Shiro
Ninguno
05-10-2024, 06:18 PM
Mientras la pareja ascendía, Shiro no pudo evitar el nerviosismo que mostró su nakama. Por los gestos que realizaba parecía que estuviese rememorando algún trauma pasado. Shiro sabía muy bien qué era aquello, él mismo tenía a veces esos ataques cuando recordaba lo que Nanako le hizo a Hayato en su isla natal; por lo que se acercó a él en un intento de demostrarle que no estaba solo. Desde su aventura en Isla Kilombo, tanto él como Gretta habían pasado a ser un peculiar trío que siempre terminaba embarcado en todo tipo de líos, por lo que el joven quiso demostrar que allí estaba con él si lo necesitaba. Shiro no era el típico amigo que te consuela con palabras. Él lo consideraba algo vacío, pero si alguien que aprecia lo necesita, siempre estará ahí para ayudar en lo que sea.
El sentimentalismo no tardó en quedarse atrás, ya que tras un rato de ascenso, la pareja vislumbró el final de lo que Shiro esperaba que fuese la última escalera que subiese en mucho tiempo.
Shiro suspiró algo aliviado cuando vio los tesoros de la sala. Todo estaba repleto de oro y de cofres. Incluso las estatuas que rodeaban la misteriosa pirámide parecían valiosas. Al fin parecía que aquel laberinto del demonio iba a merecer la pena, aunque no por llegar hasta ahí el peliblanco iba a bajar la guardia. El peliblanco no se olvidaba de todas las personas que estaban en el lugar y era cuestión de tiempo de que llegasen. El laberinto no tenía ninguna prueba que pudiese retener a nadie por mucho tiempo, por lo que si querían que su ventaja valiese para algo, debían de moverse rápido… y parecía que Qazan pensaba lo mismo que el espadachín. Tras unas pocas palabras y sin pensarlo dos veces, se tiró al centro, quedando a Shiro perplejo por la movilidad del gyojin. Al peliblanco le hubiese gustado que hubiesen hablado antes de realizar ningún movimiento, pero ya era demasiado tarde para eso.
- La madre que lo parió - pensó el joven mientras se echaba una mano a la cara en gesto de desesperación.
Una cosa era querer pillar los tesoros, pero otra lanzarse como un inconsciente sin pensar en que la sala tuviera alguna trampa final. Dado los mecanismos con los que se habían topado desde la entrada en la cueva, no sería extraño. En cualquier momento podía pasar cualquier infortunio que lo echase a perder, aunque en parte a Shiro no le extrañaba. Seguramente se había dejado llevar por la desesperación del momento. La travesía hasta aquí había sido cansada y el peliblanco también quería llegar al final del asunto… o simplemente se le estaba pegando la locura de Gretta. Fuese lo que fuese, el peliblanco se había quedado lo suficientemente bloqueado para que el resto de la sala comenzase a llenarse.
- Mierda, me descuidé - se recriminó el cocinero por haber perdido al final la ventaja que habían adquirido.
A su derecha apareció un grupo encabezado por un conejo, el cual hizo como el gyojin y fue en la misma dirección que este mientras el resto se separaba, mientras que por su izquierda, un par de escaleras más allá, el grupo del tipo del cabello morado que conocía a Lance. La sala comenzaba a llenarse y la cosa no tardaría en descontrolarse, por lo que el peliblanco, dada la situación, esperaría la aparición de su capitán.
Por suerte, los nakamas de Shiro no tardaron en aparecer a la otra punta de la estancia, al igual que el hombre mayor de la sala inicial junto a un mink que Shiro no conocía y el cual le dio un poco de contexto a la sala. El hombre hablaba con la certeza de un estudioso y el joven sabía que había que tenerlo en cuenta, pero la vista de sus compañeros captó más su atención. Seguramente, sino fuese por Gretta, no se hubiese dado cuenta y hubiese hecho más caso al hombrecillo, pero ahí se encontraba la daimink, captando la atención de Shiro como un enorme faro peludo.
