Octojin
El terror blanco
06-10-2024, 04:48 PM
Octojin observaba a la nutria con gran atención. Timón seguía inconsciente, pero su respiración era más regular y calmada, y su expresión parecía tranquila, una señal de que, quizás, comenzaba a mejorar. Las atenciones médicas de la tripulación y el descanso estaban haciendo efecto, aunque todavía quedaba camino por recorrer para su completa recuperación. El gyojin sentía un peso en su pecho mientras la miraba; la había sometido por la fuerza, pero con la intención de salvarla de un destino cruel. Todo apuntaba a que había sido una prisionera, manipulada por aquellos piratas que ahora yacían detenidos, esperando a entrar en el lugar en el que siempre deberían haber estado: la cárcel.
Alzando la mirada, Octojin se dirigió a su equipo, reuniendo a Camille, Atlas, Takahiro y Ray. Estaban exhaustos tras el combate, cubiertos de polvo y salpicados de sudor y sangre, pero seguían erguidos y dispuestos a escuchar. El olor allí era intenso, y no precisamente porque el escualo tuviera un desarrollado olfato, seguro que cualquier humano torcía el gesto si se acercaba por allí. La mezcla de sudor, sangre —la mayor parte seca, aunque algún hilo de sangre caía aún por el hombro del tiburón, herido por la nutria—, y de más restos emanados por la brigada hacía que no fuese demasiado recomendable pasar cerca.
—Timón está estable —comenzó a decir, con la voz profunda y serena—. Por ahora, sigue inconsciente, pero parece que está mejorando. He estado pensando en todo lo que hemos vivido hoy, en lo que he oído mientras estábamos ahí abajo. Y no me cabe duda de que esta nutria ha sido retenida contra su voluntad.
Sus compañeros guardaron silencio, asintiendo ligeramente. Todos sabían por lo que había pasado el tiburón, especialmente Atlas y Camille, así que seguro que al menos ellos dos sabían lo que iba a pronunciar a continuación.
—Sé que algunos pueden verla como una enemiga, por cómo luchó contra nosotros. O contra mí mejor dicho. Bueno, nadie vio cómo luchó, a excepción de mi. Pero fue una rival dura, eso se lo concedo. Estaba en un estado alterado, ese que reciben los minks en los días de luna llena —comentó a la par que señalaba la luna—, pero creo que ella es una víctima. La sacaron de una jaula y la utilizaron como un arma. No quiero que termine castigada por algo que ha sido forzada a hacer —Octojin hizo una pausa, respirando hondo—. Me gustaría ofrecerle una oportunidad, una vez despierte. Si ella quiere… tal vez podría unirse a nuestra brigada.
Aunque aquellas palabras podían parecer venir de alguien totalmente enajenado, que no atendía a razones, no era el caso. El gyojin había tenido tiempo para pensarlo. Tanto parte del combate como la parte posterior. Y estaba totalmente seguro de lo que estaba diciendo. La nutria no era un pirata, y si estaba con ellos era solo porque se encantaba en contra de su voluntad.
—Y antes de que preguntéis… Sí, lo estoy. Estoy seguro de esto. La libertad es algo que todos merecemos. Y si le damos una oportunidad, podría encontrar su propio camino junto a nosotros. Después de todo, hemos sido nosotros quienes la hemos liberado de las cadenas que la retenían.
Tras un momento de silencio, ciertamente tenso para el habitante del mar, llegaría el momento de pronunciarse. El escualo esperaba que toda su brigada se pusiera de su lado. No tenían razones para desconfiar del juicio de Octojin, o al menos eso creía él. Además, comprendían que, en el fondo, todos ellos habían tenido que superar prejuicios y problemas para estar donde estaban. La libertad y las segundas oportunidades eran valores fundamentales en su equipo. O debían serlo.
Una vez sus compañeros se pronunciasen y emitiesen entre todos un veredicto, se volvería hacia Meethook, que se encontraba a una distancia prudente, observando con una mezcla de emoción y tristeza el mar que lamía los restos del acantilado derrumbado. Su historia había sido la información que los marines hubieran necesitado al principio. Parecía que toda aquella aventura iba de víctimas. Unos y otros que confiaban en quien no debían, que eran traicionados y que tenían que luchar por sus propias vidas.
El tiburón se acercó a él y le colocó una mano en el hombro. No una cualquiera, una de un tipo de más de cuatro metros que quería transmitir una confianza en ese gesto, y lo consiguiese o no, el detalle estaba ahí.
