Una risa divertida salió de los labios de la sirena quien, acto seguido, se chupó delicadamente el pulgar y el índice tras haber terminado con una pieza de sushi. El chico era encantador a su manera. Y bueno, quizás pudiese confiar un poquito en él si era medio gyojin, pero nunca se sabía. Por el momento estaba siendo bastante amable.
— No tiene nada que ver. Aunque a lo mejor sí se puede hacer una comparación. Pero eres medio gyojin... — Mencionó, ahora mirando más abiertamente a Yoshiro. — ¿No te has atrevido a adentrarte más profundo en el mar? — En realidad la pregunta la hacía sin maldad alguna. Sino más bien con curiosidad.
Ella era una sirena, sí, pero el pelirrojo era el primer mestizo con el que se encontraba y del que tuviese conocimiento. Así que tampoco sabía cómo de resistentes eran o cuánto podrían bucear y aguantar sin respirar bajo el agua. El muchacho tenía branquias, las cuales escondía tras aquella bufanda, así que, a sus ojos, creía que pudiese tener esa ventaja. Aún así, todavía tenía cierta curiosidad.
Se hizo con otra pieza de sushi, degustándola. Y cuando Yoshiro le enseñó la foto de su padre, la sirena se fijó con interés.
Era un humano. Entonces era mestizo por parte de madre.
— Parece buena gente. — Era, al menos, la primera impresión que le daba. Tampoco iba a juzgar a una persona solo por una simple fotografía. Pero no le conocía de nada. Y aunque le había dado, también, una descripción parcial de su madre, tampoco le sonaba.
Había sirenas pelirrojas, podía ser cualquiera, al fin y al cabo.
Cuando él le pidió contar un chiste, Asradi sonrió de manera más tímida.
— No soy mucho de chistes, a decir verdad. Y no he tenido muchas aventuras locas. — Bueno, eso era una verdad a medias. Solo que no quería expresar que su aventura loca era, prácticamente, ser una fugitiva en cierto sentido. — Aunque supongo que alguna historia sí te puedo contar.
La expresión de Asradi se tornó algo pensativa. ¿Qué podría contarle?
— Veamos... — No sabía, tampoco, cuánto había salido de aquella isla aquel muchacho, cuánto había viajado. Pero podría contarle aquel momento en la selva de Momobami, quizás obviando algunos detalles. — Hace unos meses terminé descansando en una isla selvática. Pero resulta que no era tan tranquila como creía.
Alzó un dedo, el índice, para enfatizar un poco más la situación.
— Estaba lleno de animales salvajes. ¡Gigantes! Eran como lagartos pero en tamaño sobrealimentado. — No pudo evitar reírse un poco por la descripción. — Si, suena un poco raro, pero tenían varios metros de altura. Y también había otros que parecían ser una mezcla de todo. De hecho, uno de eses terminó atacándonos a mi y a un compañero gyojin que me encontré por allí.
Recordaba claramente a Octojin, un hecho que le hacía sonreír suavemente.
— No tiene nada que ver. Aunque a lo mejor sí se puede hacer una comparación. Pero eres medio gyojin... — Mencionó, ahora mirando más abiertamente a Yoshiro. — ¿No te has atrevido a adentrarte más profundo en el mar? — En realidad la pregunta la hacía sin maldad alguna. Sino más bien con curiosidad.
Ella era una sirena, sí, pero el pelirrojo era el primer mestizo con el que se encontraba y del que tuviese conocimiento. Así que tampoco sabía cómo de resistentes eran o cuánto podrían bucear y aguantar sin respirar bajo el agua. El muchacho tenía branquias, las cuales escondía tras aquella bufanda, así que, a sus ojos, creía que pudiese tener esa ventaja. Aún así, todavía tenía cierta curiosidad.
Se hizo con otra pieza de sushi, degustándola. Y cuando Yoshiro le enseñó la foto de su padre, la sirena se fijó con interés.
Era un humano. Entonces era mestizo por parte de madre.
— Parece buena gente. — Era, al menos, la primera impresión que le daba. Tampoco iba a juzgar a una persona solo por una simple fotografía. Pero no le conocía de nada. Y aunque le había dado, también, una descripción parcial de su madre, tampoco le sonaba.
Había sirenas pelirrojas, podía ser cualquiera, al fin y al cabo.
Cuando él le pidió contar un chiste, Asradi sonrió de manera más tímida.
— No soy mucho de chistes, a decir verdad. Y no he tenido muchas aventuras locas. — Bueno, eso era una verdad a medias. Solo que no quería expresar que su aventura loca era, prácticamente, ser una fugitiva en cierto sentido. — Aunque supongo que alguna historia sí te puedo contar.
La expresión de Asradi se tornó algo pensativa. ¿Qué podría contarle?
— Veamos... — No sabía, tampoco, cuánto había salido de aquella isla aquel muchacho, cuánto había viajado. Pero podría contarle aquel momento en la selva de Momobami, quizás obviando algunos detalles. — Hace unos meses terminé descansando en una isla selvática. Pero resulta que no era tan tranquila como creía.
Alzó un dedo, el índice, para enfatizar un poco más la situación.
— Estaba lleno de animales salvajes. ¡Gigantes! Eran como lagartos pero en tamaño sobrealimentado. — No pudo evitar reírse un poco por la descripción. — Si, suena un poco raro, pero tenían varios metros de altura. Y también había otros que parecían ser una mezcla de todo. De hecho, uno de eses terminó atacándonos a mi y a un compañero gyojin que me encontré por allí.
Recordaba claramente a Octojin, un hecho que le hacía sonreír suavemente.