Tofun
El Largo
08-10-2024, 03:36 PM
Me alegró ver cómo el hijo de Zaza parecía agradecer mis anécdotas de los tiempos mozos. Se presentó como Douma; al parecer, normalmente trabajaba de subchef, pero, como era inevitable, tenía que hacerse cargo de todo hasta la vuelta de sus padres, que tardarían como mínimo una semana. Asentía mientras prestaba atención a Douma. Comentó que los Piratas Calzzone eran una amenaza menor, pero que no descartaba recibir algún tipo de ataque por su parte. Asentí de nuevo; razón no le faltaba. Después, recibí una invitación oficial y me guió hacia la cocina, así que le seguí con pasos cortos y alegres.
La cocinera era enorme; no esperaba menos. El Baratie se había convertido en el barco más grande que había visto nunca. El movimiento y la actividad del exterior eran brutales, así como el número de barcos atracados en el puerto. La cocina era una de mis pasiones, por lo que valoraba enormemente la gran cantidad y calidad del material de aquel lugar. Cabe decir que no soy el mejor chef del East Blue; sé pelear en los fogones, pero donde realmente destaco es con las salsas, gracias a mi habilidad de Akuma no Mi. — Estaría encantado de probar ese atún; siempre he sido una persona que se deja recomendar y, además, suena delicioso. — Disfrutaría, donde fuera posible, el plato; no necesitaba paripé para comer, podía hacerlo en el suelo si fuese necesario.
Durante el tour que Douma me hizo por la cocina, saludé de manera breve y cordial a todo el personal. Sabía lo que era estar hasta arriba de trabajo y no quería hacerle perder el tiempo de manera innecesaria a nadie. Entre ellos, destacaría a Jeff; ¡qué energía tenía ese chaval! No le quise apretar la mano con fuerza porque aún era un rapaz, pero casi me arranca la mano del cuerpo. — ¿Alejado de los higos? — Pregunté abiertamente. Sin más dilación, buscaría un delantal y le haría una última pregunta a Douma. — Si te parece bien, prepararé un plato de prueba y se lo presentaré a quien usted guste. Si pasa la prueba, podría preparar bastante cantidad de cara al menú. — Estaba ilusionado; hacía mucho tiempo que no cocinaba en serio. Me había dejado llevar; de vez en cuando me daba algún capricho, pero como bebía más que comía, nunca solía ser una prioridad.
Ojearía la cocina para, primero, ver a los hijos e intentar comprender qué ocurría con ellos, y segundo, aprender dónde estaban todos los ingredientes necesarios para mi ceviche de tilapia con salsa de vino blanco, hierbas y licor de algas picantes. Colocando mis manos en la superficie fría de acero inoxidable, me acomodé el delantal. Primero, saqué la tilapia fresca; su aroma me recordó al mar que tan cerca tenía. Con un cuchillo afilado, corté los filetes en cubos pequeños. Luego, exprimí jugo de limón sobre la tilapia, permitiendo que el ácido la curara un poco mientras añadía cebolla morada y pimiento rojo picados.
Mientras el pescado se marinaba, me dediqué a preparar mi famosa salsa de vino blanco. Tuve que concentrarme para ello; era uno de los dos ingredientes clave. En una olla, solté la mezcla de vino con un toque de aceite de oliva y ajo picado, intentando que nadie me viese emanarlo de mi cuerpo. La mezcla burbujeó suavemente, y un aroma delicioso llenó el aire. Luego, llegó el momento del toque maestro: agregué mi licor de algas picantes, una de mis mejores creaciones. En realidad, era un sabor muy suave, ligeramente picante, un acompañamiento ideal para la salsa de vino. Con movimientos rápidos y precisos, mezclé todo, asegurándome de que cada ingrediente se integrara perfectamente.
La cocinera era enorme; no esperaba menos. El Baratie se había convertido en el barco más grande que había visto nunca. El movimiento y la actividad del exterior eran brutales, así como el número de barcos atracados en el puerto. La cocina era una de mis pasiones, por lo que valoraba enormemente la gran cantidad y calidad del material de aquel lugar. Cabe decir que no soy el mejor chef del East Blue; sé pelear en los fogones, pero donde realmente destaco es con las salsas, gracias a mi habilidad de Akuma no Mi. — Estaría encantado de probar ese atún; siempre he sido una persona que se deja recomendar y, además, suena delicioso. — Disfrutaría, donde fuera posible, el plato; no necesitaba paripé para comer, podía hacerlo en el suelo si fuese necesario.
Durante el tour que Douma me hizo por la cocina, saludé de manera breve y cordial a todo el personal. Sabía lo que era estar hasta arriba de trabajo y no quería hacerle perder el tiempo de manera innecesaria a nadie. Entre ellos, destacaría a Jeff; ¡qué energía tenía ese chaval! No le quise apretar la mano con fuerza porque aún era un rapaz, pero casi me arranca la mano del cuerpo. — ¿Alejado de los higos? — Pregunté abiertamente. Sin más dilación, buscaría un delantal y le haría una última pregunta a Douma. — Si te parece bien, prepararé un plato de prueba y se lo presentaré a quien usted guste. Si pasa la prueba, podría preparar bastante cantidad de cara al menú. — Estaba ilusionado; hacía mucho tiempo que no cocinaba en serio. Me había dejado llevar; de vez en cuando me daba algún capricho, pero como bebía más que comía, nunca solía ser una prioridad.
Ojearía la cocina para, primero, ver a los hijos e intentar comprender qué ocurría con ellos, y segundo, aprender dónde estaban todos los ingredientes necesarios para mi ceviche de tilapia con salsa de vino blanco, hierbas y licor de algas picantes. Colocando mis manos en la superficie fría de acero inoxidable, me acomodé el delantal. Primero, saqué la tilapia fresca; su aroma me recordó al mar que tan cerca tenía. Con un cuchillo afilado, corté los filetes en cubos pequeños. Luego, exprimí jugo de limón sobre la tilapia, permitiendo que el ácido la curara un poco mientras añadía cebolla morada y pimiento rojo picados.
Mientras el pescado se marinaba, me dediqué a preparar mi famosa salsa de vino blanco. Tuve que concentrarme para ello; era uno de los dos ingredientes clave. En una olla, solté la mezcla de vino con un toque de aceite de oliva y ajo picado, intentando que nadie me viese emanarlo de mi cuerpo. La mezcla burbujeó suavemente, y un aroma delicioso llenó el aire. Luego, llegó el momento del toque maestro: agregué mi licor de algas picantes, una de mis mejores creaciones. En realidad, era un sabor muy suave, ligeramente picante, un acompañamiento ideal para la salsa de vino. Con movimientos rápidos y precisos, mezclé todo, asegurándome de que cada ingrediente se integrara perfectamente.