Venimos de aquí.
Los marines de Kilombo aceptaron que la escuadra de valientes guerreros se llevase a la Nutria. Meethook mostró cierta pena al enterarse de que no le permitirían ir a ver los restos del acantilado, pero no se quejó ni reclamó. Un grupo de marines aceptó la petición del equipo para viajar con ellos y proporcionar los medios y conocimientos necesarios para navegar hacia Loguetown en una carabela. En cuanto fue posible, partieron. Como Arganeo, el jefe de aquel lugar, estaba fuera, el cuerpo de la marina había estado extremadamente relajado, visitando tabernas. El capitán de navegación más experimentado, Tom, era el mejor del cuartel en disimular su borrachera. El segundo más experimentado, Manolo Pilotes, un joven artillero de 18 años, había sido enviado con una tartana a inspeccionar los restos del acantilado y el faro. Allí, el muchacho encontró una bonita espada mediana con una funda violeta, que parecía tener un aura especial.
El viaje comenzó con éxito; la embarcación se despedía de la iluminada Isla Kilombo, pero faltaba una luz, una que evocaba muchos recuerdos a Meethook. Atrás quedaban recuerdos, cicatrices y ruinas; adelante: Loguetown, o eso creían nuestros infelices marines. El viaje empezó tranquilo, pero pronto las nubes de un gris cálido, teñido por la luz de las estrellas, se transformaron en nubes oscuras. El viento del noreste agitó las velas del barco, y la actividad a bordo se triplicó en cuestión de instantes. El capitán insistió en mantener el rumbo, pero pronto todos se vieron envueltos en una feroz tormenta. Los primeros truenos resonaron en el horizonte, vaticinando un futuro incierto. Cuando Tom finalmente aceptó su imprudencia, ya era demasiado tarde; la tormenta los había alcanzado. Los relámpagos iluminaban a intervalos irregulares olas gigantescas, dispuestas a arrastrar a cualquier marinero.
Tras varias horas de máxima tensión, la tormenta continuó su curso, dejando atrás al barco, que estaba en pésimas condiciones, pero aún lo suficientemente intacto para seguir navegando. Sin embargo, el capitán, aún borracho, ajustó mal el rumbo. Para cuando todos se dieron cuenta, en el horizonte aparecía una de las Islas de Tequila Wolf: Ginebra Blues, la principal y más poblada civilización del archipiélago. El capitán, avergonzado, justificó el desvío afirmando que necesitaban reparaciones para asegurar el futuro del barco. De una manera u otra, no les vendría mal cambiar de embarcación o de compañeros de viaje. La nutria continuaba inconsciente, pero en buenas condiciones a pesar de la agitación de la tormenta. Meethook, ahora que su enemigo predilecto había fallecido, no se preocupaba tanto; una simple tormenta no le intimidaba.
Aterrizasteis en el puerto deportivo de Ginebra Blues bajo un espléndido mediodía. Tom aseguró que, al tratarse de un barco pequeño, no habría problema en atracar allí en lugar del astillero principal. Al desembarcar, accedisteis a unos pantalanes de madera, y tras subir una escalerilla, llegasteis al puerto comercial, un lugar repleto de bares y chiringuitos donde la gente aprovechaba para tomar un buen vermut. Había bastante ambiente, pero aún quedaban algunos espacios libres en las terrazas. En una de ellas, una musculosa y familiar espalda llamó vuestra atención: era Murray Arganeo, con una camisa hawaiana de color azul oscuro con palmeras, pantalones vaqueros cortos, chanclas, gafas de sol y un llamativo reloj caro. Estaba en una mesa de lujo junto a una mujer rubia de ojos azules. Al girarse para llamar al camarero, os vio y trató de encogerse entre sus músculos, pero era demasiado tarde.
—¡Murray! —Meethook se adelantó al grupo, avanzando a saltos ayudado por su bastón. Arganeo no sabía dónde esconderse, pero la situación era inevitable. El manco lo abrazó mientras Murray trataba de fingir que no lo conocía, aunque tras tantos detalles, fue imposible seguir disimulando.
— Un momento Natasha. — Dijo Murray, levantándose. Agarró a Meethook y se acercó a vosotros sin quitarse las gafas de sol. — Ya veo que todo ha salido bien. ¿Se puede saber qué hacéis aquí? Vosotros deberíais estar en Loguetown.
Meethook se rascó la cabeza y le preguntó abiertamente:
— ¿No se supone que tú ibas a recibirme?
Una gota de sudor recorrió el rostro de Murray. El muy canalla se había tomado unas vacaciones asegurando que necesitaba unos días por asuntos familiares.
— ¡Shhh! Estoy en una misión secreta, no podéis comentar nada, es sumamente importante. — Dijo en voz baja. Luego se giró, sacó un Denden Mushi de su bolsillo y llamó a Stan S. Stanman, mientras con la otra mano os extendía varios tickets para viajes gratis en el taxi del peliazul.
Tendríais una hora para disfrutar de la isla. Si os poníais pesados, Murray os daría algo de dinero para beber y comer, ya que él quería seguir conquistando a la rubia. Al cabo de una hora, apareció Stan S. Stanman a bordo de un coche de choque acuático con forma de pez.
El viaje comenzó con éxito; la embarcación se despedía de la iluminada Isla Kilombo, pero faltaba una luz, una que evocaba muchos recuerdos a Meethook. Atrás quedaban recuerdos, cicatrices y ruinas; adelante: Loguetown, o eso creían nuestros infelices marines. El viaje empezó tranquilo, pero pronto las nubes de un gris cálido, teñido por la luz de las estrellas, se transformaron en nubes oscuras. El viento del noreste agitó las velas del barco, y la actividad a bordo se triplicó en cuestión de instantes. El capitán insistió en mantener el rumbo, pero pronto todos se vieron envueltos en una feroz tormenta. Los primeros truenos resonaron en el horizonte, vaticinando un futuro incierto. Cuando Tom finalmente aceptó su imprudencia, ya era demasiado tarde; la tormenta los había alcanzado. Los relámpagos iluminaban a intervalos irregulares olas gigantescas, dispuestas a arrastrar a cualquier marinero.
