Atlas
Nowhere | Fénix
07-10-2024, 02:22 PM
¿La baba? ¿Qué baba? Tarde, para cuando quise darme cuenta ya estaba levantando mi zapato del suelo y una cosa viscosa pendía del mismo, resistiéndose a dejarlo escapar y, al mismo tiempo, evitando despegarse del suelo. Sí, totalmente repugnante. Lo que no terminaba de quedarme claro era cómo a aquel tipo no le parecía molestar lo más mínimo trabajar en un lugar tan lleno de... eso: sí, baba.
Algo confuso, le contemplé mientras me aproximaba al banco al que estaba orientado el caracol. ¿Qué estaba mirando? Seguí sus ojos en dirección al techo, pero allí no me parecía distinguir nada que mereciese su atención. Claro que, trabajando en un sitio así, seguramente resultase difícil dar con algo con lo que distraerse.
Tras comprobar que el banco que había dispuesto no se encontraba también repleto de babas —lo que, afortunadamente, parecía cumplirse—, me senté. El crujido de la madera me recibió, así como un intento del asiento de ceder y dejarme caer de espaldas. Alcancé a inclinar mi peso hacia delante en el último momento, liberando la pata trasera del taburete de su carga para permitir que viviese al menos un día más. Y allí me quedé, sentado en un taburete pero con la misma sensación que experimentaba al sentarme en la taza del inodoro.
¿Y ahora qué? El tipo seguía mirando el techo y el molusco dormitaba frente a mí. ¿El animal trabajaba solo y él era un mero espectador o se suponía que debía activarlo de algún modo? Una serie de largos segundos pasaron sin que nada sucediese. Las piernas empezaron a arderme de mantener la posición, así que me presté a llamar la atención de alguno de los dos con un carraspeo.
Fue entonces, justo cuando iba a hacerlo, que el flash saltó y se capturó la imagen. ¿Ojos cerrados? Seguramente, pero el sujeto parecía no haberse dado cuenta de que en teoría la foro ya se había hecho. No se había dado cuenta o pasaba de todo olímpicamente, siendo mucho más probable esto último bajo mi punto de vista.
—¿Ha salido bien? —inquirí al ver que no me decía nada tras la desaparición del flash—. Mi nombre es Atlas, por cierto —añadí para intentar dotar a la conversación, aunque pintase breve, de un tono cordial—. No tiene que haber demasiado jaleo por aquí, ¿no?
Como si hubiesen estado esperando el inicio de la conversación, unos nudillos apresurados llamaron a la puerta después de que me callase. Al otro lado, una voz metía prisa para que saliese cuanto antes porque, al parecer, había más gente esperando y tenían cosas importantes que hacer. Tenía entendido que los marines de Isla Kilombo eran de lo más disciplinados. De hecho, juraría que hacía no demasiado tiempo les habían concedido una condecoración grupal a la excelencia o algo así, aunque no lo tenía del todo claro. Aquella persona no debía haber formado parte de aquel acto, desde luego, porque el tono irritante y agudo de su voz únicamente generaba ganas de estrellarle el caparazón del molusco en la cabeza.
Algo confuso, le contemplé mientras me aproximaba al banco al que estaba orientado el caracol. ¿Qué estaba mirando? Seguí sus ojos en dirección al techo, pero allí no me parecía distinguir nada que mereciese su atención. Claro que, trabajando en un sitio así, seguramente resultase difícil dar con algo con lo que distraerse.
Tras comprobar que el banco que había dispuesto no se encontraba también repleto de babas —lo que, afortunadamente, parecía cumplirse—, me senté. El crujido de la madera me recibió, así como un intento del asiento de ceder y dejarme caer de espaldas. Alcancé a inclinar mi peso hacia delante en el último momento, liberando la pata trasera del taburete de su carga para permitir que viviese al menos un día más. Y allí me quedé, sentado en un taburete pero con la misma sensación que experimentaba al sentarme en la taza del inodoro.
¿Y ahora qué? El tipo seguía mirando el techo y el molusco dormitaba frente a mí. ¿El animal trabajaba solo y él era un mero espectador o se suponía que debía activarlo de algún modo? Una serie de largos segundos pasaron sin que nada sucediese. Las piernas empezaron a arderme de mantener la posición, así que me presté a llamar la atención de alguno de los dos con un carraspeo.
Fue entonces, justo cuando iba a hacerlo, que el flash saltó y se capturó la imagen. ¿Ojos cerrados? Seguramente, pero el sujeto parecía no haberse dado cuenta de que en teoría la foro ya se había hecho. No se había dado cuenta o pasaba de todo olímpicamente, siendo mucho más probable esto último bajo mi punto de vista.
—¿Ha salido bien? —inquirí al ver que no me decía nada tras la desaparición del flash—. Mi nombre es Atlas, por cierto —añadí para intentar dotar a la conversación, aunque pintase breve, de un tono cordial—. No tiene que haber demasiado jaleo por aquí, ¿no?
Como si hubiesen estado esperando el inicio de la conversación, unos nudillos apresurados llamaron a la puerta después de que me callase. Al otro lado, una voz metía prisa para que saliese cuanto antes porque, al parecer, había más gente esperando y tenían cosas importantes que hacer. Tenía entendido que los marines de Isla Kilombo eran de lo más disciplinados. De hecho, juraría que hacía no demasiado tiempo les habían concedido una condecoración grupal a la excelencia o algo así, aunque no lo tenía del todo claro. Aquella persona no debía haber formado parte de aquel acto, desde luego, porque el tono irritante y agudo de su voz únicamente generaba ganas de estrellarle el caparazón del molusco en la cabeza.