4 de Verano del año 724
En una noche oscura y tempestuosa, las olas rompían con violencia contra los muelles del puerto del Reino de Oykot, mientras un viejo barco pirata se mecía como un juguete en un inmenso mar de incertidumbre. El aire estaba impregnado de la sal del océano y el aroma de la cerveza rancia, que se filtraba desde el interior del ruidoso bar conocido como “El refugio del pirata”. Allí, los gritos y risas de hombres y mujeres se entrelazaban, creando una sinfonía caótica. Este era el hogar de todo tipo de pecadores, buscadores de aventuras y almas perdidas, pero entre ellos, había uno que se destacaba por su aura intimidante y su andar decidido: Kael T. Draven.
Kael era un joven de treinta y un años, con un pasado que lo había moldeado en algo más que un común desafiante de la ley. Sin su brazo izquierdo y sin su ojo izquierdo, había logrado ganarse un respeto temeroso entre sus contemporáneos. Sin embargo, tras esa fachada fuerte se ocultaba un corazón marcado por la pérdida de la mujer que había amado, cuyo recuerdo todavía ardía en su interior como una herida abierta.
Entró al bar como un tornado, atrayendo miradas de admiración y temor. La atmósfera cambió de inmediato, y un silencio incómodo siguió su presencia. Kael, con su cabello oscuro desordenado que caía sobre su frente, caminó sin titubear, sintiendo cómo las miradas lo seguían a cada paso. Se dirigió a la barra y levantó su mirada, encontrando al dueño del lugar, un anciano que solo codiciaba una buena propina por su larga y tediosa jornada.
Pero la atención de Kael pronto se desvió hacia el otro lado del bar, donde un joven pirata novato intentaba, sin mucho éxito, reunir a una tripulación. Aparentemente, se había embriagado lo suficiente como para pararse en una mesa y arrojar su discurso dominado por el vino a un grupo de desconfiados maleantes que apenas lo miraban. Aquel joven era un mero niño en el juego, y la idea de que buscara a cualquier pirata para unirse a su aventura causó que Kael riera por lo bajo.
“¡Ey, tú, estás delante del futuro rey de los piratas!” - grito el joven, elevando su voz por encima del ruido del bar - “Busco una tripulación audaz y valiente que me ayude a conquistar el Grand Line. ¡Vamos a encontrar el One Piece!”
El comentario resultó ser la gota que colmó el vaso. Sin pensarlo, Kael se acercó rápidamente, sus botas resonando con decididos pasos sobre el suelo de madera. Sin mediar palabra, se detuvo justo frente al joven pirata, quien apenas lo miraba con la valentía que le quedaba mientras el resto de la sala se preparaba para reírse.
“¿Crees que habrá alguien dispuesto a seguirte en esa aventura, niño?” - dejó caer Kael, su voz como un trueno apagado. Con un movimiento rápido y contundente, Kael levantó su puño derecho y le propinó un fuerte golpe al joven, dejándolo inconsciente en el suelo. El sonido del impacto resonó en el bar, y se hizo un silencio que convirtió la risa en murmullos nerviosos.
“¿Es este el futuro de los piratas?” - dijo Kael, con un tono cortante y decepcionado. La sala estaba completamente expectante, y el grupo de despreocupados ahora se sentía inquieto ante la presencia de un hombre capaz de derribar a un completo desconocido con un solo puñetazo.
“Escuchen bien, todos ustedes” - continuó Kael, mientras cogía de la mesa cercana una jarra de cerveza y alzándola mientras derramaba parte de su contenido por el movimiento. La jarra brilla a la luz tenue del bar como si contuviera un tesoro. - “He recorrido un largo camino; he visto a seres queridos caer y sueños desvanecerse en el viento. No me importa el oro ni la gloria, solo busco un sueño que valga la pena. Estoy aquí para formar una tripulación, una verdadera tripulación, para conquistar el East Blue, el Grand Line, y cada centímetro de tierra que haya reclamado Salazar Stone”.-Mencionar su nombre en público provocó murmullos a lo largo de la cantina- “He jurado acabar con él y con todo lo que atesora, incluso obtener el One Piece si fuera necesario con tal de que no lo tenga él. Pero no aceptaré a quien solo ofrece sonrisas y promesas vacías. Solo el acero en sus corazones, la sed de aventuras y un deseo inquebrantable de sobrevivir en este mar brutal es lo que necesito”.
Los murmullos se intensificaron. La jarra de cerveza se alzó en el aire. Kael ignoró los murmullos que indicaban dudas; su mirada se endureció mientras sus palabras reverberaban en los oídos de quienes lo escuchaban.
“Quiero hombres y mujeres nobles, endurecidos por el dolor y la pérdida, gente que no tenga miedo de cruzar las fronteras de lo que conocen. Si hay algo que he aprendido en esta vida, es que no se necesita un brazo para luchar, ni un ojo para ver el futuro. ¡Se necesita voluntad, compañerismo y una insaciable sed por la libertad!”
“Quiero que comprendan algo” - continuó Kael, bajando su voz para convertirse en un murmullo robusto. - “Si desean unirse a mí, deben estar dispuestos a sacrificarlo todo. No habrá vuelta atrás. La vida de un pirata no es fácil ni está llena de risas. Los mares están llenos de traiciones y monstruos, y eso es lo que hace que valga la pena esta aventura. Si no tenéis lo necesario para levantar sus espadas y estar listos para luchar, entonces no tienen lugar en mi barco. No necesito florecillas, necesito auténticos Lobos de Mar dispuestos a luchar por lo que creen justo”.
Un silencio denso permaneció en el aire. Los rostros que lo rodeaban se mantenían indecisos, pero en sus ojos había una chispa, un brillo de reconocimiento. Era el tipo de vida que habían deseado y, aunque su camino sería arduo, Kael había encendido algo en ellos. Así fue como, uno a uno, comenzaron a levantarse, respondiendo al llamado de su instinto aventurero.
“Acercaos, valientes” - dijo, bajando su jarra en un gesto de camaradería. - “Ahora, vamos a iniciar una nueva historia. Y recordar, la única regla que importa es esta: jamás nos detendremos; jamás dejaremos que alguien nos frene. ¡La aventura nos espera!”