Airok
La Reina Rubí
06-10-2024, 01:06 PM
El aire denso de Loguetown siempre traía consigo un regusto a desecho. La mezcla de sal y mugre no era precisamente la más acogedora, y el ambiente pesado parecía pesar sobre mis hombros. Llevaba toda la mañana vagando por el puerto, intentando con sutileza meterme en algún negocio que pudiera reportarme alguna moneda, pero mi presencia ostentosa no pasaba desapercibida. Los ojos curiosos seguían mis movimientos allá donde iba, observándome como a un pez fuera del agua. La discreción no era precisamente mi fuerte en aquel entorno, y eso no facilitaba las cosas.
Sabía que en Loguetown se manejaba bastante dinero y mercancías; al fin y al cabo, muchas de las rutas comerciales del maldito William pasaban por allí. Conocía incluso algunos nombres, pero no me había topado de casualidad con ninguno, y llegar directamente preguntando no era una opción viable. Necesitaba recursos para cuando Silver volviera a recogerme, y así poder comenzar el viaje, al menos, sin deudas o con la menor posible. Aquel tabernero, como si me hubiera leído la mente, me había regalado la clave para ello: “un comerciante tembloroso al fondo de la taberna y encima solo”.
La atmósfera de la taberna era abrumadora: el chocar de jarras, el murmullo constante de conversaciones a media voz y el olor a sal, tabaco y sudor impregnaban el ambiente.
Di dos golpecitos en la barra, como si llamara a una puerta, captando así la atención del camarero. Le dediqué media sonrisa y me despedí con un leve gesto del sombrero, agradeciendo su información y ayuda desinteresada. Aquel hombre no sabía el favor que acababa de hacerme, ya estaba a punto de plantearme vender alguna baratija. Decidida, me dirigí hacia el tal Marlow, dispuesta a tantear el terreno antes de poner todas las cartas sobre la mesa.
Con un aire de confianza y coquetería, me dejé caer en la silla frente a él.
—Pareces más sofisticado que el resto. ¿Me invitas un trago? — pregunté con una sonrisa suave, mientras lo observaba con atención, lista para evaluar su reacción.
Imaginé que su problema tenía que ver con dinero: tal vez un trapicheo que salió mal, mercancía defectuosa o una inflación de precios con la persona equivocada. Fuera lo que fuera, su preocupación era palpable, y estaba decidida a aprovecharlo.
Sabía que en Loguetown se manejaba bastante dinero y mercancías; al fin y al cabo, muchas de las rutas comerciales del maldito William pasaban por allí. Conocía incluso algunos nombres, pero no me había topado de casualidad con ninguno, y llegar directamente preguntando no era una opción viable. Necesitaba recursos para cuando Silver volviera a recogerme, y así poder comenzar el viaje, al menos, sin deudas o con la menor posible. Aquel tabernero, como si me hubiera leído la mente, me había regalado la clave para ello: “un comerciante tembloroso al fondo de la taberna y encima solo”.
La atmósfera de la taberna era abrumadora: el chocar de jarras, el murmullo constante de conversaciones a media voz y el olor a sal, tabaco y sudor impregnaban el ambiente.
Di dos golpecitos en la barra, como si llamara a una puerta, captando así la atención del camarero. Le dediqué media sonrisa y me despedí con un leve gesto del sombrero, agradeciendo su información y ayuda desinteresada. Aquel hombre no sabía el favor que acababa de hacerme, ya estaba a punto de plantearme vender alguna baratija. Decidida, me dirigí hacia el tal Marlow, dispuesta a tantear el terreno antes de poner todas las cartas sobre la mesa.
Con un aire de confianza y coquetería, me dejé caer en la silla frente a él.
—Pareces más sofisticado que el resto. ¿Me invitas un trago? — pregunté con una sonrisa suave, mientras lo observaba con atención, lista para evaluar su reacción.
Imaginé que su problema tenía que ver con dinero: tal vez un trapicheo que salió mal, mercancía defectuosa o una inflación de precios con la persona equivocada. Fuera lo que fuera, su preocupación era palpable, y estaba decidida a aprovecharlo.