Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
08-10-2024, 10:15 AM
(Última modificación: 08-10-2024, 11:27 AM por Camille Montpellier.)
Todo había salido a pedir de boca, o al menos esa era la primera impresión que le había dado a Camille en el momento en que subieron al barco junto al equipo de navegación de los marines de Kilombo. Sin embargo, esta sensación inicial fue diluyéndose desde el momento en que la oni percibió con su olfato un aroma que no auguraba nada bueno: alcohol. Como ya habían visto durante su llegada a Rostock, parecía que la ausencia de Murray había conllevado una completa falta de disciplina en el G-23, y los resultados de esta no tardarían en dejarse ver. De todos modos, estaban en el East Blue y contaban, además de con un equipo de navegantes expertos —o eso creía—, con ella misma para apoyar durante el viaje. No había necesidad de preocuparse, ¿verdad?
Pues sí que la hubo. Apenas se habían adentrado en mar abierto cuando la situación empezó a complicarse. Primero fueron unas nubes grisáceas que, poco a poco, se habían ido oscureciendo para darles una huracanada y furiosa bienvenida. Los vientos empezaron a alzarse, y con ellos la mar se agitó hasta producir un oleaje intenso y peligroso. Pese al tamaño de la embarcación, su medio de transporte se tambaleaba de un lado para otro mientras las velas se tensaban amenazando con rasgarse o salir volando. Nadie en el barco podía mantenerse quieto, probablemente ni siquiera el escaqueado de Atlas. Camille corría de aquí para allá, ajustando los amarres que los marineros se iban atando alrededor de la cintura para evitar caer a la mar embravecida, pasando después a ayudar a los marines que arriaban las velas, entre otras tareas.
No habría sabido decir cuánto tiempo habían estado luchando contra la furia de los elementos, pero sí que el combate había sido salvaje y que había agotado sus energías en gran medida. Quizá más incluso que la pelea contra el capitán de los Piratas Veganos. Por suerte, tras aquella feroz batalla, empezaron a vislumbrar su destino en el horizonte. Durante los primeros minutos, Camille sintió que algo no encajaba allí. No tardó en darse cuenta de qué era lo que descuadraba su mente. Aquella isla no era Loguetown ni se parecía remotamente a la sede del G-31. ¿Dónde demonios estaban? ¿A dónde les habían llevado aquella panda de...?
—Vamos, no me jodas —masculló la recluta, suspirando con exasperación.
Tequila Wolf, concretamente la isla de Ginebra Blues, se situaba en la dirección opuesta de Loguetown si partían desde Kilombo: su destino se encontraba al oeste, pero la isla que estaban viendo estaba en el este. Eso quería decir que, o bien la tormenta había desviado su rumbo —cosa que se le antojaba improbable—, o que el capitán del barco había tomado la dirección incorrecta desde un inicio. Sentirse confiada le había hecho bajar la guardia y no darse cuenta de aquel detalle en un primer momento, pero eso explicaba bastante bien otros factores que habían confundido a la oni durante el trayecto. Para colmo, tendrían que quedarse allí hasta quién sabe cuándo para atender las reparaciones que el barco precisaba después de semejante tormenta. O eso parecía, hasta que se toparon con Murray en medio de su misión de incógnito particular, si es que alguien se creía alguna palabra que pudiera salir de su boca.
—Yo... siento mucho este desastre —murmuró en voz baja, dirigiéndose al resto de sus compañeros mientras Meethook y Murray hablaban—. Debería haberme dado cuenta de a dónde nos estaban llevando ese atajo de... de...
No quiso acabar la frase por no faltarle el respeto a sus superiores, pero las ganas de estrangularles o tirarles de vuelta al mar eran palpables.
Finalmente, Murray les otorgó unos tickets para el Taxi Marítimo S.S.S., un medio de viaje seguro pero bastante caro que les serviría para ir de vuelta a Loguetown sin más complicaciones. El oficial parecía especialmente interesado en que se largasen de allí rápidamente para poder continuar con su exhaustiva «misión», aunque Camille no tenía ninguna pega que poner. Estaba deseando llegar al G-31 cuanto antes y poner fin a aquella pesadilla de viaje. Por desgracia y para sufrimiento de la L-42, Stan S. Stanman, taxista marítimo, sería un dolor de cabeza mayor que los piratas veganos, Broco Lee, Meethook, los marines del G-23 o cualquier otro obstáculo que hubieran enfrentado durante aquella escolta.
El viaje, aunque fue muchísimo más breve de lo que habría podido ser en una embarcación al uso, a la recluta se le hizo especialmente largo. Stan no se callaba ni debajo del agua, casi diría que literalmente. A punto estuvo de averiguarlo, pero se contuvo haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no ahogar al taxista. No habría quedado bien en el informe y quizá fuera el único que supiera conducir aquella cosa. Habían cargado con ellos al mink nutria Timón, los restos de Broco Lee —que empezaban a oler un poco, lo que volvió más nauseabundo el viaje— y lo que hubieran decidido sus compañeros llevar también consigo. Cuando Camille estaba a nada de tirarse por la borda y dejar que el mar terminase el trabajo que había empezado durante la tormenta, se anunció el avistamiento de Loguetown. Las ganas de vivir de la oni se reafirmaron tras esto y su humor se suavizó.
