Shiro
Ninguno
06-10-2024, 05:51 AM
Shiro notó como la joven se mostraba indecisa durante unos segundos. El peliblanco sabía lo difícil que era abrirse para los demás, por lo que esperó pacientemente a que Akari estuviese preparada para contestarle. Incluso si no se lo contaba, estaba bien, pero Shiro notaba como la chica estaba deseando desahogarse.
- No te preocupes, seré una tumba - respondió el espadachín ante la pregunta de si guardaría el secreto. El peliblanco no tenía intención de contarle a nadie lo que la chica le contase, pero aquella pregunta solo consiguió suscitar la curiosidad de Shiro.
Cuando Akari lo agarró de la mano, Shiro se dejó guiar, quería que la chica estuviese cómoda para que se abriese a él, por lo que se dejó hacer hasta que estuviese preparada, manteniendo una actitud relajada junto a ella.
Las palabras de la joven pillaron a Shiro desprevenido. Nunca se hubiese imaginado una afirmación de aquel calibre… aunque no tardó en averiguar qué era lo que la hacía distinta.
- Son… preciosas - dijo el muchacho cuando Akari se quitó el chaquetón que llevaba y dejó visibles unas pequeñas alas de lo más lindas. El chico no podía comprender como podía ocultar algo así. Desde luego, quien hubiese creado esa raza tenía en mente a alguien como Akari cuando pensó en darles unas alas de aquel tamaño. Simplemente le quedaban de lo más natural. - ¿Puedo tocarlas? - se atrevió el joven a preguntar mientras se arrimaba a ella observándola con algo de curiosidad.
El peliblanco nunca había visto a nadie de aquella raza antes, pero rápidamente se recompuso y volvió a tomar algo de distancia. Quizás había cruzado la línea queriendo tocarle las alas nada más vérselas.
- Perdona si te he incomodado… no debí hacerlo - se disculpó el joven mientras aguantaba la vergüenza por haberse dejado llevar.
Shiro ahora comprendía el por qué le había gustado tanto el viaje hasta aquí. Sin saberlo le había otorgado un placer que la naturaleza le había privado… aunque era una pena que no pudiera hacerlo por sí misma.
- Tiene que ser duro, no puedo imaginarme lo frustrante que tiene que ser… - comenzó el muchacho sin saber muy bien cómo continuar. - Ojalá pudiera darte mis poderes para que pudieras surcar los cielos como mereces - prosiguió el joven buscando animarla. - Pero como no se hacer eso… y tampoco se cuando volveremos a vernos, no puedo permitir que esas alas no bailen al viento - terminó el cocinero tras tomar una decisión.
Sin previo aviso, aprovechando que Akari se había vuelto a sentar en la banqueta, se sentó tras la joven una vez más y volvió a activar sus poderes para despegar del suelo. El muchacho esta vez dirigió el banco de piedra sobre la orilla, manteniendo el asiento a un metro por encima del agua, mientras hacía ir al objeto que cabalgaba a toda velocidad.
- ¡Cierra los ojos y disfruta! - gritó el joven haciéndose oír. - ¡Hoy volaremos hasta que no podamos más! - aseguró el muchacho mientras realizaba un suave quiebro hacia el mar al mismo tiempo que hacía ascender al objeto unos cuantos metros, encarando el precioso paisaje que teníamos ante nosotros.
El joven estaba decidido a cumplir su palabra y volaría con ella lo que le quedaba de energía. No sabía si volvería a verla alguna vez y quería recompensar toda la bondad que había mostrado con él.
- No te preocupes, seré una tumba - respondió el espadachín ante la pregunta de si guardaría el secreto. El peliblanco no tenía intención de contarle a nadie lo que la chica le contase, pero aquella pregunta solo consiguió suscitar la curiosidad de Shiro.
Cuando Akari lo agarró de la mano, Shiro se dejó guiar, quería que la chica estuviese cómoda para que se abriese a él, por lo que se dejó hacer hasta que estuviese preparada, manteniendo una actitud relajada junto a ella.
Las palabras de la joven pillaron a Shiro desprevenido. Nunca se hubiese imaginado una afirmación de aquel calibre… aunque no tardó en averiguar qué era lo que la hacía distinta.
- Son… preciosas - dijo el muchacho cuando Akari se quitó el chaquetón que llevaba y dejó visibles unas pequeñas alas de lo más lindas. El chico no podía comprender como podía ocultar algo así. Desde luego, quien hubiese creado esa raza tenía en mente a alguien como Akari cuando pensó en darles unas alas de aquel tamaño. Simplemente le quedaban de lo más natural. - ¿Puedo tocarlas? - se atrevió el joven a preguntar mientras se arrimaba a ella observándola con algo de curiosidad.
El peliblanco nunca había visto a nadie de aquella raza antes, pero rápidamente se recompuso y volvió a tomar algo de distancia. Quizás había cruzado la línea queriendo tocarle las alas nada más vérselas.
- Perdona si te he incomodado… no debí hacerlo - se disculpó el joven mientras aguantaba la vergüenza por haberse dejado llevar.
Shiro ahora comprendía el por qué le había gustado tanto el viaje hasta aquí. Sin saberlo le había otorgado un placer que la naturaleza le había privado… aunque era una pena que no pudiera hacerlo por sí misma.
- Tiene que ser duro, no puedo imaginarme lo frustrante que tiene que ser… - comenzó el muchacho sin saber muy bien cómo continuar. - Ojalá pudiera darte mis poderes para que pudieras surcar los cielos como mereces - prosiguió el joven buscando animarla. - Pero como no se hacer eso… y tampoco se cuando volveremos a vernos, no puedo permitir que esas alas no bailen al viento - terminó el cocinero tras tomar una decisión.
Sin previo aviso, aprovechando que Akari se había vuelto a sentar en la banqueta, se sentó tras la joven una vez más y volvió a activar sus poderes para despegar del suelo. El muchacho esta vez dirigió el banco de piedra sobre la orilla, manteniendo el asiento a un metro por encima del agua, mientras hacía ir al objeto que cabalgaba a toda velocidad.
- ¡Cierra los ojos y disfruta! - gritó el joven haciéndose oír. - ¡Hoy volaremos hasta que no podamos más! - aseguró el muchacho mientras realizaba un suave quiebro hacia el mar al mismo tiempo que hacía ascender al objeto unos cuantos metros, encarando el precioso paisaje que teníamos ante nosotros.
El joven estaba decidido a cumplir su palabra y volaría con ella lo que le quedaba de energía. No sabía si volvería a verla alguna vez y quería recompensar toda la bondad que había mostrado con él.