Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
06-10-2024, 01:55 PM
Tal vez por como fuera, porque no pudiera desvelar mucho o por la agitación de la noche, Ganesha tan solo se limitó a decir que el Hamatoa era un ritual dedicado al mayor dios que tenían, Akmesh el Devorador. Indudablemente, el sobrenombre me llevó hasta hace un par de días donde Hacket, el joven líder de los Naga en su brusca presentación frente al grupo de escolta, lo nombró por primera vez. A primera vista, podría dejarme conquistar por los prejuicios y los patrones de la sociedad del exterior y enturbiar la concepción que podría tener hasta el supuesto dios, sin embargo, yo estaba lejos de esas cadenas que a cualquiera en sociedad podrían apresarle, y tanto mi educación en el templo, como el aprendizaje que llevaba junto a esta gente, me han enseñado a ver y sentir cada detalle a mi alrededor desde una perspectiva diferente, más neutra y sobre todo menos en clasificatoria. Fluir con la vida y sus designios era la mejor fórmula para sobrellevarla de la mejor manera.
Y por eso, la noche fluyó entre jolgorio, fuego y rica comida preparada en la enorme hoguera en la que bailamos Ganesha y yo. Le agradecí el aporte del Hamatoa al gran líder, y este, ni corto ni perezoso, continuaría bailando toda la noche mientras yo disfrutaba de un sabroso y especiado cocido que me sirvieron. Tenía que admitir, que la llegada de los Zing para felicitarme por mi actuación me cautivó y uno a uno les fui agradeciendo su reconocimiento, veía en ellos, tanto niños, adultos como ancianos un calor fraternal, así como una humildad inusitada que valoraba profundamente, llegando hasta generar en mi el pensamiento intrusivo de abandonar mis quehaceres de allí a fuera y pedir quedarme allí. Sin embargo, tampoco sería positivo dejarme llevar por aquello, mi cometido personal y con el templo, tenían un mayor peso por mucho que me sintiera cómodo entre ellos y en este paraje.
Al día siguiente, tocó de nuevo labrar la tierra, con esmero y dedicación, trabajé la jornada correspondiente para hacerla próspera y fértil. El día pasó sin pena ni gloria entre los Zing, con mi motivación personal de seguir comprendiéndolos y seguir aprendiendo de sus costumbres. La noche llegó, y a diferencia de la anterior, se presentó tranquila y sin sobresaltos, lo agradecí en parte para dedicarme también a mí un tiempo para atender mis pareceres, que aunque no eran mucho, por mi devoción y lo inculcado en el Templo Gautama del West Blue, la higiene de pies y manos, así como la meditación al dormir y al levantarse siempre que se pudiera, conformaban una importante parte en mi rutina. Y aquella noche, pude cumplir ambas, por lo que mi descanso a nivel físico y mental fueron mucho más satisfactorio que otros pasados.
Al alba, había que despertarse para iniciar los preparativos del Hamatoa, y aunque como buen octogenario que era, madrugar era algo ya intrínseco en mí, no obstante, un golpe en la frente me despertó, sobresaltado en el lecho donde descansaba, una figura hizo que de primeras me inquietara, dios santo ¿Quién era? Su voz estridente me preguntó por mi nombre atropelladamente, gracias a mi fino oído, deduje que una persona mayor se ocultaba detrás de aquella máscara tribal, su voz femenina, aguda y áspera me dijo que una anciana aguardaba esperando que le contestara.
- Lovecraft... para servirla. -
Le dije educadamente mientras me incorporaba, y ya recuperada la verticalidad, comencé a unir cabos, ¿Sería alguien de los Lagia? Aparentemente, era alguien bastante mayor por su voz, y sus vestimentas contrastaban bastante con la de los Zing, al igual que lo hacía con la de los Naga. Ganesha se hizo eco, y gracias a él pude conocer el nombre de la desconocida mujer, Upaka, y por como se había autonombrado consigo misma, se trataba de una sacerdotisa. Si era lo suficientemente perspicaz como para conectar la jerarquía entre esa gente, no descartaba que al tratarse de la sacerdotisa de lo que suponía por su aspecto que era de los Lagia, aquella podría ser ni más ni menos la líder del pueblo restante.
