Shy
"Shy"
06-10-2024, 11:14 PM
Shy torció el gesto mientras asistía a los heridos. Le causaba cierto fastidio tener que estar manchándose las manos de sangre. Ahora a saber cuándo podría volver a tejer. Si se había manchado alguno de sus ovillos de lana, entraría en cólera, y ni Illyasbabel ni Yoshiro podrían contenerle. Le irritaba casi tanto como algunas texturas. Y cuando se irritaba, su brutalidad a la hora de ejecutar los trabajos pasaba por un considerable aumento. Dicho de otro modo, Shy esperaba poder volver a ponerse a tejer cuanto antes, si era posible.
Una preocupación más acuciante le atacó. Hyun estaba inconsciente y perdiendo su vitalidad por momentos. Hyun. Quien se parecía tanto a Ame. A quien había llegado a coger algo de cariño. Hyun, el gigante amable. Su rostro, de mirada fría como siempre, ocultaba un mar de angustia, un torrente de emociones temerosas que no podía expresar de ninguna manera. Observó el trabajo del matasanos en silencio, con las palabras atascándose en su garganta, como de costumbre. Quiso pedirle que dejase de atender a otros heridos para prestar atención médica a Hyun, aunque hubiera algunos que parecían estar en un estado más grave, pero no pudo pronunciar palabra alguna. Apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron de un color pálido. No había nada que pudiera hacer, y la única persona de la que había logrado encariñarse tras la muerte de su esposa corría un peligro de muerte.
Otra preocupación aun más acuciante que la anterior se presentó. Punzante y letal, un filo atravesó su espalda hasta sobresalir por su hombro. Shy solo emitió un gemido apagado mientras retrocedía, encarando a su atacante. Su lanza corta, roja de la sangre de Shy, se interponía entre ambos.
-Uh... -acertó a gemir Shy.
El cazador se colocó la mano en el hombro, retrocediendo otro par de pasos mientras presionaba su herida y analizaba a su oponente.
-Me has apuñalado... -dijo el cazador, señalando lo evidente.
"¿Pero qué coño se cree este niño de los cojones?" pensó Shy para sus adentros, viendo como su ansiedad se disipaba para dar paso a una ira cuya existencia desconocía el mismo cazador. "¡Me ha apuñalado! ¡Me ha apuñalado de verdad! ¡Que hijo de la grandísima puta! ¡Se presenta aquí y se pone a dar estocadas como si no estuviera rezando por la vida de mi amigo! ¿Qué cojones? ¡Ahora vas pagar, pedazo de mierda! ¡Y el kimono era nuevo, gilipollas!"
Su rostro no traicionó a sus agresivos pensamientos, mostrando todavía su gesto impertérrito y altivo pese a haber sido apuñalado. El propio Shy no sabía que estaba mirando a su atacante como si fuera un infante molesto. Uno que grita mucho en un espacio cerrado. Oyó la percusión de un combate en cubierta, y observó al joven con una mirada pícara. O un intento de esta, tratando de provocarle para que le siguiera. Al fin y al cabo, ya había acaparado su atención y lo había alejado unos cuantos pasos del médico. Sonrío de forma provocadora, o esa era la intención. Con toda posibilidad, aquella mueca había acabado siendo una sonrisa psicótica, de esas que van acompañadas por unos ojos de loco.
"A ver si te gusta esto, ¿eh?" pensaba el cazador. "A ver si te gusta que le hagan daño a tus compañeros. Te voy a enseñar cuanto duele eso. A ver cuánto lloras antes de que te convierta en un alfiletero con mis agujas."
Por supuesto, no pudo decir nada de eso. Se permitió distraer su mente un instante de la intensidad del combate y los desafíos para lamentarse, como de costumbre, de no ser una persona más expresiva. Tal vez de esa manera habría tenido una vida más fácil. Podría haber abierto una mercería y vivir sin preocupaciones. En su lugar, aquí estaba, contando amigos caídos y enemigos por eliminar. Lo único que había en común en ambos casos eran sus agujas.
Con su sádica idea en mente, siguió atrayendo a su enemigo, hasta que, con presteza, abrió una puerta en el espacio haciendo uso de sus habilidades conferidas por la Fruta del Diablo. Dejándole seguramente anonadado, la cerró detrás de sí. Una vez en el interior de la dimensión alternativa que creaba al usar su Fruta del Diablo, obtuvo una mejor visión de la situación en el navío. Yoshiro hacía frente a un tipo musculoso, mientras que Illyasbabel entablaba un combate con una espadachina. Analizó el combate, y dónde daría un mejor uso a sus talentos. Optó por el bruto, que parecía algo menos atento a sus alrededores y que además ya estaba algo herido por las artes combativas de Yoshi. No había nada como tener compañeros igualmente hábiles en el arte de herir y matar.
Avanzó verticalmente, desplazándose con enorme velocidad hasta llegar a la altura del nido de cuervos. Abrió una puerta cerca, listo para saltar a la plataforma de madera sobre el mástil por si recibía un ataque. Desde lo alto, tomó dos de sus Emeici y respiró hondo. Hizo girar el de su mano izquierda a gran velocidad, amenazando con lanzarlo contra cualquiera de los presentes. El de la mano derecha, en cambio, fue lanzado a alta velocidad contra aquel tipo musculoso, un aguijón raudo como una bala y pero silente como una sombra, dispuesto a clavarse en una de las articulaciones del luchador. Había diseñado, además, una técnica con la que volvería el arma a su mano después de aquel ataque a traición. Tras lanzar aquel ataque, permanecería en el nido de cuervos, haciendo girar sus Emeici al tiempo que arrojaba una pequeño ingenio que ofuscaría su presencia. Algo así como una bomba de humo. Estaban listos si querían hacerle sufrir.
