Un sigilo cuanto menos descuidado de su parte, de eso no tuvo duda cuando hubo consecuencias. Sobreestimando la cantidad de guardias que se habían movilizado hacia otro extremo de la estructura, pretender echar vuelo inicialmente parecía una idea aceptable en una situación apresurada. Lejos de la realidad, los guardias que aún permanecían por el lugar no fallaron en observar al chico Lunarian echando vuelo y, sin medir palabra, apuntarle con sus cañones dispuestos a derribar al Ícaro que no se levantaría más que unos cuantos metros del suelo, lejos de la meta en la que, quizá, podría haber sido tan ambicioso como para encontrar una cobertura parcial y habría evitado llevarse un tiro a la cabeza, sino al menos a una extremidad menos... vital para su funcionamiento biológico.
La primera respuesta, totalmente instintiva, fue la de colocar su diestra sobre el mango de su katana y su zurda en la guarda, dispuesto a desenfundar rápidamente y protegerse de los proyectiles como pudiera para aunque sea mitigar parte del daño y no acabar con dos proyectiles incrustados en su cabeza; no era una buena salida enfrentándose a mas de un tirador, pero era su mejor opción en el instante inmediato. Una tentativa de defensiva que, de hecho, acabó sin hacer falta en lo absoluto. Algo que desconocía en lo absoluto, una acción invisible -o quizá incluso una fuerza- a la cual no podía otorgarle explicación lógica provocó que los hombres a punto de jalar el gatillo cayeran inconsciente en el acto, previniendo que parte de él saliera a volar al momento de colisión del proyectil. Sentirse afortunado era infravalorar el sentimiento que le dio en el acto, uno que además inmediatamente le arrancó uno de los suspiros de alivio mas emocionales en mucho tiempo.
Finalmente: La presa, y todo el caos que se estaba armando alrededor de ella. Umibozu. el Kaiju de la armada, de hecho fue lo segundo que pudo observar luego del gigantesco objetivo al que apuntaban; siendo atacado por figuras que distinguía con dificultad, el primer pensamiento del chico fue el de saltar al agua para mitigar como pudiera la tarea del titán, pero... No. Se mordió el labio en frustración, entendiendo que probablemente solo estorbaría en el enfrentamiento de la criatura marina, desistiendo de la idea. — Por favor aguanta todo lo que puedas, gigantón. — Si llegaba un momento en que pudiera serle de ayuda, y lo necesitara, allí estaría para Umi.
Por lo pronto: Información. La presencia de mis compañeros en la zona y la apaleada apariencia de la presa dejaban en claro que ya se estaban encargando ellos de hacerla añicos, algo que ocurriría mas pronto que tarde por la debilidad estructural que estaba siendo impuesta sobre ella, y el peso del agua que retenía con las pocas fuerzas que le quedaran. Pero las ocho figuras extrañas en las motos submarinas permanecían como una variable completamente desconocida, un imprevisto al cual prefería dar respuesta cuanto antes. Tomó cobertura tan pronto las mencionadas figuras emergieron, y empezó a explorar sus alrededores en busca de mas cuerpos de seguridad derribados por la misteriosa fuerza -el Haoshoku de Umi-. En ella, tenía tres claros objetivos de los cuales solo esperaba encontrar uno, dos si tenía suerte, o tres si el universo se sentía en extremo generoso: Un comunicador que quizá serviría para escuchar comunicaciones de los hombres recién llegados -o en su defecto para comunicarse con sus aliados por la duración de la misión-, algún indicativo que le permitiera entender las habitaciones con alta prioridad del lugar, y... comida. El estomago empezaba a rugirle con ganas, y pelear con el estómago vacío era algo que prefería evitar.