A pesar de su incontinente paciencia y sobresalto, procedí a dedicarle una reverencia con sumo respeto. Por como se estaba presentando, la supuesta Upaka parecía mostrarse con un nerviosismo sin parangón y con un ego extremo, debía de ser cauto con esto último, porque si ya me pareció que Ganesha tenía mucho, aquella pequeña ancianita parecía tener el doble y de manera concentrada, habría que bregar con ello inteligentemente. En silencio, contemplé a un lado todo lo que hablaban. Con un gesto, le resté importancia a la disculpa de Ganesha en nombre de Upaka, comenzaba a conocer ya de primera mano la importancia del evento para todos y sobre todo para ella, la cual, no se fiaba de mí. Comprensible.
Ganesha confirmo mis sospechas, se trataba de la líder de los Lagia, dato importante. Hubo cierto revuelo con la tardanza de Hacket, y finalmente pareció no poder sumarse a la marcha hacia el destino, el cual se presentaba a lo lejos como una formación rocosa de desconocida función. Me ofrecí a llevar uno de los palanquines de la multitudinaria formación, de él, emanaba un olor a cuero fuerte, siendo que desde esa posición, la figura menuda de alguien se presentaba en el interior del palanquín de mayores ornamentaciones, no quise cebar mi mirada hacia lo que parecía ser un contorno femenino envuelto en velos blancos para no causar una posible ofensa o incomodidad de esta o de cualquier otra persona del grupo que se percatase, pero me sirvió para preguntarme acerca de su función y destino, ¿Qué hacía allí?
Me mantuve entre el grupo de los Lagia, atento y dispuesto, observador y contemplativo ante cualquier motivo que surgiera, analizaba sus rasgos y vestimentas, su caminar, gestos y formas de expresión, y principalmente las de la anciana, la cual era la más inquietante de todos. Suponía que debían de tener mi misma edad o al menos la rondaban, desconocía la edad de Upaka, pero podría ser la mayor de todos por el cargo que ostentaba, pues su rol de matriarca dejaba muy claro que, a pesar de que no incidía en las otras tribus de forma directa, entre líneas parecía ser la que más mandaba entre todos los nativos presentes por ser la más mayor y la más sabia.
Y por eso, la noche fluyó entre jolgorio, fuego y rica comida preparada en la enorme hoguera en la que bailamos Ganesha y yo. Le agradecí el aporte del Hamatoa al gran líder, y este, ni corto ni perezoso, continuaría bailando toda la noche mientras yo disfrutaba de un sabroso y especiado cocido que me sirvieron. Tenía que admitir, que la llegada de los Zing para felicitarme por mi actuación me cautivó y uno a uno les fui agradeciendo su reconocimiento, veía en ellos, tanto niños, adultos como ancianos un calor fraternal, así como una humildad inusitada que valoraba profundamente, llegando hasta generar en mi el pensamiento intrusivo de abandonar mis quehaceres de allí a fuera y pedir quedarme allí. Sin embargo, tampoco sería positivo dejarme llevar por aquello, mi cometido personal y con el templo, tenían un mayor peso por mucho que me sintiera cómodo entre ellos y en este paraje.
Al día siguiente, tocó de nuevo labrar la tierra, con esmero y dedicación, trabajé la jornada correspondiente para hacerla próspera y fértil. El día pasó sin pena ni gloria entre los Zing, con mi motivación personal de seguir comprendiéndolos y seguir aprendiendo de sus costumbres. La noche llegó, y a diferencia de la anterior, se presentó tranquila y sin sobresaltos, lo agradecí en parte para dedicarme también a mí un tiempo para atender mis pareceres, que aunque no eran mucho, por mi devoción y lo inculcado en el Templo Gautama del West Blue, la higiene de pies y manos, así como la meditación al dormir y al levantarse siempre que se pudiera, conformaban una importante parte en mi rutina. Y aquella noche, pude cumplir ambas, por lo que mi descanso a nivel físico y mental fueron mucho más satisfactorio que otros pasados.
