Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
04-10-2024, 05:41 PM
La acalorada conversación que se estaba dando comenzó a abrir varios caminos. Karina tenía una visión del liderazgo bastante común, completamente entendible y que tomaba las riendas de la lógica más absoluta. Darlo todo por tu gente, poniendo tu salud, tu vida frente a lo que fuera necesario. Olaf, uno de los tantos maestros de Ragn hubiera dicho algo diferente. El gigantón afirmó con la cabeza, asumiendo que dentro de su negatividad, la mujer no tenía otra opción y que mejor acceder a la oportunidad que se le presentaba. — ¡Clarrrro que si, mujerrr! — Golpeó con fuerza una de las esquinas de la puerta, reventando el marco. Lo siguiente sería escuchar el estallido y la avalancha de un olor terriblemente asqueroso. Por suerte o por desgracia, Ragn tenía muy agudizado el sentido del olfato, así que le afectó de manera directa. Colocó ambas manos sobre su rostro, tapando nariz y boca. Era un olor como a pescado podrido, pero muy muy podrido ... Una asquerosidad dificilmente degustable y eso que el vikingo se pasaba el día entre pescados.
Cuando todo parecía claro, Ragn puso marcha junto a sus compañeras hacia el siguiente punto de la misión. Quiso tomar el den den mushi, pero recordó que aún lo tenía Robson. ¿Habría ayudado en algo el joven? ¿quizás convencido a unos cuantos? eso hubiera sido más que suficiente. La misión estaba clara, la tenían clara desde hacía días si este punto concreto, es decir Karina, salía bien. Debían alcanzar el rio y Asradi adelantarse a la bajada del mismo para que cuando la presa fuera destruida, que ella pudiera enderezarla adecuadamente. Sin embargo también sabían que aquello no sería fácil, así que tanto Airgid como Ragn tendrían que ... ¿Terra formar? la zona buscando que el agua tomara un rumbo poco natural. Ragn, el coloso rubio, avanzó a través del pueblo con una firmeza que estremecía el suelo a cada paso. Sus piernas, de proporciones gigantescas, se estiraban en largas zancadas que cubrían metros enteros con una facilidad asombrosa. A su espalda, las dos espadas de dos metros, cruzadas en una X, brillaban a la luz del sol, proyectando sombras alargadas sobre el camino polvoriento.
Al adentrarse en el pueblo, sus ojos helados, casi indiferentes, se posaron en los pequeños puestos de los comerciantes. Algunos aldeanos, al verlo acercarse, retrocedieron instintivamente, sus rostros reflejando una mezcla de asombro y temor. Las cestas de frutas y verduras en los mostradores vibraban con cada una de sus pisadas, y el bullicio del mercado se vio interrumpido por el silencio incómodo que generaba su imponente presencia. — Joven ... Tú ... Tú ... — Las personas estaban alteradas, como si supieran que se avecinaba un cambio. La voz del único personaje que no se sorprendió al ver al imponente vikingo fue la de un anciano, el cual entabló conversación rápidamente. Era pequeño, calvo y caminaba con la ayuda de un bastón. Se había quedado solo allí, todos sus "compañeros" escaparon por temor, por los sonidos de movidas explotando. Ragn agachó la cabeza, ojeando al pequeño humano que apareció ante el. Lo ojeo bien. En ocasiones hasta el propio Ragn sentía su propia presión en los demás, como un extraño poder. — Anssiano ... — El tono de voz de Ragn era como una grieta de hielo, las palabras eran toscas, pero cuando se producían el eco, uno escuchaba. Fue en ese instante cuando tuvo una idea. — ¿Conosserrr mucho isla? ¿caminos? — El pobre hombre bajó la mirada afirmando. Con un salto elegante a la par de útil, Ragn se colocó frente al anciano hombre. Cuando su cuerpo cayó, retumbó el propio terreno de la cantidad de peso que movía sin darse cuenta. Habló con el, le contó quién era, quienes eran todos, qué hacían allí y lo que iban a conseguir. Se lo contó de la única forma que sabía, con la épica por bandera. Lo que Airgid podría ver (ya que le acompañaba) es al ancianito subir por el cuerpo de Ragn hasta el hombro y apuntando con el bastón hacia cierta dirección.