Tras varias horas de máxima tensión, la tormenta continuó su curso, dejando atrás al barco, que estaba en pésimas condiciones, pero aún lo suficientemente intacto para seguir navegando. Sin embargo, el capitán, aún borracho, ajustó mal el rumbo. Para cuando todos se dieron cuenta, en el horizonte aparecía una de las Islas de Tequila Wolf: Ginebra Blues, la principal y más poblada civilización del archipiélago. El capitán, avergonzado, justificó el desvío afirmando que necesitaban reparaciones para asegurar el futuro del barco. De una manera u otra, no les vendría mal cambiar de embarcación o de compañeros de viaje. La nutria continuaba inconsciente, pero en buenas condiciones a pesar de la agitación de la tormenta. Meethook, ahora que su enemigo predilecto había fallecido, no se preocupaba tanto; una simple tormenta no le intimidaba.
Aterrizasteis en el puerto deportivo de Ginebra Blues bajo un espléndido mediodía. Tom aseguró que, al tratarse de un barco pequeño, no habría problema en atracar allí en lugar del astillero principal. Al desembarcar, accedisteis a unos pantalanes de madera, y tras subir una escalerilla, llegasteis al puerto comercial, un lugar repleto de bares y chiringuitos donde la gente aprovechaba para tomar un buen vermut. Había bastante ambiente, pero aún quedaban algunos espacios libres en las terrazas. En una de ellas, una musculosa y familiar espalda llamó vuestra atención: era Murray Arganeo, con una camisa hawaiana de color azul oscuro con palmeras, pantalones vaqueros cortos, chanclas, gafas de sol y un llamativo reloj caro. Estaba en una mesa de lujo junto a una mujer rubia de ojos azules. Al girarse para llamar al camarero, os vio y trató de encogerse entre sus músculos, pero era demasiado tarde.
—¡Murray! —Meethook se adelantó al grupo, avanzando a saltos ayudado por su bastón. Arganeo no sabía dónde esconderse, pero la situación era inevitable. El manco lo abrazó mientras Murray trataba de fingir que no lo conocía, aunque tras tantos detalles, fue imposible seguir disimulando.
— Un momento Natasha. — Dijo Murray, levantándose. Agarró a Meethook y se acercó a vosotros sin quitarse las gafas de sol. — Ya veo que todo ha salido bien. ¿Se puede saber qué hacéis aquí? Vosotros deberíais estar en Loguetown.
Meethook se rascó la cabeza y le preguntó abiertamente:
— ¿No se supone que tú ibas a recibirme?
Una gota de sudor recorrió el rostro de Murray. El muy canalla se había tomado unas vacaciones asegurando que necesitaba unos días por asuntos familiares.
— ¡Shhh! Estoy en una misión secreta, no podéis comentar nada, es sumamente importante. — Dijo en voz baja. Luego se giró, sacó un Denden Mushi de su bolsillo y llamó a Stan S. Stanman, mientras con la otra mano os extendía varios tickets para viajes gratis en el taxi del peliazul.
Tendríais una hora para disfrutar de la isla. Si os poníais pesados, Murray os daría algo de dinero para beber y comer, ya que él quería seguir conquistando a la rubia. Al cabo de una hora, apareció Stan S. Stanman a bordo de un coche de choque acuático con forma de pez.
Es un humano elegante de estatura promedio, con cabello azul eléctrico en punta que destaca por su estilo moderno. Su rostro afilado y expresivo está enmarcado por unos ojos grandes y una sonrisa contagiosa, reflejando su entusiasmo por el trabajo. Viste un traje oscuro perfectamente ajustado, complementado con una corbata amarilla brillante y zapatos de cuero lustrado. Su aspecto es refinado y profesional, acentuado por un reloj elegante y gemelos sutiles. Su coche de choque, decorado como un pez y con capacidad ampliada para diez personas, destaca por su diseño colorido y llamativo, alineado con su personalidad dinámica y comercial.
Aparcó cerca de la zona de terrazas y de un solo salto llegó al puerto, enseguida ojeo a los presentes y localizó a sus clientes. — ¡Hola! Mi nombre es Stan S. Stanman, empresario de éxito y taxista de estos mares. ¿Qué tal? — Era eléctrico y hablaba a toda ostia, le dio la mano a todos los presentes con un ímpetu acojonante, a Meethook casi le arranca la otra mano. — Zurdo eh. — Soltó sin perder la sonrisa. — Bueno, vuestro jefe me ha llamado así que sin mas dilación yo les llevo. Si, iremos rápido, sin pausas, sin problemas, en un periquete. No os ocurrirá nada, podéis dormir en el viaje, ver una película, una revista o jugar a las cartas, será como un paseo. — Hablaba a una velocidad IM-PRE-SIO-NAN-TE. — ¿Y el Murray? ¿Ya está con otra de esas chicas? Es pillín eh, le vi una vez con una pelirroja en el Reino de Goa, también estuvo en la jefaza de Oykot, menuda mujer, una vez le vi quedar con una Gyojin piraña, no veas , una fiera, también lo vi en Isla Syrup con una condesa, me llamó para que les cocinase, les hice una pasta a la putanesca, una de mis especialidades por aquel entonces, en el 722 me llamo en el baratie para que le llevase una camisa, el caso es que la suya se mancho al intentar levantarle la falda a un cam.......