Masao Toduro
El niño de los lloros
06-10-2024, 10:10 PM
De vuelta al barco de la marina, y tras la vuelta de rigor fue a reunirse con el grupo, los cuales estaban en su mayoría cerca, me acerqué al viejales, el cual debía andar rumiando algo en su cabeza cuando casi me arrebato el den den de las manos, me preguntaba que se traía el veterano entre sus arrugadas manos.
Cuando vi la escena en la que estaba con el segundo, o el que intuía que era el segundo de abordo, me pude imaginar un poco lo que pretendía el viejo. Yo me limité a sonreír al ver como este ponía una mirada que daría miedo hasta el mismo demonio, mucho peor que cuando el cura de turno te ponía a caldo porque el perro se había comido tus deberes, o porque había vuelto a poner tus dotes artísticas pintando la mesa, aunque claro todo esto eran imaginaciones suyas, el jamás había ido a la escuela.
—¡Yo que tú le hasía caso picha, tiene pinta de tener más malah folla que yo!— le aconsejé al reo, mientras me quitaba el delantal —¡Y TE JUROH POR MI MADRE, QUE SI NOS LA LIAS TE INFLÓ! ¡CLARINETE PIPIOLO!— le insistió al segundo para reforzar las escasas palabras del viejo, haciendo las mismas muecas que hacía en mi etapa de pandillero.
Y es que después de todo, uno no se convertía en jefe de una banda “juvenil” en el barrio de Tres hermanas de Malbuena de la noche a la mañana, uno se tenía que labrar una reputación en el barrio, y después de todo desde los doce se había visto forzado a convertirse en un “figura” como solía decir su abuelo. Tras escuchar si se producía la comunicación, si es que se producía alguna, y apoyar si se le requería alguna tarea en el interrogatorio, volvería a sus quehaceres diarios, no sin antes de ofrecerle a Anko hacerle el relevo en la guardia.
—Si queréis me puedo encargar de hacer yo la guardia, o te acompaño vaya, que estos lo mismo se tienen que cascar una paja— diría sin mucho tiento, y es que la sutileza nunca había sido mi fuerte, y si bien no carecía de experiencia en lo que, a trato femenino, todas las mujeres con las que había tratado había sólido ser tan bastas como yo, al principio pensé que sería algo único de mi tierra, pero después de conocer a Camile, había descubierto que posiblemente todas las mujeres fueran iguales —Vaya, lo que prefieras chiqui— terminaría agregando, tal vez quitándole algo de hierro a su expresión de verdulero, aunque nunca había entendido que lo catalogarán como tal si nunca había vendido verduras
Equivocado o no, tras escuchar la decisión de la médico, agregaría a sus tareas la vigilancia de la carga, esperando que alguno de los suboficiales le pudieran cubrir lo justo para organizar las tareas de la cocina, las cuales podría despachar en dos o como mucho tres horas si se lo tomaba con calma.
Por lo que, sin mucho reparo, tomaría una caja y se sentaría en ella con una pose que algunos categorizan como de chulo, pero que él encontraba cómoda, posiblemente tener dos botones desabrochados tampoco ayudaba, en fin, si no fuera porque lo conocían posiblemente hubiera dudas de si era un marine o uno de esos bandidos que acaban de atrapar. Si Anko, u otro de los oficiales, accedía a acompañarle, posiblemente le haría una explicación a detalle de su barrio, de su patrona y de la virgen del Carmen, la cual aparecía en las estampitas que les había dado al principio de la expedición.
Cuando vi la escena en la que estaba con el segundo, o el que intuía que era el segundo de abordo, me pude imaginar un poco lo que pretendía el viejo. Yo me limité a sonreír al ver como este ponía una mirada que daría miedo hasta el mismo demonio, mucho peor que cuando el cura de turno te ponía a caldo porque el perro se había comido tus deberes, o porque había vuelto a poner tus dotes artísticas pintando la mesa, aunque claro todo esto eran imaginaciones suyas, el jamás había ido a la escuela.
—¡Yo que tú le hasía caso picha, tiene pinta de tener más malah folla que yo!— le aconsejé al reo, mientras me quitaba el delantal —¡Y TE JUROH POR MI MADRE, QUE SI NOS LA LIAS TE INFLÓ! ¡CLARINETE PIPIOLO!— le insistió al segundo para reforzar las escasas palabras del viejo, haciendo las mismas muecas que hacía en mi etapa de pandillero.
Y es que después de todo, uno no se convertía en jefe de una banda “juvenil” en el barrio de Tres hermanas de Malbuena de la noche a la mañana, uno se tenía que labrar una reputación en el barrio, y después de todo desde los doce se había visto forzado a convertirse en un “figura” como solía decir su abuelo. Tras escuchar si se producía la comunicación, si es que se producía alguna, y apoyar si se le requería alguna tarea en el interrogatorio, volvería a sus quehaceres diarios, no sin antes de ofrecerle a Anko hacerle el relevo en la guardia.
—Si queréis me puedo encargar de hacer yo la guardia, o te acompaño vaya, que estos lo mismo se tienen que cascar una paja— diría sin mucho tiento, y es que la sutileza nunca había sido mi fuerte, y si bien no carecía de experiencia en lo que, a trato femenino, todas las mujeres con las que había tratado había sólido ser tan bastas como yo, al principio pensé que sería algo único de mi tierra, pero después de conocer a Camile, había descubierto que posiblemente todas las mujeres fueran iguales —Vaya, lo que prefieras chiqui— terminaría agregando, tal vez quitándole algo de hierro a su expresión de verdulero, aunque nunca había entendido que lo catalogarán como tal si nunca había vendido verduras
Equivocado o no, tras escuchar la decisión de la médico, agregaría a sus tareas la vigilancia de la carga, esperando que alguno de los suboficiales le pudieran cubrir lo justo para organizar las tareas de la cocina, las cuales podría despachar en dos o como mucho tres horas si se lo tomaba con calma.
Por lo que, sin mucho reparo, tomaría una caja y se sentaría en ella con una pose que algunos categorizan como de chulo, pero que él encontraba cómoda, posiblemente tener dos botones desabrochados tampoco ayudaba, en fin, si no fuera porque lo conocían posiblemente hubiera dudas de si era un marine o uno de esos bandidos que acaban de atrapar. Si Anko, u otro de los oficiales, accedía a acompañarle, posiblemente le haría una explicación a detalle de su barrio, de su patrona y de la virgen del Carmen, la cual aparecía en las estampitas que les había dado al principio de la expedición.