Airgid Vanaidiam
Metalhead
04-10-2024, 12:54 PM
Era una mañana ligeramente calurosa, propia del verano, con un sol intenso que de vez en cuando era, por suerte, opacado por alguna que otra nube blanca y esponjosa. Airgid se había acostumbrado a ser puntual gracias al tallercillo que había abierto en su garaje en Kilombo, había tenido que hacerse a despertarse pronto y tenerlo todo listo más o menos al mismo tiempo que las demás tiendas. Una costumbre que seguramente le costaría un poco olvidar. Sin embargo, no le importaba especialmente tener que esperar un poco por Ragnheidr, que ya había demostrado ser un poco más despistado, o con el sueño más profundo, como prefieras llamarlo. Decidió aprovechar esos momentos de espera para comenzar con los estiramientos, empezar a calentar un poco los músculos para lo que les esperaba. Se encontraba en mitad de la calle, con sus pesas a un lado y estirando el cuerpo, con una peculiaridad un tanto llamativa. Normalmente solía llevar la pierna izquierda tapada, aunque no quisiera admitirlo, la cicatriz y en general, la amputación, le creaba un poco de complejo. Significaba llamar la atención de una forma que no le gustaba, generando asco o peor aún, pena. Pero en esta ocasión, llevaba unos pantalones cortos de deporte, dejando a la vista la ausencia de su pierna izquierda. No, no había superado ese complejo de la noche a la mañana, las miradas de los civiles y balleneros que pasaban por ahí la incomodaban terriblemente... pero ahora ella era diferente, al menos por dentro, y se había propuesto que iba a reflejar eso también al exterior. Se había vuelto más fuerte, más confiada, estaba siguiendo su sueño después de deshacerse del fantasma del pasado en el que se había acabado convirtiendo Kilombo, tenía un poder increíble gracias a esa fruta del diablo... no iba a dejar que una tontería tan grande como el que le faltase un miembro siguiera atormentándola. Porque aún en esas condiciones, era más ágil y veloz que la mayoría de los que la miraban con pudor.
De repente, un rápido y gran torrente de gas apareció flotando, dirigiéndose con prisa hasta su ubicación. Muchos se asustaron o se quedaron paralizados, pero Airgid sonrió, pues sabía perfectamente de quién se trataba. Una vez frente a ella, la bruma tomó forma humana, revelando a un gran hombre de cabellos rubios e increíble musculatura. ¿Sería suficiente el gimnasio para que Ragn entrenase? No parecía existir peso suficiente que no pudiera levantar. — No pasa nada, ¿has dormido bien? — Le respondió la rubia cuando éste señaló que había llegado tarde, con una sonrisa agradable en el rostro. Le miró en ese momento con un brillo diferente en los ojos. Puede que al principio lo que más le llamase la atención del medio gigante fuera su maravilloso físico, sus bellos rasgos, la masculinidad que desprendía. Puede que al principio solo fuera una atracción puramente carnal. Pero ahora le miraba y sentía una extraña pero intensa conexión con él más allá de lo físico. Se sentía agusto con él alrededor, sentía que aunque el idioma supusiera en ocasiones una pequeña barrera entre los dos, sus almas se entendían a un nivel más profundo. No era solo que le gustara, era mucho más complejo que eso.
— Son por si acaso. — Respondió ante el comentario de Ragn acerca de haber traído sus propias pesas. — No sé si habrá mucha gente dentro y no quería quedarme sin unas que usar. — La verdad es que Airgid no había pisado un gimnasio nunca tampoco, se había montado el suyo propio en su casa, en parte por un poco de vergüenza y en parte porque tampoco es que hubiera muchos en Kilombo, le quedaban a tomar por culo, la verdad. Así que no sabía muy bien cómo funcionaba la cosa, si habría pesas suficientes para todos, si eran lugares muy concurridos o no... lo descubriría pronto. Usando su nuevo poder, en lugar de agarrar sus pesas con las manos como habría hecho normalmente, las hizo levitar alrededor de ella. El plan inicial era entrenar el físico, pero eso no quitaba que también pudiera afinar un poco más el control que ejercía en el magnetismo. Aprender a manipular los objetos sobre los que ejercía su poder de la forma que realmente quería. Era complicado, era un control mental de la hostia, pero aquellos pequeños gestos la ayudaban a mejorar. Ambos comenzaron a caminar en la dirección del gimnasio. Aún para acceder a la zona al aire libre, tenían que pasar primero por la recepción. La rubia ya había preguntado previamente si podría pagar por visitas, y ante la positiva de la recepcionista, Airgid dejó unos cuantos berries sobre la mesa, pagando tanto por ella como por Ragn la entrada de aquel día. La mujer se quedó un poco a cuadros al ver aquella escena, una tía con la ausencia de una pierna y pesas flotando a su alrededor, acompañada de un enorme hombre con músculos más grandes que su cabeza. Pero habían pagado, así que les dejó pasar.