Una preocupación más acuciante le atacó. Hyun estaba inconsciente y perdiendo su vitalidad por momentos. Hyun. Quien se parecía tanto a Ame. A quien había llegado a coger algo de cariño. Hyun, el gigante amable. Su rostro, de mirada fría como siempre, ocultaba un mar de angustia, un torrente de emociones temerosas que no podía expresar de ninguna manera. Observó el trabajo del matasanos en silencio, con las palabras atascándose en su garganta, como de costumbre. Quiso pedirle que dejase de atender a otros heridos para prestar atención médica a Hyun, aunque hubiera algunos que parecían estar en un estado más grave, pero no pudo pronunciar palabra alguna. Apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron de un color pálido. No había nada que pudiera hacer, y la única persona de la que había logrado encariñarse tras la muerte de su esposa corría un peligro de muerte.
Otra preocupación aun más acuciante que la anterior se presentó. Punzante y letal, un filo atravesó su espalda hasta sobresalir por su hombro. Shy solo emitió un gemido apagado mientras retrocedía, encarando a su atacante. Su lanza corta, roja de la sangre de Shy, se interponía entre ambos.
-Uh... -acertó a gemir Shy.
El cazador se colocó la mano en el hombro, retrocediendo otro par de pasos mientras presionaba su herida y analizaba a su oponente.
-Me has apuñalado... -dijo el cazador, señalando lo evidente.
"¿Pero qué coño se cree este niño de los cojones?" pensó Shy para sus adentros, viendo como su ansiedad se disipaba para dar paso a una ira cuya existencia desconocía el mismo cazador. "¡Me ha apuñalado! ¡Me ha apuñalado de verdad! ¡Que hijo de la grandísima puta! ¡Se presenta aquí y se pone a dar estocadas como si no estuviera rezando por la vida de mi amigo! ¿Qué cojones? ¡Ahora vas pagar, pedazo de mierda! ¡Y el kimono era nuevo, gilipollas!"
Su rostro no traicionó a sus agresivos pensamientos, mostrando todavía su gesto impertérrito y altivo pese a haber sido apuñalado. El propio Shy no sabía que estaba mirando a su atacante como si fuera un infante molesto. Uno que grita mucho en un espacio cerrado. Oyó la percusión de un combate en cubierta, y observó al joven con una mirada pícara. O un intento de esta, tratando de provocarle para que le siguiera. Al fin y al cabo, ya había acaparado su atención y lo había alejado unos cuantos pasos del médico. Sonrío de forma provocadora, o esa era la intención. Con toda posibilidad, aquella mueca había acabado siendo una sonrisa psicótica, de esas que van acompañadas por unos ojos de loco.
"A ver si te gusta esto, ¿eh?" pensaba el cazador. "A ver si te gusta que le hagan daño a tus compañeros. Te voy a enseñar cuanto duele eso. A ver cuánto lloras antes de que te convierta en un alfiletero con mis agujas."
Por supuesto, no pudo decir nada de eso. Se permitió distraer su mente un instante de la intensidad del combate y los desafíos para lamentarse, como de costumbre, de no ser una persona más expresiva. Tal vez de esa manera habría tenido una vida más fácil. Podría haber abierto una mercería y vivir sin preocupaciones. En su lugar, aquí estaba, contando amigos caídos y enemigos por eliminar. Lo único que había en común en ambos casos eran sus agujas.
Con su sádica idea en mente, siguió atrayendo a su enemigo, hasta que, con presteza, abrió una puerta en el espacio haciendo uso de sus habilidades conferidas por la Fruta del Diablo. Dejándole seguramente anonadado, la cerró detrás de sí. Una vez en el interior de la dimensión alternativa que creaba al usar su Fruta del Diablo, obtuvo una mejor visión de la situación en el navío. Yoshiro hacía frente a un tipo musculoso, mientras que Illyasbabel entablaba un combate con una espadachina. Analizó el combate, y dónde daría un mejor uso a sus talentos. Optó por el bruto, que parecía algo menos atento a sus alrededores y que además ya estaba algo herido por las artes combativas de Yoshi. No había nada como tener compañeros igualmente hábiles en el arte de herir y matar.
Avanzó verticalmente, desplazándose con enorme velocidad hasta llegar a la altura del nido de cuervos. Abrió una puerta cerca, listo para saltar a la plataforma de madera sobre el mástil por si recibía un ataque. Desde lo alto, tomó dos de sus Emeici y respiró hondo. Hizo girar el de su mano izquierda a gran velocidad, amenazando con lanzarlo contra cualquiera de los presentes. El de la mano derecha, en cambio, fue lanzado a alta velocidad contra aquel tipo musculoso, un aguijón raudo como una bala y pero silente como una sombra, dispuesto a clavarse en una de las articulaciones del luchador. Había diseñado, además, una técnica con la que volvería el arma a su mano después de aquel ataque a traición. Tras lanzar aquel ataque, permanecería en el nido de cuervos, haciendo girar sus Emeici al tiempo que arrojaba una pequeño ingenio que ofuscaría su presencia. Algo así como una bomba de humo. Estaban listos si querían hacerle sufrir.