Alistair
Mochuelo
06-10-2024, 09:02 AM
El sentido de aventura del chico ardió con fuerza, pocas veces comparándose con ese preciso momento; desconocía completamente la profundidad de las lecciones que le daría, pero incluso si se tratara de lo mas básico, cualquier experiencia que pudiera tomar de manos de alguien que tuviera conocimiento teórico y práctico en el tema era un regalo divino caído del cielo. Cualquier cosa mas avanzada que eso ya era un generoso bonus que además recibiría encantado.
Su mirada paseó al lugar que los ojos femeninos señalaron, buscando lo que ella llamaba el "lugar donde tenía algunas reservas". ¿Una pila de rocas montadas a la orilla del mar? No, no era eso... Achinó los ojos con fuerza, lo suficiente para forzar su mirada a enfocar tanto como pudiera hasta que el sentido pudiera apreciar lo que muchos otros seguramente habían pasado desapercibidos, Alistair incluido en un inicio: Entre rocas afiladas por la presión de las olas y la vegetación marina que de alguna forma se aferraba a la construcción natural, una pequeña apertura era visible a la distancia. Una que, sumando uno con uno, podía entender mejor a lo que se refería a la sirena.
Asintió con la cabeza, avanzando tras ella tan pronto partiera hacia la zona mencionada. No osaba decir palabra alguna al respecto en voz alta; podía haberse asegurado una, dos y mil veces que no hubiera nadie fisgoneando, pero lo último que haría sería revelar por un descuido el secreto que la sirena le había confiado para una lección personal sobre preparaciones con hierbas naturales. Estiró las alas y, en un par de aleteos, su cuerpo pronto sería levantado por la fuerza que sus extremidades emplumadas habían generado; echaría vuelo, aunque fuese a una distancia ridículamente cercana a la arena y al agua. Cuanto más pudiera evitar mojar sus plumas, mejor para él. La conversación anterior debió haber sido suficientemente clara al respecto.
Su arribo a la gruta fue agradable. Aunque el lugar fuese bastante simple, con tan solo un objeto central y lo necesario para las actividades médicas de la sirena, el lugar conseguía proyectar cierta sensación de seguridad que era difícil encontrar en zonas que, técnicamente, estaban expuestas al exterior. Se sentía como un pequeño hogar, cómodo, en el que podías llegar de un largo día a echarte un descanso sin el mínimo interés de lo que estuviera sucediendo afuera. Le agradaba. — Es bastante mas grande una vez puedes apreciarlo desde dentro. — Comentó sobre el sitio, intentando dar un comentario positivo. De hecho, su sensible olfato tardó poco en captar el aroma que emanaba de la cueva, y aunque admitía que el aroma que desprendía era de los mas fuertes en su lista, no le desagradaba. Al contrario, había cierto agente... vigorizante al momento de inhalar profundamente, quizá por la cercanía con las algas bajo el agua produciendo oxígeno.
— ¡Tienes un poco de todo! ¿Todas ellas se supone que sirvan para preparar medicina? — Respondió instintivo al seguir con la mirada el señalamiento de la chica, apreciando al instante las hierbas reposando en la mesa, ligeramente húmedas todavía. Fucus; definitivamente tenía mucho que aprender de la biología marina... A ver si conseguía reunir el dinero para comprar una de esas para-nada-pequeñas enciclopedias de las que pudiera sacar un montón de información para darse gusto por semanas aprendiendo. — Picarlas y al cuenco, entendido. —
Recibiría las piedras cuando ella se las entregara, y se pondría a la tarea recibida. Lo que parecía una sencilla locomoción repetitiva definitivamente era mas complicado una vez tenías en tus manos las herramientas; sus primeros movimientos fueron torpes cuanto menos, lentos e incluso descoordinados. Y no era para menos, pues incluso teniendo fuerza y práctica con un arma de filo, cargar un objeto de piedra maciza resultaba una experiencia completamente nueva que requería una aproximación ligeramente diferente. Era, al final del día, un pequeño reto para su cerebro y nervios musculares, intentando encontrar el punto perfecto en el que pudiera agarrar el cuenco firme sin que se deslizara, a la vez que no hacía demasiada fuerza y su mano acabara cansándose antes de tiempo.
Pero el chico era no solo una esponja para el conocimiento, sino una con una creatividad de la que se enorgullecía. Unos intentos, y sus manos empezaron a ser poseídas por la adaptación que tanto podía demostrar en las situaciones indicadas, deslizando las mencionadas extremidades en las posiciones idóneas poco a poco. Mientras tanto, la mano encargada de presionar con el improvisado mortero entendía cada vez mejor la cantidad correcta de fuerza, tanto horizontal como vertical, para moler sin desgastarse innecesariamente. No se había convertido en un experto, muy lejos de ello en realidad, pero siempre intentaba dar un pequeño paso hacia adelante en las lecciones, incesante, siempre avanzando sin aminorar la marcha.
— ¿Llevas mucho tiempo haciendo cosas como esta? Medicina, me refiero. — Preguntó, aunque sus ojos como su atención seguían adheridas a las herramientas de piedra y el triturado ingrediente que cada vez era más uniforme. — Parece que sabes bastantes cosas al respecto, al menos la suficiente como para guardar una que otra historia por contar. ¿Puedo pedirte que me compartas alguna? — Le producía curiosidad, aunque entendería que quisiera priorizar la lección por encima de todo. De hecho, él era la primera persona interesada en seguir con el hilo de la lección por encima de todo. Aunque un gustillo culposo en medio no estaba de más.