La zona exterior era amplia, como un patio grande de tierra y algo de césped, separada de la calle por unas vallas de metal cubiertas con algunas enredaderas, ofrenciendo un poco de intimidad a los que hacían ejercicio, aunque la verdad es que tampoco eran muchos aparte de Ragnheidr y Airgid. La disponibilidad de máquinas era un poco humilde, no había demasiada variedad por lo que se notaba que se trataba de un negocio un tanto humilde. En los dibujitos que traían las máquinas se indicaba el funcionamiento de cada una y qué parte del cuerpo ejercitaban con ella, algo que quedaba un poco ajeno al conocimiento de Airgid. Pero también había bancos donde poder levantar desde pesas grandes hasta otras más modestas, y con eso la rubia estaba más familiarizada. Se hizo paso através del patio, buscando la variedad de pesas que se encontraban allí. Iban desde los humildes cinco kilos, hasta los cien, y parecían poder combinarse también entre ellas. Qué cosa tan curiosa. Dejó sus pesas en el suelo con el control del magnetismo y sonrió a su compañero. — ¿Empezamos? — Tenía curiosidad por saber cómo era su forma de entrenar. Ella por su lado, agarró la pesa de cien, era un peso al que estaba más o menos acostumbrada, y de hecho le resultó sencillo levantarla. — No está mal pa calentar. — Se sentó en uno de los bancos, esperando a que su compañero eligiera por dónde comenzar. Había notado cómo hace unos momentos, Ragnheidr le había esquivado la mirada. ¿Puede que estuviera incómodo con ella por algún motivo?
De repente, un rápido y gran torrente de gas apareció flotando, dirigiéndose con prisa hasta su ubicación. Muchos se asustaron o se quedaron paralizados, pero Airgid sonrió, pues sabía perfectamente de quién se trataba. Una vez frente a ella, la bruma tomó forma humana, revelando a un gran hombre de cabellos rubios e increíble musculatura. ¿Sería suficiente el gimnasio para que Ragn entrenase? No parecía existir peso suficiente que no pudiera levantar. — No pasa nada, ¿has dormido bien? — Le respondió la rubia cuando éste señaló que había llegado tarde, con una sonrisa agradable en el rostro. Le miró en ese momento con un brillo diferente en los ojos. Puede que al principio lo que más le llamase la atención del medio gigante fuera su maravilloso físico, sus bellos rasgos, la masculinidad que desprendía. Puede que al principio solo fuera una atracción puramente carnal. Pero ahora le miraba y sentía una extraña pero intensa conexión con él más allá de lo físico. Se sentía agusto con él alrededor, sentía que aunque el idioma supusiera en ocasiones una pequeña barrera entre los dos, sus almas se entendían a un nivel más profundo. No era solo que le gustara, era mucho más complejo que eso.
— Son por si acaso. — Respondió ante el comentario de Ragn acerca de haber traído sus propias pesas. — No sé si habrá mucha gente dentro y no quería quedarme sin unas que usar. — La verdad es que Airgid no había pisado un gimnasio nunca tampoco, se había montado el suyo propio en su casa, en parte por un poco de vergüenza y en parte porque tampoco es que hubiera muchos en Kilombo, le quedaban a tomar por culo, la verdad. Así que no sabía muy bien cómo funcionaba la cosa, si habría pesas suficientes para todos, si eran lugares muy concurridos o no... lo descubriría pronto. Usando su nuevo poder, en lugar de agarrar sus pesas con las manos como habría hecho normalmente, las hizo levitar alrededor de ella. El plan inicial era entrenar el físico, pero eso no quitaba que también pudiera afinar un poco más el control que ejercía en el magnetismo. Aprender a manipular los objetos sobre los que ejercía su poder de la forma que realmente quería. Era complicado, era un control mental de la hostia, pero aquellos pequeños gestos la ayudaban a mejorar. Ambos comenzaron a caminar en la dirección del gimnasio. Aún para acceder a la zona al aire libre, tenían que pasar primero por la recepción. La rubia ya había preguntado previamente si podría pagar por visitas, y ante la positiva de la recepcionista, Airgid dejó unos cuantos berries sobre la mesa, pagando tanto por ella como por Ragn la entrada de aquel día. La mujer se quedó un poco a cuadros al ver aquella escena, una tía con la ausencia de una pierna y pesas flotando a su alrededor, acompañada de un enorme hombre con músculos más grandes que su cabeza. Pero habían pagado, así que les dejó pasar.
La zona exterior era amplia, como un patio grande de tierra y algo de césped, separada de la calle por unas vallas de metal cubiertas con algunas enredaderas, ofrenciendo un poco de intimidad a los que hacían ejercicio, aunque la verdad es que tampoco eran muchos aparte de Ragnheidr y Airgid. La disponibilidad de máquinas era un poco humilde, no había demasiada variedad por lo que se notaba que se trataba de un negocio un tanto humilde. En los dibujitos que traían las máquinas se indicaba el funcionamiento de cada una y qué parte del cuerpo ejercitaban con ella, algo que quedaba un poco ajeno al conocimiento de Airgid. Pero también había bancos donde poder levantar desde pesas grandes hasta otras más modestas, y con eso la rubia estaba más familiarizada. Se hizo paso através del patio, buscando la variedad de pesas que se encontraban allí. Iban desde los humildes cinco kilos, hasta los cien, y parecían poder combinarse también entre ellas. Qué cosa tan curiosa. Dejó sus pesas en el suelo con el control del magnetismo y sonrió a su compañero. — ¿Empezamos? — Tenía curiosidad por saber cómo era su forma de entrenar. Ella por su lado, agarró la pesa de cien, era un peso al que estaba más o menos acostumbrada, y de hecho le resultó sencillo levantarla. — No está mal pa calentar. — Se sentó en uno de los bancos, esperando a que su compañero eligiera por dónde comenzar. Había notado cómo hace unos momentos, Ragnheidr le había esquivado la mirada. ¿Puede que estuviera incómodo con ella por algún motivo?