Atlas
Nowhere | Fénix
05-10-2024, 12:56 PM
El tiempo amenazó con detenerse. No literalmente, claro, porque esas cosas no suceden de verdad, pero la percepción del transcurso del tiempo puede alterarse hasta límites insospechados. Los gimoteos de Meethook, oculto donde Ray le había colocado para resguardarle de las amenazas, dejaron de ser audibles. El sonido de los grilletes al cerrarse en torno a las muñecas de los piratas veganos también pasó a ser insignificante. Lo único que restaba era el soberano mandoble que Camille blandía hacia Broco y las ofensivas auxiliares con las que los demás pretendíamos dejarle fuera de combate de una vez por todas.
Pero Broco Lee no sería derrotado sin pelear. ¿Muerto? Ojalá que no, la idea de arrebatar intencionadamente la vida de nadie me revolvía las entrañas y me resultaba tremendamente aterradora, pero eran las vidas de mis compañeros las que también estaban en juego. Si queríamos protegernos entre nosotros, la potencia de nuestros ataques no podía ser inferior a la de los suyos, y él sí que iba con intención de matar.
El choque pareció procedente de otro mundo. Del punto de colisión entre la odachi de la oni y el golpe del falso vegano nació una onda, una liberación masiva de poder bruto, que golpeó mi cuerpo con la potencia de un huracán. A pesar de ello continué blandiendo mi arma en dirección a Broco. Al menos teníamos que dejarle inconsciente para salvaguardar la vida de Meethook y poder apresarle. No obstante, el acantilado sobre el que se asentaba el faro desde hacía a saber cuánto no parecía tener la misma determinación. El suelo se resquebrajó bajo nuestros pies, naciendo en el mismo profundas grietas de las que manaban polvo y tierra a partes iguales. Cuantas más grietas aparecían, más parecía ceder la superficie sobre la pisábamos y, cuando quisimos darnos cuenta, todo se desplomaba a nuestro alrededor.
Desde mi posición pude ver cómo Ray se dirigía a por Meethook y le aferraba para ponerle a salvo sin mayor problema. Camille hizo lo propio, alejándose de la zona peligrosa y librándose de cualquier amenaza. Quienes no teníamos tanta suerte éramos Taka, Broco y yo. De lo que quedaba del pirata se podía ver a las claras que, por desgracia, no cabía posibilidad de que permaneciese con vida. En cierto modo era loable: tenía un objetivo, fuese mejor o peor, y había luchado por él hasta sus últimas consecuencias.
—¡A sus órdenes! —respondí ante el reclamo de Camille, aunque en mi caso no iría a por el medio hombre, sino a por nuestro compañero. ¿Digo yo que también querría salvarle, no? Por muy mal que se llevasen, dudaba que le deseara la muerte.
Con cierta pesadumbre lastrando mi conciencia, el fuego celeste manó de mi cuerpo y arrojó una cálida luz a la trágica pero exitosa noche que nos había tocado vivir. Allí donde caía una persona con una fisionomía un tanto alterada, el fuego parecía consumirla para dar lugar a un portentoso ave repleto de celeste y dorado. Aleteé, cambiando de trayectoria en el aire y lanzándome en picado hacia el espadachín oriundo de Arabasta. abía estado saltando de escombro en escombro en un poco productivo intento de no caer en el profundo azul —gesto que le honraba, todo fuese dicho—. Le alcancé antes de que se sumergiese en el mar, aferrando sus hombros y alzándome con él hacia el cielo.
—Que sean mejor unas alitas de pollo —bromeé en voz alta antes de elevarme de nuevo hacia las alturas para unirme a los demás.
Una vez en tierra y habiendo recuperado de nuevo mi forma humana, no pude evitar detenerme un instante para valorar la zona que nos disponíamos a dejar atrás. Uno de los emblemas de la isla, su faro, había sido devorado por las olas y la inquina de Broco Lee, mentiroso capitán de los Piratas Veganos. Parte del risco que lo acogía se había hundido junto a él. La zona nunca volvería a ser igual.
Y el mar... ¿cómo estaría Octo? Confiaba plenamente en sus capacidades, así que lo cierto era que no dudaba de que, habiendo estado en su medio ideal, hubiese salido con vida de cometido, pero ¿cómo estaría? Esperaba que bien, que sus heridas fuesen superficiales y no precisase demasiados cuidados por parte de Ray o quien se fuera a encargar de él.
