Atlas
Nowhere | Fénix
07-10-2024, 10:56 PM
El viento golpeaba con rudeza mi rostro en la proa de la embarcación. Habíamos partido hacía ya bastantes horas y, según decían los navegantes, los vientos eran favorables y tal vez llegásemos antes de lo previsto a nuestro destino. Aun así, al igual que había notado en Loguetown, continuaba existiendo ese elefante en la habitación que compartíamos Octojin y yo. Una fina tela separaba lo que antes había estado unido. Yo era muy dado a reflexionar acerca de las cosas, quizás incluso en exceso, pero no era tan ducho en el arte de sacarlas fuera de mí. Algo tan simple como un ¿qué te pasa? o ¿está todo bien? eran preguntas que costaba poner en mis labios casi siempre. ¿Quién diría que, esa vez, el callado gyojin fue quien se atrevió a abrir el melón? Eso sí, después de que él rompiera el hielo mi conciencia irrumpió como un huracán.
—Más que tenemos, creo que soy yo quien tiene que hablar. Fueron unas palabras totalmente desproporcionadas y fuera de lugar. Para nada tienen que ver con lo que realmente pienso, no. Al contrario, lo que hablamos aquel día en el muelle de Loguetown es la forma real en la que veo lo que debe ser la Marina, pero después de semejante herida... comencé a lamerme sin importar si mi lengua estaba envenenada o no. Lo siento mucho, Octojin, y lo único que deberías lamentar es que esa primera viga de madera no me diera de lleno en toda la cara. Me habría estado bien merecido, al fin y al cabo. Por mi parte no tengo ningún tipo de rencor o resentimiento hacia ti, porque llevabas toda la razón y la sigues llevando en lo que dijiste. Si puedes perdonarme y permitirme que demuestre que voy en serio con esta misión, me gustaría que volviésemos al punto de inicio. Sí, ahí estaba mucho más cómodo.
Ya lo había vomitado. Estaba hecho y sólo quedaba esperar a comprobar cómo digería el habitante del mar mis palabras. Era curioso cómo de liberado podía sentirse uno después de vaciarse de esa manera. Fuera como fuese, teníamos un cometido importante con el que lidiar, uno que venía que ni pintado para respaldar mis palabras con hechos.
En efecto, el viaje a bordo del tiburón fue una experiencia nueva. Como si fuese en un barco rápido —solo que mucho más rápido que el barco más rápido en el que había estado—, la brisa marina arañaba mis mejillas mientras las gotas de agua levantadas por el tiburón azotaban mi cuerpo. Llevaba las puntas de los pies levemente sumergidas en el mar, lo que me provocaba una gran incomodidad y la sensación permanente de estar cansado y tener sueño, pero era algo con lo que podía lidiar. Aun así, me sentí notablemente aliviado cuando pude poner los pies en tierra firme.
Una vez allí, el tiburón mostró su preocupación por la situación y empezó a lanzar posibles alternativas de cara a la forma en la que podíamos abordar la situación. Estaba claro que debíamos aprovechar el siguiente ataque del enemigo para abordarles y detenerles. De lo contrario, más de aquellos inocentes seres abisales serían dañados o secuestrados. Además, debíamos asegurarnos de no acabar con ellos para que nos pudiesen conducir a los que ya tenían cautivos. Con algo de suerte, aún no los habrían vendido.
—Sí, me parece bien. Si preparamos bien la zona podemos asegurar que a los gyojin no les pase nada y que los secuestradores no puedan hacerles nada. Mira —continué al tiempo que me inclinaba sobre la arena y, con la mano, creaba una zona lisa sobre la que dibujar—. Si encontramos una zona con mucha vegetación y salientes rocosos podemos crear zonas que sean como pequeñas prisiones y repartirlas por todo el lugar. Así podrán refugiarse rápido y nosotros podemos intervenir: tú desde debajo del mar y yo desde el cielo —añadí, señalando a lo más alto del peñón—. Lo más seguro es que cuando los gyojin vayan desapareciendo de su vista y se oculten tras los barrotes cubiertos por algas la avaricia les haga ir a por los siguientes que vean. Podemos permanecer escondidos y en cuando veas el momento anclar su o sus barcos al suelo marino. Entonces apareceré yo desde detrás del risco para rasgar las velas y romper los mástiles. No podrán saltar al agua para escapar, porque estarían perdidos, y en la cubierta no tendrán escapatoria y podremos enfrentarnos a ellos para atraparles. ¿Qué te parece? Si la situación parece controlada, tal vez nuestros amigos incluso podrían ayudarnos desde el fondo marino sin exponerse.
