Takahiro
La saeta verde
04-10-2024, 06:58 PM
«Y con esto queda demostrado que el veganismo es una mentira. Hijo de la gran fruta…», pensó para sus adentros el marine, mientras observaba como el pirata con pelo de lechuga, de un verde tan intenso como un árbol de navidad, sacaba fuerzas de flaquezas para golpear el suelo con todo lo que le quedaba en su interior. Fue un puñetazo potente, quizá demasiado para una persona en su estado. Eso significaba dos cosas: la primera era que Broco Lee los había subestimado y que, por culpa de ello, había perecido en su propia arrogancia. Y la segunda, que el entrenamiento había dado sus frutos. El escuadrón de locos que conformaba la L-42 estaba preparada para enfrentarse a cualquier enemigo. ¿Sería momento para adentrarse en el Gran Line? Bueno, esa era una pregunta que podía esperar.
Tras el fuerte impacto, el suelo comenzó a temblar, incesantemente. Ante los incrédulos ojos del espadachín, la tierra parecía que había comenzado a ondularse, propagándose en ondas circulares, como la superficie del agua de un estanque tras la caída de una piedra por parte de un niño. Tras ello, todo el suelo se agrietó en un amplio radio y, sin poder evitarlo, todo comenzó a caer. Ocurrió muy rápido. Estaba lejos de un lugar estable, podría decirse que Takahiro se encontraba, nuevamente, en el lugar más inadecuado en el momento menos indicado. En un abrir y cerrar de ojos todo a sus pies estaba cayendo a un vacío del que no sabía si podía salir vivo.
Enfundó sus armas y haciendo gala de sus habilidades comenzó a saltar de una piedra a otra que tenía en frente, avanzando con la intención de llegar a tierra firme. Primero una piedra rectangular, que usó para impulsarse y saltar sobre una circular. Después otra más pequeña, en la que casi se resbala y pierde el equilibrio. Finalmente, cuando creía todo perdido algo le sujetó de los hombros. Eran unas garras que se clavaban en él, aunque no le hacía daño. Era reconfortante. Sí, se trataba de Atlas en su forma de pájaro de llamas azules.
—Te debo un poco de alpiste, que lo sepas —bromeó el peliverde, sujetando las zarpas de su compañero con las manos, haciéndole que notar que estaba muy agradecido por ello.
Una vez en tierra firme, Ray se encargó de ver como se encontraba la situación. Si bien eran marines del mismo rango, Takahiro se encontraba cómodo teniendo que llevar a cabo las funciones típicas de un suboficial, aún no se sentía preparado para ello, aunque consideraba que tenía un buen criterio y buen juicio para la toma de decisiones. Era muy contradictorio. Tras ello, sin perder de vista al pirata con más prótesis que partes humanas, decidieron ir a la costa a ver como se encontraba el héroe de las profundidades, también conocido como Octojin. Takahiro no estaba nada preocupado. Sabía de lo que era capaz el pez y un grupo de piratas en sus barquitos de madera no podían ser un problema para él. Sin embargo, también era consciente de lo temerario que era muchas veces en sus acciones.
—¿Quién es tu amigo? ¿O es amiga?—le preguntó el peliverde, al verlo junto a una especie de mink foca. Todo parecía haber terminado, tan solo quedaba ir a la base, recuperarse un poco, y poner rumbo a Loguetown—. Por cierto, no pienso dar un palo al agua en una semana. Esto tiene que convalidar, como mínimo, tres o cuatro días de descanso seguido. Creo que nos lo merecemos.
Tras el fuerte impacto, el suelo comenzó a temblar, incesantemente. Ante los incrédulos ojos del espadachín, la tierra parecía que había comenzado a ondularse, propagándose en ondas circulares, como la superficie del agua de un estanque tras la caída de una piedra por parte de un niño. Tras ello, todo el suelo se agrietó en un amplio radio y, sin poder evitarlo, todo comenzó a caer. Ocurrió muy rápido. Estaba lejos de un lugar estable, podría decirse que Takahiro se encontraba, nuevamente, en el lugar más inadecuado en el momento menos indicado. En un abrir y cerrar de ojos todo a sus pies estaba cayendo a un vacío del que no sabía si podía salir vivo.
Enfundó sus armas y haciendo gala de sus habilidades comenzó a saltar de una piedra a otra que tenía en frente, avanzando con la intención de llegar a tierra firme. Primero una piedra rectangular, que usó para impulsarse y saltar sobre una circular. Después otra más pequeña, en la que casi se resbala y pierde el equilibrio. Finalmente, cuando creía todo perdido algo le sujetó de los hombros. Eran unas garras que se clavaban en él, aunque no le hacía daño. Era reconfortante. Sí, se trataba de Atlas en su forma de pájaro de llamas azules.
—Te debo un poco de alpiste, que lo sepas —bromeó el peliverde, sujetando las zarpas de su compañero con las manos, haciéndole que notar que estaba muy agradecido por ello.
Una vez en tierra firme, Ray se encargó de ver como se encontraba la situación. Si bien eran marines del mismo rango, Takahiro se encontraba cómodo teniendo que llevar a cabo las funciones típicas de un suboficial, aún no se sentía preparado para ello, aunque consideraba que tenía un buen criterio y buen juicio para la toma de decisiones. Era muy contradictorio. Tras ello, sin perder de vista al pirata con más prótesis que partes humanas, decidieron ir a la costa a ver como se encontraba el héroe de las profundidades, también conocido como Octojin. Takahiro no estaba nada preocupado. Sabía de lo que era capaz el pez y un grupo de piratas en sus barquitos de madera no podían ser un problema para él. Sin embargo, también era consciente de lo temerario que era muchas veces en sus acciones.
—¿Quién es tu amigo? ¿O es amiga?—le preguntó el peliverde, al verlo junto a una especie de mink foca. Todo parecía haber terminado, tan solo quedaba ir a la base, recuperarse un poco, y poner rumbo a Loguetown—. Por cierto, no pienso dar un palo al agua en una semana. Esto tiene que convalidar, como mínimo, tres o cuatro días de descanso seguido. Creo que nos lo merecemos.