De cualquier modo, después de que se hubo comprobado que todos los bucaneros habían sido correctamente apresados, con Meethook firmemente custodiado, nos pusimos en camino hacia el punto de encuentro: el muelle. Algunas miradas recelosas y un par de comentarios fuera de lugar obligaron a quienes estaban verdaderamente al tanto de todos los pormenores de la misión —yo no, por supuesto— a mostrar la carta de Murray, el principal responsable de la actuación de la Marina en Isla Kilombo, que confirmaba que estábamos allí por petición expresa suya. Aquello acalló cualquier crítica o acusación, aunque en sus ojos podía leer que el verdadero problema que atenazaba sus conciencias no era que estuviésemos allí o no, sino que su líder nos había buscado a nosotros para llevar a cabo un encargo de crucial importancia. Y lo peor es que no se podían dar por ofendidos o atacados, porque habían aprovechado la menor oportunidad que habían tenido para saltarse a la torera su cometido y sus obligaciones.
En cualquier caso, en cuanto llegamos al muelle y nos reunimos con el tiburón, exhausto hasta límites insospechados, nos topamos con una sorpresa. Por cómo hablaba de ella el tiburón parecía que quería servir como una especie de liberador para ella. Sí, cualquiera que conociese un poco al gyojin podría ver en su actitud que quería, por decirlo de algún modo, apadrinar al mink… ¿o era ella? En cualquier caso, el afán de nuestro compañero por eliminar el odio hacia lo diferente en el mundo, porque los diferentes seres vivos pudiesen convivir en igualdad independientemente de su apariencia o medio de vida, impregnaba profundamente cada una de sus acciones. Entre nuestras filas teníamos ya una oni y un gyojin, ¿qué nos impedía incorporar a una nutria? Claro que antes tendría que explicarnos por qué demonios no la consideraba una amenaza si, tal y como indicaba su estado y sus heridas, parecía haber peleado recientemente contra ella.
¿Que qué quedaba? Lo peor: el papeleo. Por suerte, confiaba en que entre Camille y Ray pudiesen satisfacer las necesidades burocráticas del gigante devora-papel que era la Marina. De no ser así, Shawn tendría que buscar mucho y correr aún más si pretendía un informe por mi parte. Eso sí, ¿tendríamos que partir directamente hacia Loguetown o nos ordenarían permanecer unos días en Kilombo?
Pero Broco Lee no sería derrotado sin pelear. ¿Muerto? Ojalá que no, la idea de arrebatar intencionadamente la vida de nadie me revolvía las entrañas y me resultaba tremendamente aterradora, pero eran las vidas de mis compañeros las que también estaban en juego. Si queríamos protegernos entre nosotros, la potencia de nuestros ataques no podía ser inferior a la de los suyos, y él sí que iba con intención de matar.
El choque pareció procedente de otro mundo. Del punto de colisión entre la odachi de la oni y el golpe del falso vegano nació una onda, una liberación masiva de poder bruto, que golpeó mi cuerpo con la potencia de un huracán. A pesar de ello continué blandiendo mi arma en dirección a Broco. Al menos teníamos que dejarle inconsciente para salvaguardar la vida de Meethook y poder apresarle. No obstante, el acantilado sobre el que se asentaba el faro desde hacía a saber cuánto no parecía tener la misma determinación. El suelo se resquebrajó bajo nuestros pies, naciendo en el mismo profundas grietas de las que manaban polvo y tierra a partes iguales. Cuantas más grietas aparecían, más parecía ceder la superficie sobre la pisábamos y, cuando quisimos darnos cuenta, todo se desplomaba a nuestro alrededor.
Desde mi posición pude ver cómo Ray se dirigía a por Meethook y le aferraba para ponerle a salvo sin mayor problema. Camille hizo lo propio, alejándose de la zona peligrosa y librándose de cualquier amenaza. Quienes no teníamos tanta suerte éramos Taka, Broco y yo. De lo que quedaba del pirata se podía ver a las claras que, por desgracia, no cabía posibilidad de que permaneciese con vida. En cierto modo era loable: tenía un objetivo, fuese mejor o peor, y había luchado por él hasta sus últimas consecuencias.