—Tu historia habla por sí sola. Siento mucho todo lo que has tenido que sufrir, pero forma parte de ti. ¿No crees? Mejor haberte dado cuenta en su momento que haberlo hecho ahora. Tu camino se separó cuando debía hacerlo, aunque ojalá pudieras haber evitado todo lo que te pasó —aquello era una reflexión en alto de Octojin, que comprendía la necesidad de Meethook de cerrar aquel doloroso capítulo.
Los ojos del magullado hombre reflejaban un torrente de emociones mientras miraba los escombros. Sin duda ansiaba ir allí, algo quería hacer, seguro. ¿Quienes eran ellos para negarle aquel acto? Nadie.
—No sé qué pensáis vosotros, pero creo que es hora de que Meethook se despida de su hogar durante los últimos años —respondió con un suspiro—. Seguro que solo quiere recuperar lo que pueda de esos escombros, aunque solo parezcan restos, son algo que le harán recordar muchos años. Seguro que lo necesita para darle un cierre a todo esto. ¿Qué pensáis?
Esperando la respuesta de sus compañeros, el gyojin permanecería cerca de la nutria. Y una vez todos se pronunciasen, se agacharía junto a ella, contemplando su respiración tranquila. Esperaba que, al despertar, encontrase el mismo deseo de libertad que él sentía por ella.
—Saldrás de esta, lo prometo —murmuró el tiburón, poniéndose de pie y dirigiéndose después hacia el borde del muelle para ojear el mar.
Mientras unos marines avanzaban hacia la embarcación desde el acantilado, Octojin mantuvo los sentidos alerta. Sus ojos se movían con rapidez y precisión en la oscuridad de la noche. Los marines parecían estar transportando el cuerpo del capitán de los piratas veganos, Broco Lee. Aquel al que sus compañeros habían vencido en batalla. Aún tenía que preguntar los detalles y empaparse de aquellas técnicas usadas por el temeroso pirata, que por lo visto había puesto en jaque a la brigada.
Atlas había propuesto llevárselo para darle un entierro digno, algo que no podía ser rechazado por el escualo, después de todo, ya no daría más guerra y todo el mundo merecía descansar en paz, independientemente de su vida anterior. Además, el rubio, con buen criterio a los ojos del tiburón, comentó que quizá sus superiores quisieran cerciorarse de que habían vencido al tipo correcto, así como decidir qué hacer con él. Ante tal exposición de los hechos, el gyojin se limitó a asentir. Viendo bien que llevaran lo que quedaba de su cuerpo en el barco y sus superiores decidiesen. Un marrón menos para ellos, que después de todos en los que se habían visto envueltos, era una buenísima noticia y una liberación tremenda.
— No quiero oír hablar de vegetales en una larga temporada —finalizó con una sonrisa, esperando que alguno de sus compañeros siguiera la broma y el ambiente volviese al que solía ser cuando sus vidas no corrían tanto peligro.
Alzando la mirada, Octojin se dirigió a su equipo, reuniendo a Camille, Atlas, Takahiro y Ray. Estaban exhaustos tras el combate, cubiertos de polvo y salpicados de sudor y sangre, pero seguían erguidos y dispuestos a escuchar. El olor allí era intenso, y no precisamente porque el escualo tuviera un desarrollado olfato, seguro que cualquier humano torcía el gesto si se acercaba por allí. La mezcla de sudor, sangre —la mayor parte seca, aunque algún hilo de sangre caía aún por el hombro del tiburón, herido por la nutria—, y de más restos emanados por la brigada hacía que no fuese demasiado recomendable pasar cerca.
—Timón está estable —comenzó a decir, con la voz profunda y serena—. Por ahora, sigue inconsciente, pero parece que está mejorando. He estado pensando en todo lo que hemos vivido hoy, en lo que he oído mientras estábamos ahí abajo. Y no me cabe duda de que esta nutria ha sido retenida contra su voluntad.
Sus compañeros guardaron silencio, asintiendo ligeramente. Todos sabían por lo que había pasado el tiburón, especialmente Atlas y Camille, así que seguro que al menos ellos dos sabían lo que iba a pronunciar a continuación.
—Sé que algunos pueden verla como una enemiga, por cómo luchó contra nosotros. O contra mí mejor dicho. Bueno, nadie vio cómo luchó, a excepción de mi. Pero fue una rival dura, eso se lo concedo. Estaba en un estado alterado, ese que reciben los minks en los días de luna llena —comentó a la par que señalaba la luna—, pero creo que ella es una víctima. La sacaron de una jaula y la utilizaron como un arma. No quiero que termine castigada por algo que ha sido forzada a hacer —Octojin hizo una pausa, respirando hondo—. Me gustaría ofrecerle una oportunidad, una vez despierte. Si ella quiere… tal vez podría unirse a nuestra brigada.
