Asradi
Völva
04-10-2024, 03:19 PM
Por norma general, solía ser bastante cerrada con sus sentimientos. Sobre todo cuando se trataba de hablar o mostrarlos a otras personas. Era una forma de autodefensa que, por desgracia, había tenido que aprender a las malas. Pero con Octojin las conversaciones fluían de manera natural. No sentía que tuviese que esconder gran cosa, podía confiar en él en ese sentido. Solo había algo que, por ahora, continuaría guardándose para sí misma. No por miedo a su reacción, sino más bien para protegerle de ella misma, de alguna manera.
Ahora bien, le encantó que él siguiese la broma. Efectivamente, ese culo no se hacía solo. Notaba al tiburón bastante cortado con respecto a eso, pero era bueno que se soltase. Aunque ella misma no iba a negarse que le encantaba esa faceta tímida del grandullón. Y también saber de él. La conversación continuó fluyendo a medida que ellos mismos caminaban y se dirigían hacia la playa en concreto. Una vez allí, al igual que él, se percató de que había los restos de una fogata ya hecha con piedras y bien marcada en la arena. La sirena sonrió al respecto: un trabajo menos.
— Qué romántico suena ese plan. — De nuevo, era imposible para ella no picarle un poco. Aunque se rió ligeramente, había una suave coloración sonrosada en sus mejillas. Era como si buscase, siempre, sacar ese momento timidón del escualo.
Era consciente de que, en cualquier momento, Octojin se la podía devolver, pero a veces le gustaba jugar un poco con fuego, sin ser malintencionada.
— De todas maneras, me encanta. — Le guiñó un ojo, mientras disfrutaba, ahora, del contacto de la arena sobre su cola. Mientras se acercaban al agua, fue despojándose de esa prenda que la cubría, permitiendo que sus escamas plateadas se mostrasen en todo su esplendor. Eran más oscuras que las de Octojin, e incluso ella tenía algunas coloraciones negras en la punta de las aletas.
Cuando él se adelantó, Asradi no tardó tampoco en sumergirse, coleteando durante unos cuantos metros con total libertad. El cabello trenzado flotaba con el suave batir de las corrientes. No solía molestarle llevarlo suelto, pero para cazar era mucho más cómodo. Buceó un poco más hasta que regresó con Octojin. En el agua ella se encontraba a gusto, totalmente libre. La cola moviéndose de manera muy suave, rítmica y con gracia.
— Seguro hay mejores peces. — Asintió a la sugerencia del escualo, y tras una mirada intensa y un tanto divertida, se adelantó un tanto para comenzar a descender a más profundidad. — A ver quien es el que consigue la presa más grande.
¿Le estaba retando? Abiertamente, de hecho. Era competitiva en ese sentido, y ahora se lo estaba pasando bien.
— Aunque ahora mismo tengo una buena presa cerca ahora mismo. — Le dió un coletazo juguetón en el costado, antes de acelerar un poco la velocidad, entre risas.
A medida que descendían, la luz iba haciéndose más penumbrosa. Eso no parecía molestar a Asradi. Su mirada se había oscurecido ligeramente, señal de que se había puesto en modo de caza también. No era tan pacífica, en momentos así, como otro tipo de sirenas. Y había demostrado claramente tener un carácter fuerte.
Además, estaba hambrienta.
Durante el descenso, no tardarían en contrarse con varios cardúmenes de peces. Algunas sardinas, jureles. Incluso algún pez payaso que no tardaría en esconderse entre las formaciones de anémonas según ambos predadores se aproximaban. Ella misma parecía divertirse un poco a costa de esas criaturas. Pero no tocó ninguna de ellas. No estaban en el menú del día, para fortuna de ellos.
Octojin era grande, y ella tenía buen apetito también. Necesitaban algo lo suficientemente grande que pudiese saciar a los dos.
Quizás un atún o, simplemente, otro tiburón de buen tamaño.
Ahora bien, le encantó que él siguiese la broma. Efectivamente, ese culo no se hacía solo. Notaba al tiburón bastante cortado con respecto a eso, pero era bueno que se soltase. Aunque ella misma no iba a negarse que le encantaba esa faceta tímida del grandullón. Y también saber de él. La conversación continuó fluyendo a medida que ellos mismos caminaban y se dirigían hacia la playa en concreto. Una vez allí, al igual que él, se percató de que había los restos de una fogata ya hecha con piedras y bien marcada en la arena. La sirena sonrió al respecto: un trabajo menos.
— Qué romántico suena ese plan. — De nuevo, era imposible para ella no picarle un poco. Aunque se rió ligeramente, había una suave coloración sonrosada en sus mejillas. Era como si buscase, siempre, sacar ese momento timidón del escualo.
Era consciente de que, en cualquier momento, Octojin se la podía devolver, pero a veces le gustaba jugar un poco con fuego, sin ser malintencionada.
— De todas maneras, me encanta. — Le guiñó un ojo, mientras disfrutaba, ahora, del contacto de la arena sobre su cola. Mientras se acercaban al agua, fue despojándose de esa prenda que la cubría, permitiendo que sus escamas plateadas se mostrasen en todo su esplendor. Eran más oscuras que las de Octojin, e incluso ella tenía algunas coloraciones negras en la punta de las aletas.
Cuando él se adelantó, Asradi no tardó tampoco en sumergirse, coleteando durante unos cuantos metros con total libertad. El cabello trenzado flotaba con el suave batir de las corrientes. No solía molestarle llevarlo suelto, pero para cazar era mucho más cómodo. Buceó un poco más hasta que regresó con Octojin. En el agua ella se encontraba a gusto, totalmente libre. La cola moviéndose de manera muy suave, rítmica y con gracia.
— Seguro hay mejores peces. — Asintió a la sugerencia del escualo, y tras una mirada intensa y un tanto divertida, se adelantó un tanto para comenzar a descender a más profundidad. — A ver quien es el que consigue la presa más grande.
¿Le estaba retando? Abiertamente, de hecho. Era competitiva en ese sentido, y ahora se lo estaba pasando bien.
— Aunque ahora mismo tengo una buena presa cerca ahora mismo. — Le dió un coletazo juguetón en el costado, antes de acelerar un poco la velocidad, entre risas.
A medida que descendían, la luz iba haciéndose más penumbrosa. Eso no parecía molestar a Asradi. Su mirada se había oscurecido ligeramente, señal de que se había puesto en modo de caza también. No era tan pacífica, en momentos así, como otro tipo de sirenas. Y había demostrado claramente tener un carácter fuerte.
Además, estaba hambrienta.
Durante el descenso, no tardarían en contrarse con varios cardúmenes de peces. Algunas sardinas, jureles. Incluso algún pez payaso que no tardaría en esconderse entre las formaciones de anémonas según ambos predadores se aproximaban. Ella misma parecía divertirse un poco a costa de esas criaturas. Pero no tocó ninguna de ellas. No estaban en el menú del día, para fortuna de ellos.
Octojin era grande, y ella tenía buen apetito también. Necesitaban algo lo suficientemente grande que pudiese saciar a los dos.
Quizás un atún o, simplemente, otro tiburón de buen tamaño.