Airgid Vanaidiam
Metalhead
07-10-2024, 12:57 AM
Estaba claro que aquello no iba a ser suficiente para ninguno de los dos. Airgid llevaba años entrenando con las de cien kilos, por lo que ya estaba más que acostumbrada a dicho peso. Tampoco es que estuviera mal del todo aún así, seguía siendo ejercicio, poner el cuerpo en marcha, activar la maquinaria... pero no suponía un reto de ninguna forma. Menos aún cuando últimamente se sentía cada vez más fuerte y más poderosa. Necesitaba algo más. Comenzó a levantar el peso de forma repetida con ambos brazos, tumbada sobre uno de los bancos, notando con satisfacción cómo sus músculos se tensaban, se calentaban, comenzaban a bombear la sangre de su cuerpo. Era una sensación adictiva, dolorosa pero gratificante. Recordó por un momento lo mucho que le costó conseguir una rutina, convertir el esfuerzo físico en una disciplina, y lo mucho que le ayudó cuando lo cumplió. Dejó de sentirse como una pobre e inútil inválida, víctima de la compasión de los demás, para volverse una mujer fuerte que irradiaba seguridad y fortaleza, tanta que las personas a su alrededor se olvidaban de su desgracia. Y por suerte, parecía ser un vínculo más que compartía con Ragnheidr.
Aquel levantamiento apenas le estaba suponiendo un esfuerzo físico, podía hacer tantas repeticiones seguidas que ya no tenía casi ni sentido contarlas. Así que decidió añadir un pequeño nivel de dificultad extra, pero no una corporal, sino mental. Desprendió de repente pequeños rayos anaranjados que rodearon su piel, y con el control del magnetismo levantó unas cuantas pesas más por encima de ella. Elevándolas y bajándolas al mismo ritmo que hacía con las pesas de los brazos, al principio tratando de hacerlo de forma coordinada. Luego al revés, intentando mantener el ritmo a pesar de ir fuera del compás. Así, haciendo juegos consigo misma y forzándose a mantener una concentración y una coordinación que estaba claro que iba a necesitar a la hora de la pelea.
Entonces escuchó la voz de Ragnheidr, quién no tardó en dejar claro que aquel lugar no llegaba a satisfacer sus necesidades. — Ya... pensé que sería buena idea, pero es un poquitín limitao. — Reconoció en voz alta, dejando las pesas magnetizadas en el suelo, lentamente, con control y sin parar las repeticiones. Ragn había murmurado, pero Airgid fue capaz de escucharle y responderle con un poco de decepción en la voz. Terminó su serie de brazo, y se dirigió a una nueva máquina con la que entrenar su pierna derecha. Nunca había usado ninguna de ese estilo, así que puede que no fuera demasiado peso ni desafío, pero sí que era una nueva experiencia. Inevitablemente le lanzaban alguna miradas furtivas debido a su amputación y lo que llamaba la atención, pero Airgid trataba de no darle demasiada importancia. Mientras levantaba peso con la pierna, observaba con curiosidad a Ragnheidr entrenar, adueñándose de múltiples pesas para él solo. Aquello desató en ella una sonrisilla inevitable. Le parecía admirable, envidiable y adorable, todo a la vez. Aunque la sonrisa rápidamente se le borró de la cara cuando vio a ese tipo acercarse a él con aires de superioridad.
¿Cómo se le podía hablar con tanta prepotencia a alguien que te sacaba más de tres metros de altura? Y ya no solo eso, es que Ragnheidr no paraba de demostrar por activa y por pasiva que era mucho más superior que él, tanto física como mentalmente, incluso, ignorando a aquel tío. El rostro de la rubia se torció, tenía ganas de decirle cuatro cosas bien dichas, pero... quizás no era lo más inteligente llamar la atención de esa manera tan conflictiva. Ragn había sido listo manteniéndose al margen, ahorrándose cualquier tipo de infamia que pudiera generarse en torno a ellos cuando la misión de ambos era, justamente, ganarse a la población local. Puede que hubiera personas que le menospreciaran, que pensaran que por el hecho de que no se expresaba con toda la fluidez del mundo era más tonto o menos avispado que los demás. Menudo gilipollas el que pensase de esa manera.
