Lance Turner
Shirogami
05-10-2024, 06:28 PM
Aquellas escaleras empezaban a resultarme monótonas, estaba harto de ir por tantas escaleras. Era tal el hastío por ellas, que cuando pude divisar una subdivisión de estas, lejos de tomarlo como un reto, resoplé.
- ¿Hasta cuándo vamos a seguir? – Pregunté con un claro tono de molestia.
Tras una pequeña observación para deducir cuál era la escalera en mejor estado, elegimos una de ellas para continuar poco a poco, aún tenía traumas de cuando bajamos las primeras escaleras, esas escaleras tuvieron la culpa de todo. Si tan solo no hubiésemos pisado esos escalones, nada de esto estaría pasando ahora, luego nos hemos encontrado con otras tantas escaleras que, gracias a Dios, no se habían roto, y ahora, otras más. De este maldito lugar, terminaré odiando algo tan simple como unas escaleras.
Estos pensamientos llenos de quejas y enfados, pronto se desvanecieron al encontrarnos con la nueva sala. Esta, a simple vista, nos cegó a todos. Tras tanta oscuridad por el camino, nos hemos dado de frente con esa masa luminosa que correspondía al oro, el cual reflejaba la luz del fuego que allí había. Estaba por todas partes, cubriendo el suelo como si alguien hubiese querido enterrar aquí toda su fortuna
- ¿Será que ya hemos encontrado el One Piece? – Dije en voz alta mientras reí un poco para aliviar la tensión.
Una voz familiar sonó tras de mi, provocándome un brote de alegría inmenso, el dudaría poco por lo que vendría tras su intervención.
- Que mial lo he pasado ah – Dijo la gran Gretta, a la cual llevaba demasiado tiempo sin ver. – Antes de poder siquiera articular palabra, sus brazos nos rodearon en un cálido y fuerte abrazo que no fue en absoluto agradable, pero sí cómico. – Promietedme que no más viaje infierno de estos eh. Un miomento ¿Shiro y Qazan?
Lejos de preocuparse por nuestra salud, se preocupaba de las caras que no estaban entre nosotros (Goku, Suzuka, Juuken) . Seguramente se deba a su necesidad de darles un fuerte abrazo a ellos también, del cual nos liberó al cabo de unos segundos. Retomando el aire a continuación, poco a poco, me reí y miré un poco a nuestro alrededor inmediato, viendo si se encontraban cerca de nosotros.
- No tengo ni idea, pero llevaban muy buen ritmo. Estarán bien, aunque tendremos que averiguarlo pronto.
La broma se esfumó de mi rostro cuando me percaté de algo en el suelo, entre ese mar de riquezas podían verse varios huesos, era lo que hacía que el aire se sintiera más pesado. Al principio parecían simples restos, pero en cuanto los toqué, se desmoronaron en polvo. No podía saber cuánto tiempo llevaban ahí, sin embargo, no era algo reciente. Esos huesos me provocaron cierto temor, ya que esto podría ser una trampa mortal, más aún si nos cegamos con los tesoros y el oro.
- Tened la guardia alta, podríamos estar en una trampa. – Dije a los que estaban conmigo para que tuviesen los pies en la tierra antes de lanzarse como locos.
Miré alrededor, en las esquinas, y los altares me parecieron extrañamente vacíos. Polvo y más polvo cubriendo objetos que, por el aspecto, no habían sido tocados en mucho, mucho tiempo. Lo que fuera que alguna vez había importado aquí, hacía ya tiempo que había dejado de hacerlo. Excepto, tal vez, por las tumbas. Esas eran un tanto diferentes. Selladas, grandes. Quién sabe qué o quién está durmiendo ahí. Mi instinto me decía que no lo quiero saber… todavía.
Luego, estaban esas tres placas, justo al centro, como sobresaliendo entre el tesoro. Los rostros tallados me resultaban familiares, aunque no podría decir de dónde. Viejos, ancianos con las mismas caras o casi idénticas. No estoy seguro si deberían inspirarme respeto o si son un recordatorio de que incluso los más grandes terminan aquí, olvidados entre huesos y polvo.