—Por fin en casa...
Pues sí que la hubo. Apenas se habían adentrado en mar abierto cuando la situación empezó a complicarse. Primero fueron unas nubes grisáceas que, poco a poco, se habían ido oscureciendo para darles una huracanada y furiosa bienvenida. Los vientos empezaron a alzarse, y con ellos la mar se agitó hasta producir un oleaje intenso y peligroso. Pese al tamaño de la embarcación, su medio de transporte se tambaleaba de un lado para otro mientras las velas se tensaban amenazando con rasgarse o salir volando. Nadie en el barco podía mantenerse quieto, probablemente ni siquiera el escaqueado de Atlas. Camille corría de aquí para allá, ajustando los amarres que los marineros se iban atando alrededor de la cintura para evitar caer a la mar embravecida, pasando después a ayudar a los marines que arriaban las velas, entre otras tareas.
No habría sabido decir cuánto tiempo habían estado luchando contra la furia de los elementos, pero sí que el combate había sido salvaje y que había agotado sus energías en gran medida. Quizá más incluso que la pelea contra el capitán de los Piratas Veganos. Por suerte, tras aquella feroz batalla, empezaron a vislumbrar su destino en el horizonte. Durante los primeros minutos, Camille sintió que algo no encajaba allí. No tardó en darse cuenta de qué era lo que descuadraba su mente. Aquella isla no era Loguetown ni se parecía remotamente a la sede del G-31. ¿Dónde demonios estaban? ¿A dónde les habían llevado aquella panda de...?
—Vamos, no me jodas —masculló la recluta, suspirando con exasperación.
Tequila Wolf, concretamente la isla de Ginebra Blues, se situaba en la dirección opuesta de Loguetown si partían desde Kilombo: su destino se encontraba al oeste, pero la isla que estaban viendo estaba en el este. Eso quería decir que, o bien la tormenta había desviado su rumbo —cosa que se le antojaba improbable—, o que el capitán del barco había tomado la dirección incorrecta desde un inicio. Sentirse confiada le había hecho bajar la guardia y no darse cuenta de aquel detalle en un primer momento, pero eso explicaba bastante bien otros factores que habían confundido a la oni durante el trayecto. Para colmo, tendrían que quedarse allí hasta quién sabe cuándo para atender las reparaciones que el barco precisaba después de semejante tormenta. O eso parecía, hasta que se toparon con Murray en medio de su misión de incógnito particular, si es que alguien se creía alguna palabra que pudiera salir de su boca.
—Yo... siento mucho este desastre —murmuró en voz baja, dirigiéndose al resto de sus compañeros mientras Meethook y Murray hablaban—. Debería haberme dado cuenta de a dónde nos estaban llevando ese atajo de... de...
No quiso acabar la frase por no faltarle el respeto a sus superiores, pero las ganas de estrangularles o tirarles de vuelta al mar eran palpables.
Finalmente, Murray les otorgó unos tickets para el Taxi Marítimo S.S.S., un medio de viaje seguro pero bastante caro que les serviría para ir de vuelta a Loguetown sin más complicaciones. El oficial parecía especialmente interesado en que se largasen de allí rápidamente para poder continuar con su exhaustiva «misión», aunque Camille no tenía ninguna pega que poner. Estaba deseando llegar al G-31 cuanto antes y poner fin a aquella pesadilla de viaje. Por desgracia y para sufrimiento de la L-42, Stan S. Stanman, taxista marítimo, sería un dolor de cabeza mayor que los piratas veganos, Broco Lee, Meethook, los marines del G-23 o cualquier otro obstáculo que hubieran enfrentado durante aquella escolta.
El viaje, aunque fue muchísimo más breve de lo que habría podido ser en una embarcación al uso, a la recluta se le hizo especialmente largo. Stan no se callaba ni debajo del agua, casi diría que literalmente. A punto estuvo de averiguarlo, pero se contuvo haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no ahogar al taxista. No habría quedado bien en el informe y quizá fuera el único que supiera conducir aquella cosa. Habían cargado con ellos al mink nutria Timón, los restos de Broco Lee —que empezaban a oler un poco, lo que volvió más nauseabundo el viaje— y lo que hubieran decidido sus compañeros llevar también consigo. Cuando Camille estaba a nada de tirarse por la borda y dejar que el mar terminase el trabajo que había empezado durante la tormenta, se anunció el avistamiento de Loguetown. Las ganas de vivir de la oni se reafirmaron tras esto y su humor se suavizó.
—Por fin en casa...