—¡A sus órdenes! —respondí ante el reclamo de Camille, aunque en mi caso no iría a por el medio hombre, sino a por nuestro compañero. ¿Digo yo que también querría salvarle, no? Por muy mal que se llevasen, dudaba que le deseara la muerte.
Con cierta pesadumbre lastrando mi conciencia, el fuego celeste manó de mi cuerpo y arrojó una cálida luz a la trágica pero exitosa noche que nos había tocado vivir. Allí donde caía una persona con una fisionomía un tanto alterada, el fuego parecía consumirla para dar lugar a un portentoso ave repleto de celeste y dorado. Aleteé, cambiando de trayectoria en el aire y lanzándome en picado hacia el espadachín oriundo de Arabasta. abía estado saltando de escombro en escombro en un poco productivo intento de no caer en el profundo azul —gesto que le honraba, todo fuese dicho—. Le alcancé antes de que se sumergiese en el mar, aferrando sus hombros y alzándome con él hacia el cielo.
—Que sean mejor unas alitas de pollo —bromeé en voz alta antes de elevarme de nuevo hacia las alturas para unirme a los demás.
Una vez en tierra y habiendo recuperado de nuevo mi forma humana, no pude evitar detenerme un instante para valorar la zona que nos disponíamos a dejar atrás. Uno de los emblemas de la isla, su faro, había sido devorado por las olas y la inquina de Broco Lee, mentiroso capitán de los Piratas Veganos. Parte del risco que lo acogía se había hundido junto a él. La zona nunca volvería a ser igual.
Y el mar... ¿cómo estaría Octo? Confiaba plenamente en sus capacidades, así que lo cierto era que no dudaba de que, habiendo estado en su medio ideal, hubiese salido con vida de cometido, pero ¿cómo estaría? Esperaba que bien, que sus heridas fuesen superficiales y no precisase demasiados cuidados por parte de Ray o quien se fuera a encargar de él.
De cualquier modo, después de que se hubo comprobado que todos los bucaneros habían sido correctamente apresados, con Meethook firmemente custodiado, nos pusimos en camino hacia el punto de encuentro: el muelle. Algunas miradas recelosas y un par de comentarios fuera de lugar obligaron a quienes estaban verdaderamente al tanto de todos los pormenores de la misión —yo no, por supuesto— a mostrar la carta de Murray, el principal responsable de la actuación de la Marina en Isla Kilombo, que confirmaba que estábamos allí por petición expresa suya. Aquello acalló cualquier crítica o acusación, aunque en sus ojos podía leer que el verdadero problema que atenazaba sus conciencias no era que estuviésemos allí o no, sino que su líder nos había buscado a nosotros para llevar a cabo un encargo de crucial importancia. Y lo peor es que no se podían dar por ofendidos o atacados, porque habían aprovechado la menor oportunidad que habían tenido para saltarse a la torera su cometido y sus obligaciones.
En cualquier caso, en cuanto llegamos al muelle y nos reunimos con el tiburón, exhausto hasta límites insospechados, nos topamos con una sorpresa. Por cómo hablaba de ella el tiburón parecía que quería servir como una especie de liberador para ella. Sí, cualquiera que conociese un poco al gyojin podría ver en su actitud que quería, por decirlo de algún modo, apadrinar al mink… ¿o era ella? En cualquier caso, el afán de nuestro compañero por eliminar el odio hacia lo diferente en el mundo, porque los diferentes seres vivos pudiesen convivir en igualdad independientemente de su apariencia o medio de vida, impregnaba profundamente cada una de sus acciones. Entre nuestras filas teníamos ya una oni y un gyojin, ¿qué nos impedía incorporar a una nutria? Claro que antes tendría que explicarnos por qué demonios no la consideraba una amenaza si, tal y como indicaba su estado y sus heridas, parecía haber peleado recientemente contra ella.
¿Que qué quedaba? Lo peor: el papeleo. Por suerte, confiaba en que entre Camille y Ray pudiesen satisfacer las necesidades burocráticas del gigante devora-papel que era la Marina. De no ser así, Shawn tendría que buscar mucho y correr aún más si pretendía un informe por mi parte. Eso sí, ¿tendríamos que partir directamente hacia Loguetown o nos ordenarían permanecer unos días en Kilombo?