención de ir un poco más profundo y explorar el lugar.
—Vamos más profundo, a ver si encontramos alguna presa —dijo justo antes de lanzarse al agua. La suave presión del océano a su alrededor le resultaba reconfortante, una sensación familiar y cálida que siempre lo hacía sentir en casa. Estaba listo para vivir esta pequeña aventura con Asradi, y esperaba que aquel momento tuviera un final perfecto.