Ragn no se detenía. Atravesaba los puestos como si fueran simples obstáculos en su camino. Un carro cargado de barriles de madera quedó reducido a astillas bajo la fuerza de su pie, y uno de los tenderos se apresuró a apartarse, dejando caer una caja llena de frutas que rodaron por el suelo. El guerrero apenas desvió la mirada, indiferente al caos que iba sembrando a su paso. Cuando su pie pisó una pequeña fuente del pueblo, el agua saltó en todas direcciones, salpicando a los aldeanos cercanos. El sonido de la piedra resquebrajándose bajo su peso resonó en el aire. Ragn siguió avanzando, sin prisa, pero con una determinación inquebrantable, sus zancadas cada vez más grandes. Al alcanzar la zona que el anciano le marcaba el murmullo lejano del río lo guió. El viento que soplaba desde la corriente traía consigo un olor a frescura, un cambio de ambiente en comparación con el calor y el polvo del pueblo. Ragn dio una última zancada y, con un paso firme, sus pies llegaron al banco fangoso del río. Frente a él, el agua fluía serena, ajena a la devastación que había dejado atrás. Las dos espadas en su espalda vibraban ligeramente con el sonido del viento, como si supieran lo que estaba por venir. Asradi ya no estaba en su radar, pero Airgid sí.
¿Que cuál era la idea? lo cierto es que la aparición del anciano fue un puntazo. El hombre les indició un camino en el que el río daba un pequeño desvio, nada, mínimo. Pero suficiente como para poder "construir" algo que pudiera hacerlo cambiar de rumbo. — Sabio, serrr de grrran utilidad. — Lo bajó de su hombro y a duras penas, lo depositó en tierra firme. El hombre les había conducido a una zona clave, en la que el río bajaba, pero daba un extraño giro que visto desde la utilidad (pues Airgid y Ragn venian a modificar la zona) era terriblemente útil. — B-bien ... Ahora, haced lo vuestro, héroes ... — Comentó mostrando la sonrisa que le permitía el cuerpo. A paso tranquilo se fue perdiendo la silueta del hombre.
Los ojos de Ragn contemplaban como personas de edades dispares corrían hacia un punto. Su cuerpo le pedía seguirlos, en el río poco podría hacer. Airgid tenía la habilidad perfecta para orientar la potencia del agua hacia el lugar adecuado, ¿pero él? quería ser de ayuda. Esperó a ver lo que hacía su compañera antes de tomar la decisión de marcharse a la batalla o ver lo que pasaba. Mientras se decidiía, lejos de esperar, el vikingo sacó sus armas ... Caminó hasta árboles cercanos y comenzó a cortar los mismos y colocar estos sobre el río, justo después del desvio, es decir quedaría detrás de la plancha de metal que acompañaría el agua hacia otro camino. ¿Lo previsto? que la corriente fuera muy poderosa, por eso lo ideal sería ailarlos justo detrás como un refuerzo al choque inicial.
Cuando todo parecía claro, Ragn puso marcha junto a sus compañeras hacia el siguiente punto de la misión. Quiso tomar el den den mushi, pero recordó que aún lo tenía Robson. ¿Habría ayudado en algo el joven? ¿quizás convencido a unos cuantos? eso hubiera sido más que suficiente. La misión estaba clara, la tenían clara desde hacía días si este punto concreto, es decir Karina, salía bien. Debían alcanzar el rio y Asradi adelantarse a la bajada del mismo para que cuando la presa fuera destruida, que ella pudiera enderezarla adecuadamente. Sin embargo también sabían que aquello no sería fácil, así que tanto Airgid como Ragn tendrían que ... ¿Terra formar? la zona buscando que el agua tomara un rumbo poco natural. Ragn, el coloso rubio, avanzó a través del pueblo con una firmeza que estremecía el suelo a cada paso. Sus piernas, de proporciones gigantescas, se estiraban en largas zancadas que cubrían metros enteros con una facilidad asombrosa. A su espalda, las dos espadas de dos metros, cruzadas en una X, brillaban a la luz del sol, proyectando sombras alargadas sobre el camino polvoriento.