Aunque aquellas palabras podían parecer venir de alguien totalmente enajenado, que no atendía a razones, no era el caso. El gyojin había tenido tiempo para pensarlo. Tanto parte del combate como la parte posterior. Y estaba totalmente seguro de lo que estaba diciendo. La nutria no era un pirata, y si estaba con ellos era solo porque se encantaba en contra de su voluntad.
—Y antes de que preguntéis… Sí, lo estoy. Estoy seguro de esto. La libertad es algo que todos merecemos. Y si le damos una oportunidad, podría encontrar su propio camino junto a nosotros. Después de todo, hemos sido nosotros quienes la hemos liberado de las cadenas que la retenían.
Tras un momento de silencio, ciertamente tenso para el habitante del mar, llegaría el momento de pronunciarse. El escualo esperaba que toda su brigada se pusiera de su lado. No tenían razones para desconfiar del juicio de Octojin, o al menos eso creía él. Además, comprendían que, en el fondo, todos ellos habían tenido que superar prejuicios y problemas para estar donde estaban. La libertad y las segundas oportunidades eran valores fundamentales en su equipo. O debían serlo.
Una vez sus compañeros se pronunciasen y emitiesen entre todos un veredicto, se volvería hacia Meethook, que se encontraba a una distancia prudente, observando con una mezcla de emoción y tristeza el mar que lamía los restos del acantilado derrumbado. Su historia había sido la información que los marines hubieran necesitado al principio. Parecía que toda aquella aventura iba de víctimas. Unos y otros que confiaban en quien no debían, que eran traicionados y que tenían que luchar por sus propias vidas.
El tiburón se acercó a él y le colocó una mano en el hombro. No una cualquiera, una de un tipo de más de cuatro metros que quería transmitir una confianza en ese gesto, y lo consiguiese o no, el detalle estaba ahí.
—Tu historia habla por sí sola. Siento mucho todo lo que has tenido que sufrir, pero forma parte de ti. ¿No crees? Mejor haberte dado cuenta en su momento que haberlo hecho ahora. Tu camino se separó cuando debía hacerlo, aunque ojalá pudieras haber evitado todo lo que te pasó —aquello era una reflexión en alto de Octojin, que comprendía la necesidad de Meethook de cerrar aquel doloroso capítulo.
Los ojos del magullado hombre reflejaban un torrente de emociones mientras miraba los escombros. Sin duda ansiaba ir allí, algo quería hacer, seguro. ¿Quienes eran ellos para negarle aquel acto? Nadie.
—No sé qué pensáis vosotros, pero creo que es hora de que Meethook se despida de su hogar durante los últimos años —respondió con un suspiro—. Seguro que solo quiere recuperar lo que pueda de esos escombros, aunque solo parezcan restos, son algo que le harán recordar muchos años. Seguro que lo necesita para darle un cierre a todo esto. ¿Qué pensáis?
Esperando la respuesta de sus compañeros, el gyojin permanecería cerca de la nutria. Y una vez todos se pronunciasen, se agacharía junto a ella, contemplando su respiración tranquila. Esperaba que, al despertar, encontrase el mismo deseo de libertad que él sentía por ella.
—Saldrás de esta, lo prometo —murmuró el tiburón, poniéndose de pie y dirigiéndose después hacia el borde del muelle para ojear el mar.
Mientras unos marines avanzaban hacia la embarcación desde el acantilado, Octojin mantuvo los sentidos alerta. Sus ojos se movían con rapidez y precisión en la oscuridad de la noche. Los marines parecían estar transportando el cuerpo del capitán de los piratas veganos, Broco Lee. Aquel al que sus compañeros habían vencido en batalla. Aún tenía que preguntar los detalles y empaparse de aquellas técnicas usadas por el temeroso pirata, que por lo visto había puesto en jaque a la brigada.
Atlas había propuesto llevárselo para darle un entierro digno, algo que no podía ser rechazado por el escualo, después de todo, ya no daría más guerra y todo el mundo merecía descansar en paz, independientemente de su vida anterior. Además, el rubio, con buen criterio a los ojos del tiburón, comentó que quizá sus superiores quisieran cerciorarse de que habían vencido al tipo correcto, así como decidir qué hacer con él. Ante tal exposición de los hechos, el gyojin se limitó a asentir. Viendo bien que llevaran lo que quedaba de su cuerpo en el barco y sus superiores decidiesen. Un marrón menos para ellos, que después de todos en los que se habían visto envueltos, era una buenísima noticia y una liberación tremenda.
— No quiero oír hablar de vegetales en una larga temporada —finalizó con una sonrisa, esperando que alguno de sus compañeros siguiera la broma y el ambiente volviese al que solía ser cuando sus vidas no corrían tanto peligro.