Pero lo que más destacaba, lo que atrapaba mi mirada sin poder evitarlo, era la pirámide en el centro. Las dos estatuas que la custodiaban eran… imponentes, por decirlo de alguna manera. Cuerpos femeninos, de piedra y oro, que parecían observarme, juzgándome sin siquiera moverse. Y luego, los cofres. Tan grandes que podrían contener todo lo que quisiera, o nada en absoluto. Y la cúspide… esos escalones que subían hacia el cielo, con la gema roja que brillaba desde lo alto. Había algo en esa luz que no me gustaba. Un poder palpable, como si la sala estuviera viva, esperando que alguien cometiera el error de subir esos escalones.
Suspiré, dejando que mi mirada recorriera todo otra vez, mientras mi mente hacía su trabajo. Esto no era solo una sala. Era una advertencia adornada de tesoros, y no podía bajar la guardia por completo.
En ese momento, llegó hasta mis oídos los gritos de aquel sabio que encontramos al comienzo de nuestra aventura aquí. Estaba gritando información sobre lo que veía en el centro de aquella sala, informándonos al resto con ello de lo que era aquel lugar. Otra voz sobresalía desde lejos, y muy pronto supe que se trataba de Byron. Llevaba un tiempo sin verle desde la 1ª sala, así que me resultó muy gratificante saber que se encontraba bien.
Comencé a estirar los brazos y las piernas analizando toda la situación de aquella sala, pensando cuál podría ser la mejor estrategia, así como la posible trampa mortal que habría, cuando Byron gritó nuevamente, esta vez dirigiéndose a mi. Me proponía una colaboración para repartirnos el premio entre ambos. Me gustaba la idea de colaborar, mi miedo sobre la prisión que podría ser este lugar, promovido en parte por los huesos, me hacía estar en guardia, así que librarnos de un posible conflicto era del todo beneficioso para ambos.
- ¡Está bien Byron! – Le contesté gritando para asegurarme de que me escucharía. - ¡Reunamos todo en el centro y hagamos un reparto equitati-
Mi frase se acortó cuando pude ver como aquel conejo que vi al comienzo, se estaba moviendo a toda prisa hacia el tesoro. Parecía estar dando coordinándose con sus compañeros, seguramente para abarcar con mayor seguridad el tesoro. Levanté la mano para detener a mis compañeros y observar unos segundos más lo que tenían en mente.
El propio Byron retomó la palabra, diciendo que se encargaría de la gente sin honor, lo cual haría referencia a los chicos que se habían encaminado al tesoro seguramente. Sin desviar mi mirada ni darle respuesta aún, me limité a asentir y señalé a Byron.
- Ese es Byron, es un conocido mío. Pirata también. Somos rivales declarados, pero tenemos amistad entre nosotros. – Seguido de esto, señalé a cada miembro de su banda que alcancé a localizar al ritmo que decía “este” cuando les apuntaba con el dedo (Banda de Byron).
- Son sus camaradas según he podido averiguar antes. Tenéis libertad para hacer lo que queráis, pero os pediría que nos centrásemos en el tesoro, reagruparlo en el centro. Si podéis evitar pelea con la banda de Byron, mejor. - Dejé unos segundos de silencio para tragar saliva y pensar que estaría pasando por sus cabezas y continué mi discurso en consecuencia a ello. - Si queréis lanzaros a pelear, sois libres, pero tened mucho cuidado. Este sitio podría ser una trampa, y nos conviene reservar nuestras energías por si acaso.
Bajé la mano y sin decir nada más comencé a correr a un ritmo moderado hacia la esquina superior izquierda, sin apartar la mirada del resto del escenario. Mi plan era llegar allí, meter todo en la mochila, y lo que no pudiese meterlo, agarrarlo como pudiera. También pretendía asegurarme las espaldas con el muro, de tal manera que aprovechando esta posición, pudiese lanzarme contra alguien si hubiese algún imprevisto u ocasión de entrar en combate. Con respecto a mis compañeros, aunque trataría de localizarles desde mi nueva posición, no me preocupaban demasiado. Confiaba en ellos lo suficiente como para no imponerles nada. Sabiendo lo que había en mi cabeza, de seguro tomarían una buena decisión.
En ese mismo momento, miré mi mano derecha, y la encontré vacía. Miré mi otra mano, y también la vi vacía. Notaba que me faltaba algo, y en consecuencia, abrí y cerré la palma de mi mano hasta caer en la cuenta de qué era.
- ¿Dónde está Suzuka? – Me pregunté en voz alta sin detenerme.