El capitán del espadachín comenzó a darse voces con el tal Byron, llegando a una especie de acuerdo improvisado al que Shiro no terminaba de convencerle. Seguramente fuese porque el peliblanco lo veía sesgado desde una postura egoísta en la que desconocía el sufrimiento del resto para haber llegado hasta aquí, pero como respetaba ante todo a su capitán, se guardó sus recriminaciones para sí y decidió que pondría de su parte. Si querían repartir los tesoros, lo mejor era reunirlos en el centro, por lo que Shiro se movió hacia lo que parecía un sarcófago hacia su izquierda con intención de averiguar si había algo dentro de él… o al menos esa era la idea hasta que todo se torció vilmente.
El grupo del pelimorado se lanzó al ataque contra el grupo del conejo. Desde luego aquel capitán era mucho más descuidado e impulsivo que Lance, por lo que el peliblanco se sintió afortunado de que su capitán no fuese como el resto de su banda o de esta otra. Si bien era un tipo que pasaba de todo y casi siempre estaba ausente, luego lo compensaba con su buen carácter y corazón.
- Pues nada, daos caña, que yo voy a ver que hay aquí - pensó el muchacho dejando de lado la escena al comprobar que el resto iba a estar entretenido.
Ante él se encontraba una tumba enorme. Shiro confiaba que en su interior se encontrase algún bien preciado del dueño de la misma. Con un poco de suerte pertenecería a una de esas tribus que entierran a las personas con sus bienes más preciados, así que pensó que lo mejor era coger el ataúd y llevarlo junto al resto de tesoros. El peliblanco no era Gretta ni Qazan para llevarla a pulso, incluso dudaba de que pudiera abrir la tapa de la misma siquiera, por lo que tras sopesarlo un instante decidió que había llegado la hora de usar sus poderes también. En una situación como aquella vendrían muy bien, así que con un simple salto se colocó a horcajadas sobre el sarcófago y activó la habilidad de su akuma no mi mientras desenvainaba su mejor arma para estar preparado ante algún imprevisto.
Con una simple orden mental, Shiro haría que el sarcófago se elevara unos cuatro metros del suelo, dirigiriéndolo hacia el punto donde se estaban reuniendo el resto de sus nakamas junto a la pirámide. Si Shiro conseguía su movimiento, no le quitaría ojo al viejito y al otro tipo que estaba junto a él (Hunter). El peliblanco supuso que no era parte de la banda de Byron. No se había unido a la acción ni estaba reuniendo tesoros, pero no por ello el peliblanco iba a cometer el error de no vigilarlo. Cualquiera podría intentar un ataque traicionero, por lo que mantuvo su espada en alto durante todo el trayecto. Si nada lo interrumpía, el espadachín lo descendería hasta el suelo y se juntaría por fin con sus nakamas.
El sentimentalismo no tardó en quedarse atrás, ya que tras un rato de ascenso, la pareja vislumbró el final de lo que Shiro esperaba que fuese la última escalera que subiese en mucho tiempo.
Shiro suspiró algo aliviado cuando vio los tesoros de la sala. Todo estaba repleto de oro y de cofres. Incluso las estatuas que rodeaban la misteriosa pirámide parecían valiosas. Al fin parecía que aquel laberinto del demonio iba a merecer la pena, aunque no por llegar hasta ahí el peliblanco iba a bajar la guardia. El peliblanco no se olvidaba de todas las personas que estaban en el lugar y era cuestión de tiempo de que llegasen. El laberinto no tenía ninguna prueba que pudiese retener a nadie por mucho tiempo, por lo que si querían que su ventaja valiese para algo, debían de moverse rápido… y parecía que Qazan pensaba lo mismo que el espadachín. Tras unas pocas palabras y sin pensarlo dos veces, se tiró al centro, quedando a Shiro perplejo por la movilidad del gyojin. Al peliblanco le hubiese gustado que hubiesen hablado antes de realizar ningún movimiento, pero ya era demasiado tarde para eso.
- La madre que lo parió - pensó el joven mientras se echaba una mano a la cara en gesto de desesperación.
Una cosa era querer pillar los tesoros, pero otra lanzarse como un inconsciente sin pensar en que la sala tuviera alguna trampa final. Dado los mecanismos con los que se habían topado desde la entrada en la cueva, no sería extraño. En cualquier momento podía pasar cualquier infortunio que lo echase a perder, aunque en parte a Shiro no le extrañaba. Seguramente se había dejado llevar por la desesperación del momento. La travesía hasta aquí había sido cansada y el peliblanco también quería llegar al final del asunto… o simplemente se le estaba pegando la locura de Gretta. Fuese lo que fuese, el peliblanco se había quedado lo suficientemente bloqueado para que el resto de la sala comenzase a llenarse.