Miré a mi alrededor y a Octojin alternativamente, sin dejar de dibujar los que serían los refugios en cuestión, en busca de alguna reacción por parte de los oyentes. Nos valdría metal o madera por igual, ya que sólo necesitábamos un resguardo. El tema de reunir todas las algas necesarias para ocultarlos sería algo más laborioso, pero por fortuna contábamos con toda una fuerza de moradores de lo profundo para los que el trabajo sería coser y cantar.
—Esta vez... y todas de aquí en adelante —sentencié, estrechando con fuerza las grandes y duras manos de Octojin. Bueno, el término estrechar se me quedaba grande; más bien fueron engullidas por una mole de escamas y músculo.
—Más que tenemos, creo que soy yo quien tiene que hablar. Fueron unas palabras totalmente desproporcionadas y fuera de lugar. Para nada tienen que ver con lo que realmente pienso, no. Al contrario, lo que hablamos aquel día en el muelle de Loguetown es la forma real en la que veo lo que debe ser la Marina, pero después de semejante herida... comencé a lamerme sin importar si mi lengua estaba envenenada o no. Lo siento mucho, Octojin, y lo único que deberías lamentar es que esa primera viga de madera no me diera de lleno en toda la cara. Me habría estado bien merecido, al fin y al cabo. Por mi parte no tengo ningún tipo de rencor o resentimiento hacia ti, porque llevabas toda la razón y la sigues llevando en lo que dijiste. Si puedes perdonarme y permitirme que demuestre que voy en serio con esta misión, me gustaría que volviésemos al punto de inicio. Sí, ahí estaba mucho más cómodo.
Ya lo había vomitado. Estaba hecho y sólo quedaba esperar a comprobar cómo digería el habitante del mar mis palabras. Era curioso cómo de liberado podía sentirse uno después de vaciarse de esa manera. Fuera como fuese, teníamos un cometido importante con el que lidiar, uno que venía que ni pintado para respaldar mis palabras con hechos.
En efecto, el viaje a bordo del tiburón fue una experiencia nueva. Como si fuese en un barco rápido —solo que mucho más rápido que el barco más rápido en el que había estado—, la brisa marina arañaba mis mejillas mientras las gotas de agua levantadas por el tiburón azotaban mi cuerpo. Llevaba las puntas de los pies levemente sumergidas en el mar, lo que me provocaba una gran incomodidad y la sensación permanente de estar cansado y tener sueño, pero era algo con lo que podía lidiar. Aun así, me sentí notablemente aliviado cuando pude poner los pies en tierra firme.
Una vez allí, el tiburón mostró su preocupación por la situación y empezó a lanzar posibles alternativas de cara a la forma en la que podíamos abordar la situación. Estaba claro que debíamos aprovechar el siguiente ataque del enemigo para abordarles y detenerles. De lo contrario, más de aquellos inocentes seres abisales serían dañados o secuestrados. Además, debíamos asegurarnos de no acabar con ellos para que nos pudiesen conducir a los que ya tenían cautivos. Con algo de suerte, aún no los habrían vendido.
—Sí, me parece bien. Si preparamos bien la zona podemos asegurar que a los gyojin no les pase nada y que los secuestradores no puedan hacerles nada. Mira —continué al tiempo que me inclinaba sobre la arena y, con la mano, creaba una zona lisa sobre la que dibujar—. Si encontramos una zona con mucha vegetación y salientes rocosos podemos crear zonas que sean como pequeñas prisiones y repartirlas por todo el lugar. Así podrán refugiarse rápido y nosotros podemos intervenir: tú desde debajo del mar y yo desde el cielo —añadí, señalando a lo más alto del peñón—. Lo más seguro es que cuando los gyojin vayan desapareciendo de su vista y se oculten tras los barrotes cubiertos por algas la avaricia les haga ir a por los siguientes que vean. Podemos permanecer escondidos y en cuando veas el momento anclar su o sus barcos al suelo marino. Entonces apareceré yo desde detrás del risco para rasgar las velas y romper los mástiles. No podrán saltar al agua para escapar, porque estarían perdidos, y en la cubierta no tendrán escapatoria y podremos enfrentarnos a ellos para atraparles. ¿Qué te parece? Si la situación parece controlada, tal vez nuestros amigos incluso podrían ayudarnos desde el fondo marino sin exponerse.
Miré a mi alrededor y a Octojin alternativamente, sin dejar de dibujar los que serían los refugios en cuestión, en busca de alguna reacción por parte de los oyentes. Nos valdría metal o madera por igual, ya que sólo necesitábamos un resguardo. El tema de reunir todas las algas necesarias para ocultarlos sería algo más laborioso, pero por fortuna contábamos con toda una fuerza de moradores de lo profundo para los que el trabajo sería coser y cantar.
—Esta vez... y todas de aquí en adelante —sentencié, estrechando con fuerza las grandes y duras manos de Octojin. Bueno, el término estrechar se me quedaba grande; más bien fueron engullidas por una mole de escamas y músculo.