Silver
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05-10-2024, 08:28 PM
El precio que el enano mencionó le arrancó una sonrisa, aunque no por la cantidad en sí, sino por el descaro. Cuatro millones de berries. Era evidente que el mapa no valía esa cifra, pero el capitán supuso que intentaba tantear el terreno o ponerlo a prueba. Estaba acostumbrado a ese tipo de juegos, en los que ambos jugadores sabían que ninguno estaba siendo completamente sincero. No le molestaba en absoluto, al contrario, aquello hacía las cosas más interesantes.
—Creo que es más de lo que vale —respondió con una chispa en los ojos, dispuesto a seguir el juego. Si lo ganaba en el pulso, además de mantener su orgullo intacto, seguramente lograría que ese precio bajara considerablemente.
A medida que el enano se acomodaba para el duelo, Silver también se preparó, consciente de que la fuerza bruta no lo llevaría muy lejos en esta ocasión. Tofun lo superaba en poder físico, algo que ya había intuido al verlo despachar a otros con facilidad. No obstante, no estaba dispuesto a ceder tan rápido. Había algo más en juego que el mapa: su orgullo como comerciante, su resistencia, y por supuesto, el hecho de que podía utilizar esta situación a su favor para negociar un mejor trato.
El choque de manos fue firme. La diferencia de tamaños era evidente, pero la determinación en ambos era palpable. Cuando Tofun lanzó la cuenta atrás con un hipo intercalado, el pirata sonrió para sí mismo. "Este pequeño demonio tiene más en la manga de lo que deja ver", pensó, notando cómo el enano utilizaba su destreza para ganar ventaja desde el principio, doblando la muñeca en un movimiento astuto.
Con cada segundo que pasaba, Syxel sentía la presión creciente en su brazo, pero se negó a ceder. No podía ganarlo en fuerza, eso lo entendía, pero podía aguantar lo suficiente para medir a su rival y mantener el juego interesante. Cuando el pequeño trató de distraerlo con una pregunta, el capitán sonrió con más amplitud, aceptando el reto verbal con la misma facilidad con la que aceptaba el físico.
—¿A dónde quiero viajar? —repitió con tono juguetón—. A todos lados, mi buen amigo. El East Blue es solo el principio. Mi destino está más allá de cualquier carta de navegación, más allá de cualquier horizonte.
Con una sonrisa aún en los labios, utilizó la mano que tenía libre y, con naturalidad, tomó la botella que descansaba en la mesa para servirse un trago. De un solo golpe se lo bebió, dejando que el líquido quemara su garganta, pero manteniendo la compostura. Cada segundo que aguantaba era un pequeño triunfo en sí mismo. Sabía que tarde o temprano el enano lo superaría, pero su verdadero objetivo no era ganar el pulso, sino ganar tiempo para negociar.
—Si me ofreces un trato más justo, —continuó, manteniendo la tensión en el brazo sin perder el humor—, quizás podamos llegar a un acuerdo. ¿Qué tal dos millones? Y, quién sabe, tal vez adquiera más de tus mercancías.
—Creo que es más de lo que vale —respondió con una chispa en los ojos, dispuesto a seguir el juego. Si lo ganaba en el pulso, además de mantener su orgullo intacto, seguramente lograría que ese precio bajara considerablemente.
A medida que el enano se acomodaba para el duelo, Silver también se preparó, consciente de que la fuerza bruta no lo llevaría muy lejos en esta ocasión. Tofun lo superaba en poder físico, algo que ya había intuido al verlo despachar a otros con facilidad. No obstante, no estaba dispuesto a ceder tan rápido. Había algo más en juego que el mapa: su orgullo como comerciante, su resistencia, y por supuesto, el hecho de que podía utilizar esta situación a su favor para negociar un mejor trato.
El choque de manos fue firme. La diferencia de tamaños era evidente, pero la determinación en ambos era palpable. Cuando Tofun lanzó la cuenta atrás con un hipo intercalado, el pirata sonrió para sí mismo. "Este pequeño demonio tiene más en la manga de lo que deja ver", pensó, notando cómo el enano utilizaba su destreza para ganar ventaja desde el principio, doblando la muñeca en un movimiento astuto.
Con cada segundo que pasaba, Syxel sentía la presión creciente en su brazo, pero se negó a ceder. No podía ganarlo en fuerza, eso lo entendía, pero podía aguantar lo suficiente para medir a su rival y mantener el juego interesante. Cuando el pequeño trató de distraerlo con una pregunta, el capitán sonrió con más amplitud, aceptando el reto verbal con la misma facilidad con la que aceptaba el físico.
—¿A dónde quiero viajar? —repitió con tono juguetón—. A todos lados, mi buen amigo. El East Blue es solo el principio. Mi destino está más allá de cualquier carta de navegación, más allá de cualquier horizonte.
Con una sonrisa aún en los labios, utilizó la mano que tenía libre y, con naturalidad, tomó la botella que descansaba en la mesa para servirse un trago. De un solo golpe se lo bebió, dejando que el líquido quemara su garganta, pero manteniendo la compostura. Cada segundo que aguantaba era un pequeño triunfo en sí mismo. Sabía que tarde o temprano el enano lo superaría, pero su verdadero objetivo no era ganar el pulso, sino ganar tiempo para negociar.
—Si me ofreces un trato más justo, —continuó, manteniendo la tensión en el brazo sin perder el humor—, quizás podamos llegar a un acuerdo. ¿Qué tal dos millones? Y, quién sabe, tal vez adquiera más de tus mercancías.