Su mirada paseó al lugar que los ojos femeninos señalaron, buscando lo que ella llamaba el "lugar donde tenía algunas reservas". ¿Una pila de rocas montadas a la orilla del mar? No, no era eso... Achinó los ojos con fuerza, lo suficiente para forzar su mirada a enfocar tanto como pudiera hasta que el sentido pudiera apreciar lo que muchos otros seguramente habían pasado desapercibidos, Alistair incluido en un inicio: Entre rocas afiladas por la presión de las olas y la vegetación marina que de alguna forma se aferraba a la construcción natural, una pequeña apertura era visible a la distancia. Una que, sumando uno con uno, podía entender mejor a lo que se refería a la sirena.
Asintió con la cabeza, avanzando tras ella tan pronto partiera hacia la zona mencionada. No osaba decir palabra alguna al respecto en voz alta; podía haberse asegurado una, dos y mil veces que no hubiera nadie fisgoneando, pero lo último que haría sería revelar por un descuido el secreto que la sirena le había confiado para una lección personal sobre preparaciones con hierbas naturales. Estiró las alas y, en un par de aleteos, su cuerpo pronto sería levantado por la fuerza que sus extremidades emplumadas habían generado; echaría vuelo, aunque fuese a una distancia ridículamente cercana a la arena y al agua. Cuanto más pudiera evitar mojar sus plumas, mejor para él. La conversación anterior debió haber sido suficientemente clara al respecto.
Su arribo a la gruta fue agradable. Aunque el lugar fuese bastante simple, con tan solo un objeto central y lo necesario para las actividades médicas de la sirena, el lugar conseguía proyectar cierta sensación de seguridad que era difícil encontrar en zonas que, técnicamente, estaban expuestas al exterior. Se sentía como un pequeño hogar, cómodo, en el que podías llegar de un largo día a echarte un descanso sin el mínimo interés de lo que estuviera sucediendo afuera. Le agradaba. — Es bastante mas grande una vez puedes apreciarlo desde dentro. — Comentó sobre el sitio, intentando dar un comentario positivo. De hecho, su sensible olfato tardó poco en captar el aroma que emanaba de la cueva, y aunque admitía que el aroma que desprendía era de los mas fuertes en su lista, no le desagradaba. Al contrario, había cierto agente... vigorizante al momento de inhalar profundamente, quizá por la cercanía con las algas bajo el agua produciendo oxígeno.
— ¡Tienes un poco de todo! ¿Todas ellas se supone que sirvan para preparar medicina? — Respondió instintivo al seguir con la mirada el señalamiento de la chica, apreciando al instante las hierbas reposando en la mesa, ligeramente húmedas todavía. Fucus; definitivamente tenía mucho que aprender de la biología marina... A ver si conseguía reunir el dinero para comprar una de esas para-nada-pequeñas enciclopedias de las que pudiera sacar un montón de información para darse gusto por semanas aprendiendo. — Picarlas y al cuenco, entendido. —
Recibiría las piedras cuando ella se las entregara, y se pondría a la tarea recibida. Lo que parecía una sencilla locomoción repetitiva definitivamente era mas complicado una vez tenías en tus manos las herramientas; sus primeros movimientos fueron torpes cuanto menos, lentos e incluso descoordinados. Y no era para menos, pues incluso teniendo fuerza y práctica con un arma de filo, cargar un objeto de piedra maciza resultaba una experiencia completamente nueva que requería una aproximación ligeramente diferente. Era, al final del día, un pequeño reto para su cerebro y nervios musculares, intentando encontrar el punto perfecto en el que pudiera agarrar el cuenco firme sin que se deslizara, a la vez que no hacía demasiada fuerza y su mano acabara cansándose antes de tiempo.
Pero el chico era no solo una esponja para el conocimiento, sino una con una creatividad de la que se enorgullecía. Unos intentos, y sus manos empezaron a ser poseídas por la adaptación que tanto podía demostrar en las situaciones indicadas, deslizando las mencionadas extremidades en las posiciones idóneas poco a poco. Mientras tanto, la mano encargada de presionar con el improvisado mortero entendía cada vez mejor la cantidad correcta de fuerza, tanto horizontal como vertical, para moler sin desgastarse innecesariamente. No se había convertido en un experto, muy lejos de ello en realidad, pero siempre intentaba dar un pequeño paso hacia adelante en las lecciones, incesante, siempre avanzando sin aminorar la marcha.
— ¿Llevas mucho tiempo haciendo cosas como esta? Medicina, me refiero. — Preguntó, aunque sus ojos como su atención seguían adheridas a las herramientas de piedra y el triturado ingrediente que cada vez era más uniforme. — Parece que sabes bastantes cosas al respecto, al menos la suficiente como para guardar una que otra historia por contar. ¿Puedo pedirte que me compartas alguna? — Le producía curiosidad, aunque entendería que quisiera priorizar la lección por encima de todo. De hecho, él era la primera persona interesada en seguir con el hilo de la lección por encima de todo. Aunque un gustillo culposo en medio no estaba de más.