- Mierda, me descuidé - se recriminó el cocinero por haber perdido al final la ventaja que habían adquirido.
A su derecha apareció un grupo encabezado por un conejo, el cual hizo como el gyojin y fue en la misma dirección que este mientras el resto se separaba, mientras que por su izquierda, un par de escaleras más allá, el grupo del tipo del cabello morado que conocía a Lance. La sala comenzaba a llenarse y la cosa no tardaría en descontrolarse, por lo que el peliblanco, dada la situación, esperaría la aparición de su capitán.
Por suerte, los nakamas de Shiro no tardaron en aparecer a la otra punta de la estancia, al igual que el hombre mayor de la sala inicial junto a un mink que Shiro no conocía y el cual le dio un poco de contexto a la sala. El hombre hablaba con la certeza de un estudioso y el joven sabía que había que tenerlo en cuenta, pero la vista de sus compañeros captó más su atención. Seguramente, sino fuese por Gretta, no se hubiese dado cuenta y hubiese hecho más caso al hombrecillo, pero ahí se encontraba la daimink, captando la atención de Shiro como un enorme faro peludo.
El capitán del espadachín comenzó a darse voces con el tal Byron, llegando a una especie de acuerdo improvisado al que Shiro no terminaba de convencerle. Seguramente fuese porque el peliblanco lo veía sesgado desde una postura egoísta en la que desconocía el sufrimiento del resto para haber llegado hasta aquí, pero como respetaba ante todo a su capitán, se guardó sus recriminaciones para sí y decidió que pondría de su parte. Si querían repartir los tesoros, lo mejor era reunirlos en el centro, por lo que Shiro se movió hacia lo que parecía un sarcófago hacia su izquierda con intención de averiguar si había algo dentro de él… o al menos esa era la idea hasta que todo se torció vilmente.
El grupo del pelimorado se lanzó al ataque contra el grupo del conejo. Desde luego aquel capitán era mucho más descuidado e impulsivo que Lance, por lo que el peliblanco se sintió afortunado de que su capitán no fuese como el resto de su banda o de esta otra. Si bien era un tipo que pasaba de todo y casi siempre estaba ausente, luego lo compensaba con su buen carácter y corazón.
- Pues nada, daos caña, que yo voy a ver que hay aquí - pensó el muchacho dejando de lado la escena al comprobar que el resto iba a estar entretenido.
Ante él se encontraba una tumba enorme. Shiro confiaba que en su interior se encontrase algún bien preciado del dueño de la misma. Con un poco de suerte pertenecería a una de esas tribus que entierran a las personas con sus bienes más preciados, así que pensó que lo mejor era coger el ataúd y llevarlo junto al resto de tesoros. El peliblanco no era Gretta ni Qazan para llevarla a pulso, incluso dudaba de que pudiera abrir la tapa de la misma siquiera, por lo que tras sopesarlo un instante decidió que había llegado la hora de usar sus poderes también. En una situación como aquella vendrían muy bien, así que con un simple salto se colocó a horcajadas sobre el sarcófago y activó la habilidad de su akuma no mi mientras desenvainaba su mejor arma para estar preparado ante algún imprevisto.
Con una simple orden mental, Shiro haría que el sarcófago se elevara unos cuatro metros del suelo, dirigiriéndolo hacia el punto donde se estaban reuniendo el resto de sus nakamas junto a la pirámide. Si Shiro conseguía su movimiento, no le quitaría ojo al viejito y al otro tipo que estaba junto a él (Hunter). El peliblanco supuso que no era parte de la banda de Byron. No se había unido a la acción ni estaba reuniendo tesoros, pero no por ello el peliblanco iba a cometer el error de no vigilarlo. Cualquiera podría intentar un ataque traicionero, por lo que mantuvo su espada en alto durante todo el trayecto. Si nada lo interrumpía, el espadachín lo descendería hasta el suelo y se juntaría por fin con sus nakamas.