Finalmente la mujer se levantó de la máquina, acercándose al grandullón. Había notado su... ¿frialdad? No estaba segura de si usar esa palabra, quizás era un poco fuerte y no del todo justa, pero era cierto que parecía estar ignorándola un poco. Quizás no era nada que ver con ella, puede que solo tuviera una mala mañana, que hubiera tenido alguna pesadilla. — Me aburro un poco, ni siquiera estoy sudando. — Le sonrió, con una pizca de picardía en los ojos. — ¿Buscamos un sitio mejor? ¿Tú cómo vas? — Preguntó, con curiosidad. Aquella mañana estaba especialmente callado, puede que necesitara un poco de la otra parte para abrirse.
Aquel levantamiento apenas le estaba suponiendo un esfuerzo físico, podía hacer tantas repeticiones seguidas que ya no tenía casi ni sentido contarlas. Así que decidió añadir un pequeño nivel de dificultad extra, pero no una corporal, sino mental. Desprendió de repente pequeños rayos anaranjados que rodearon su piel, y con el control del magnetismo levantó unas cuantas pesas más por encima de ella. Elevándolas y bajándolas al mismo ritmo que hacía con las pesas de los brazos, al principio tratando de hacerlo de forma coordinada. Luego al revés, intentando mantener el ritmo a pesar de ir fuera del compás. Así, haciendo juegos consigo misma y forzándose a mantener una concentración y una coordinación que estaba claro que iba a necesitar a la hora de la pelea.
Entonces escuchó la voz de Ragnheidr, quién no tardó en dejar claro que aquel lugar no llegaba a satisfacer sus necesidades. — Ya... pensé que sería buena idea, pero es un poquitín limitao. — Reconoció en voz alta, dejando las pesas magnetizadas en el suelo, lentamente, con control y sin parar las repeticiones. Ragn había murmurado, pero Airgid fue capaz de escucharle y responderle con un poco de decepción en la voz. Terminó su serie de brazo, y se dirigió a una nueva máquina con la que entrenar su pierna derecha. Nunca había usado ninguna de ese estilo, así que puede que no fuera demasiado peso ni desafío, pero sí que era una nueva experiencia. Inevitablemente le lanzaban alguna miradas furtivas debido a su amputación y lo que llamaba la atención, pero Airgid trataba de no darle demasiada importancia. Mientras levantaba peso con la pierna, observaba con curiosidad a Ragnheidr entrenar, adueñándose de múltiples pesas para él solo. Aquello desató en ella una sonrisilla inevitable. Le parecía admirable, envidiable y adorable, todo a la vez. Aunque la sonrisa rápidamente se le borró de la cara cuando vio a ese tipo acercarse a él con aires de superioridad.
¿Cómo se le podía hablar con tanta prepotencia a alguien que te sacaba más de tres metros de altura? Y ya no solo eso, es que Ragnheidr no paraba de demostrar por activa y por pasiva que era mucho más superior que él, tanto física como mentalmente, incluso, ignorando a aquel tío. El rostro de la rubia se torció, tenía ganas de decirle cuatro cosas bien dichas, pero... quizás no era lo más inteligente llamar la atención de esa manera tan conflictiva. Ragn había sido listo manteniéndose al margen, ahorrándose cualquier tipo de infamia que pudiera generarse en torno a ellos cuando la misión de ambos era, justamente, ganarse a la población local. Puede que hubiera personas que le menospreciaran, que pensaran que por el hecho de que no se expresaba con toda la fluidez del mundo era más tonto o menos avispado que los demás. Menudo gilipollas el que pensase de esa manera.
Finalmente la mujer se levantó de la máquina, acercándose al grandullón. Había notado su... ¿frialdad? No estaba segura de si usar esa palabra, quizás era un poco fuerte y no del todo justa, pero era cierto que parecía estar ignorándola un poco. Quizás no era nada que ver con ella, puede que solo tuviera una mala mañana, que hubiera tenido alguna pesadilla. — Me aburro un poco, ni siquiera estoy sudando. — Le sonrió, con una pizca de picardía en los ojos. — ¿Buscamos un sitio mejor? ¿Tú cómo vas? — Preguntó, con curiosidad. Aquella mañana estaba especialmente callado, puede que necesitara un poco de la otra parte para abrirse.