Se había distraído, inicialmente, con un grupo de pequeños peces de colores que nadaban tranquilamente entre algunas rocas y algunos arrecifes de coral. Eran bonitos y pacíficos. Y estaba Asradi en ese momento relajante que no percibió lo que se le venía por detrás. La amenazante sombra que, de repente, se abalanzó sobre ella. Asradi pegó un gritito adorable y respingó en cuanto algo, o alguien, la sujetó por detrás. Fue solo un momento antes de volver a ser soltada. Para cuando se giró, pudo ver a Octojin riéndose muy campantemente de ella.
— Si serás idiota... — Musitó, notando el calor inmediato en las mejillas. — Ya me las pagarás. — Era una amenaza en toda regla, aunque tenía una sonrisa divertida bailándole en los labios, sobre todo cuando le vió huir a toda velocidad. Seguramente para no recibir ninguna reprimenda próxima al respecto.
Octojin la había pillado con la guardia baja. Pero ahora empezaba lo bueno. La cacería.
Ahora estaba en modo depredador. Podría tomar ventaja y atraer, directamente, a los peces. Tenía esa capacidad como sirena, comunicarse con las criaturas marinas, a excepción de los mastodónticos reyes del mar. Así que, muy facilmente, podría engañar a algunos peces y atraerlos. Pero así perdía la gracia, y quería que fuese en igualdad de condiciones.
Se fue hacia las profundidades. En la superficie, sabía, se encontraría con los peces más pequeños. Pero en el fondo... Seguramente encontrase algo lo suficientemente grande como para que pudiese acompañar al que Octojin pudiese atrapar Además, necesitaba algo lo bastante grande como para intentar desbancar al que el escualo había conseguido. Porque tenía que reconocer que aquel atún era una muy buena presa. Y ella se había quedado medio embobada, al principio, al ver la fuerza física de Octojin mientras lo capturaba.
Morenas, mantarrayas... No, todavía no se decantaba por nada en específico. Y todavía no veía nada que le llamase la atención. Aceleró el nado un poco más, alejándose de la zona. No había problema, no creía encontrarse con otros gyojin, aparte de Octojin (aunque no era imposible) o con algún rey marino. De todas maneras, estaba procurando tener también cuidado, aunque ahora en su cabeza solo primase la caza. Atravesó unos amplios corales y tras unas formaciones rocosas submarinas, lo vió.
— No jodas... — Musitó para sí.
Ahí estaba: su presa.
No lo dudó ni un momento, se acercó, inicialmente, con cautela. Hacía tiempo que no se topaba con alguna especie de esturión beluga. Generalmente, sobre esas fechas, comenzaban a migrar hacia los ríos para desovar. Quizás ese se había perdido, no sería algo raro. No importaba, ya le había echado el ojo. Asradi buceó hasta el fondo, en el más completo de los silencios, acechando al pobre esturión. Y, entonces, atacó. Lo primero que hizo fue embestir contra la criatura, golpeándola varias veces con la cola, solo para atontarla y confundirla. Era un buen método de caza ese. Así el esturión no estaría lo suficientemente espabilado como para huír. Lo hizo un par de veces, haciendo que el pobre bicho hasta girase sobre sí mismo. Solo cuando lo consideró oportuno, fue que se abalanzó a hincar los dientes. Sabía dónde hacerlo. Nadó desde abajo para sujetarle, con la fuerte mandíbula, por las agallas, cortando así su suministro de oxígeno bajo el agua. No solo eso, sino que comenzó a agitar la cola con fuerza. Era un esturión de unos cinco metros, mucho más grande que ella. Pero era una sirena tiburón tintorera. Tenía fuerza en la cola como para poder arrastrar al esturión con cierta facilidad. Y lo hizo, llevándolo hacia la superficie hasta lograr sacarle la cabeza del agua para que el pobre pez se fuese ahogando poco a poco. Por su parte, tenía medio rostro cubierto de la sangre de su captura, y las mandíbulas cuando, por fin, las separó de su presa.