Al alba, había que despertarse para iniciar los preparativos del Hamatoa, y aunque como buen octogenario que era, madrugar era algo ya intrínseco en mí, no obstante, un golpe en la frente me despertó, sobresaltado en el lecho donde descansaba, una figura hizo que de primeras me inquietara, dios santo ¿Quién era? Su voz estridente me preguntó por mi nombre atropelladamente, gracias a mi fino oído, deduje que una persona mayor se ocultaba detrás de aquella máscara tribal, su voz femenina, aguda y áspera me dijo que una anciana aguardaba esperando que le contestara.
- Lovecraft... para servirla. -
Le dije educadamente mientras me incorporaba, y ya recuperada la verticalidad, comencé a unir cabos, ¿Sería alguien de los Lagia? Aparentemente, era alguien bastante mayor por su voz, y sus vestimentas contrastaban bastante con la de los Zing, al igual que lo hacía con la de los Naga. Ganesha se hizo eco, y gracias a él pude conocer el nombre de la desconocida mujer, Upaka, y por como se había autonombrado consigo misma, se trataba de una sacerdotisa. Si era lo suficientemente perspicaz como para conectar la jerarquía entre esa gente, no descartaba que al tratarse de la sacerdotisa de lo que suponía por su aspecto que era de los Lagia, aquella podría ser ni más ni menos la líder del pueblo restante.
A pesar de su incontinente paciencia y sobresalto, procedí a dedicarle una reverencia con sumo respeto. Por como se estaba presentando, la supuesta Upaka parecía mostrarse con un nerviosismo sin parangón y con un ego extremo, debía de ser cauto con esto último, porque si ya me pareció que Ganesha tenía mucho, aquella pequeña ancianita parecía tener el doble y de manera concentrada, habría que bregar con ello inteligentemente. En silencio, contemplé a un lado todo lo que hablaban. Con un gesto, le resté importancia a la disculpa de Ganesha en nombre de Upaka, comenzaba a conocer ya de primera mano la importancia del evento para todos y sobre todo para ella, la cual, no se fiaba de mí. Comprensible.
Ganesha confirmo mis sospechas, se trataba de la líder de los Lagia, dato importante. Hubo cierto revuelo con la tardanza de Hacket, y finalmente pareció no poder sumarse a la marcha hacia el destino, el cual se presentaba a lo lejos como una formación rocosa de desconocida función. Me ofrecí a llevar uno de los palanquines de la multitudinaria formación, de él, emanaba un olor a cuero fuerte, siendo que desde esa posición, la figura menuda de alguien se presentaba en el interior del palanquín de mayores ornamentaciones, no quise cebar mi mirada hacia lo que parecía ser un contorno femenino envuelto en velos blancos para no causar una posible ofensa o incomodidad de esta o de cualquier otra persona del grupo que se percatase, pero me sirvió para preguntarme acerca de su función y destino, ¿Qué hacía allí?
Me mantuve entre el grupo de los Lagia, atento y dispuesto, observador y contemplativo ante cualquier motivo que surgiera, analizaba sus rasgos y vestimentas, su caminar, gestos y formas de expresión, y principalmente las de la anciana, la cual era la más inquietante de todos. Suponía que debían de tener mi misma edad o al menos la rondaban, desconocía la edad de Upaka, pero podría ser la mayor de todos por el cargo que ostentaba, pues su rol de matriarca dejaba muy claro que, a pesar de que no incidía en las otras tribus de forma directa, entre líneas parecía ser la que más mandaba entre todos los nativos presentes por ser la más mayor y la más sabia.