Al adentrarse en el pueblo, sus ojos helados, casi indiferentes, se posaron en los pequeños puestos de los comerciantes. Algunos aldeanos, al verlo acercarse, retrocedieron instintivamente, sus rostros reflejando una mezcla de asombro y temor. Las cestas de frutas y verduras en los mostradores vibraban con cada una de sus pisadas, y el bullicio del mercado se vio interrumpido por el silencio incómodo que generaba su imponente presencia. — Joven ... Tú ... Tú ... — Las personas estaban alteradas, como si supieran que se avecinaba un cambio. La voz del único personaje que no se sorprendió al ver al imponente vikingo fue la de un anciano, el cual entabló conversación rápidamente. Era pequeño, calvo y caminaba con la ayuda de un bastón. Se había quedado solo allí, todos sus "compañeros" escaparon por temor, por los sonidos de movidas explotando. Ragn agachó la cabeza, ojeando al pequeño humano que apareció ante el. Lo ojeo bien. En ocasiones hasta el propio Ragn sentía su propia presión en los demás, como un extraño poder. — Anssiano ... — El tono de voz de Ragn era como una grieta de hielo, las palabras eran toscas, pero cuando se producían el eco, uno escuchaba. Fue en ese instante cuando tuvo una idea. — ¿Conosserrr mucho isla? ¿caminos? — El pobre hombre bajó la mirada afirmando. Con un salto elegante a la par de útil, Ragn se colocó frente al anciano hombre. Cuando su cuerpo cayó, retumbó el propio terreno de la cantidad de peso que movía sin darse cuenta. Habló con el, le contó quién era, quienes eran todos, qué hacían allí y lo que iban a conseguir. Se lo contó de la única forma que sabía, con la épica por bandera. Lo que Airgid podría ver (ya que le acompañaba) es al ancianito subir por el cuerpo de Ragn hasta el hombro y apuntando con el bastón hacia cierta dirección.
Ragn no se detenía. Atravesaba los puestos como si fueran simples obstáculos en su camino. Un carro cargado de barriles de madera quedó reducido a astillas bajo la fuerza de su pie, y uno de los tenderos se apresuró a apartarse, dejando caer una caja llena de frutas que rodaron por el suelo. El guerrero apenas desvió la mirada, indiferente al caos que iba sembrando a su paso. Cuando su pie pisó una pequeña fuente del pueblo, el agua saltó en todas direcciones, salpicando a los aldeanos cercanos. El sonido de la piedra resquebrajándose bajo su peso resonó en el aire. Ragn siguió avanzando, sin prisa, pero con una determinación inquebrantable, sus zancadas cada vez más grandes. Al alcanzar la zona que el anciano le marcaba el murmullo lejano del río lo guió. El viento que soplaba desde la corriente traía consigo un olor a frescura, un cambio de ambiente en comparación con el calor y el polvo del pueblo. Ragn dio una última zancada y, con un paso firme, sus pies llegaron al banco fangoso del río. Frente a él, el agua fluía serena, ajena a la devastación que había dejado atrás. Las dos espadas en su espalda vibraban ligeramente con el sonido del viento, como si supieran lo que estaba por venir. Asradi ya no estaba en su radar, pero Airgid sí.
¿Que cuál era la idea? lo cierto es que la aparición del anciano fue un puntazo. El hombre les indició un camino en el que el río daba un pequeño desvio, nada, mínimo. Pero suficiente como para poder "construir" algo que pudiera hacerlo cambiar de rumbo. — Sabio, serrr de grrran utilidad. — Lo bajó de su hombro y a duras penas, lo depositó en tierra firme. El hombre les había conducido a una zona clave, en la que el río bajaba, pero daba un extraño giro que visto desde la utilidad (pues Airgid y Ragn venian a modificar la zona) era terriblemente útil. — B-bien ... Ahora, haced lo vuestro, héroes ... — Comentó mostrando la sonrisa que le permitía el cuerpo. A paso tranquilo se fue perdiendo la silueta del hombre.
Los ojos de Ragn contemplaban como personas de edades dispares corrían hacia un punto. Su cuerpo le pedía seguirlos, en el río poco podría hacer. Airgid tenía la habilidad perfecta para orientar la potencia del agua hacia el lugar adecuado, ¿pero él? quería ser de ayuda. Esperó a ver lo que hacía su compañera antes de tomar la decisión de marcharse a la batalla o ver lo que pasaba. Mientras se decidiía, lejos de esperar, el vikingo sacó sus armas ... Caminó hasta árboles cercanos y comenzó a cortar los mismos y colocar estos sobre el río, justo después del desvio, es decir quedaría detrás de la plancha de metal que acompañaría el agua hacia otro camino. ¿Lo previsto? que la corriente fuera muy poderosa, por eso lo ideal sería ailarlos justo detrás como un refuerzo al choque inicial.