Sonrió terriblemente satisfecha, tironeando del esturión para volver a reunirse con Octojin y su atún.
— Creo que no lo he hecho tan mal. — Sonrió, divertida, hacia el escualo, todavía su mentón manchado de sangre del esturión.
Ahora solo tendrían que medírselos. Los peces, claro.
— Si serás idiota... — Musitó, notando el calor inmediato en las mejillas. — Ya me las pagarás. — Era una amenaza en toda regla, aunque tenía una sonrisa divertida bailándole en los labios, sobre todo cuando le vió huir a toda velocidad. Seguramente para no recibir ninguna reprimenda próxima al respecto.
Octojin la había pillado con la guardia baja. Pero ahora empezaba lo bueno. La cacería.
Ahora estaba en modo depredador. Podría tomar ventaja y atraer, directamente, a los peces. Tenía esa capacidad como sirena, comunicarse con las criaturas marinas, a excepción de los mastodónticos reyes del mar. Así que, muy facilmente, podría engañar a algunos peces y atraerlos. Pero así perdía la gracia, y quería que fuese en igualdad de condiciones.
Se fue hacia las profundidades. En la superficie, sabía, se encontraría con los peces más pequeños. Pero en el fondo... Seguramente encontrase algo lo suficientemente grande como para que pudiese acompañar al que Octojin pudiese atrapar Además, necesitaba algo lo bastante grande como para intentar desbancar al que el escualo había conseguido. Porque tenía que reconocer que aquel atún era una muy buena presa. Y ella se había quedado medio embobada, al principio, al ver la fuerza física de Octojin mientras lo capturaba.
Morenas, mantarrayas... No, todavía no se decantaba por nada en específico. Y todavía no veía nada que le llamase la atención. Aceleró el nado un poco más, alejándose de la zona. No había problema, no creía encontrarse con otros gyojin, aparte de Octojin (aunque no era imposible) o con algún rey marino. De todas maneras, estaba procurando tener también cuidado, aunque ahora en su cabeza solo primase la caza. Atravesó unos amplios corales y tras unas formaciones rocosas submarinas, lo vió.
— No jodas... — Musitó para sí.
Ahí estaba: su presa.
No lo dudó ni un momento, se acercó, inicialmente, con cautela. Hacía tiempo que no se topaba con alguna especie de esturión beluga. Generalmente, sobre esas fechas, comenzaban a migrar hacia los ríos para desovar. Quizás ese se había perdido, no sería algo raro. No importaba, ya le había echado el ojo. Asradi buceó hasta el fondo, en el más completo de los silencios, acechando al pobre esturión. Y, entonces, atacó. Lo primero que hizo fue embestir contra la criatura, golpeándola varias veces con la cola, solo para atontarla y confundirla. Era un buen método de caza ese. Así el esturión no estaría lo suficientemente espabilado como para huír. Lo hizo un par de veces, haciendo que el pobre bicho hasta girase sobre sí mismo. Solo cuando lo consideró oportuno, fue que se abalanzó a hincar los dientes. Sabía dónde hacerlo. Nadó desde abajo para sujetarle, con la fuerte mandíbula, por las agallas, cortando así su suministro de oxígeno bajo el agua. No solo eso, sino que comenzó a agitar la cola con fuerza. Era un esturión de unos cinco metros, mucho más grande que ella. Pero era una sirena tiburón tintorera. Tenía fuerza en la cola como para poder arrastrar al esturión con cierta facilidad. Y lo hizo, llevándolo hacia la superficie hasta lograr sacarle la cabeza del agua para que el pobre pez se fuese ahogando poco a poco. Por su parte, tenía medio rostro cubierto de la sangre de su captura, y las mandíbulas cuando, por fin, las separó de su presa.
Sonrió terriblemente satisfecha, tironeando del esturión para volver a reunirse con Octojin y su atún.
— Creo que no lo he hecho tan mal. — Sonrió, divertida, hacia el escualo, todavía su mentón manchado de sangre del esturión.
Ahora solo tendrían que medírselos. Los peces, claro.