Ray
Kuroi Ya
08-10-2024, 05:34 PM
Cuando subieron a la embarcación que debía llevarles de vuelta hasta Loguetown el peliblanco, y probablemente todos sus compañeros, lo hicieron con la agradable sensación del trabajo bien hecho, así como con la de que ya nada podía torcerse. Al fin y al cabo el único enemigo conocido de Meethook, la única persona que quería acabar con él, no era ya sino un cadáver que, de hecho, llevaban con ellos en su viaje. Los navegantes expertos que pusieron a su disposición parecían haber estado disfrutando tal vez en exceso de su tiempo libre en los últimos días, aprovechando la ausencia de su Capitán para descuidar sus tareas y dedicarse a la celebración y la vida festiva. Aunque debía decir que, al menos Tom, el que se presentó como responsable del trayecto, parecía estar en buenas condiciones físicas y mentales.
Sin embargo eso no evitó que, apenas hubieron dejado lo suficientemente atrás el puerto para que pudiera considerarse que se encontraban en alta mar, las cosas comenzaran a torcerse. Una tormenta fue poco a poco formándose con el paso de los minutos. Cuando los primeros signos de la misma, unas nubes negras como el carbón que cubrieron el cielo por completo, empezaron a hacerse evidentes no fueron pocos los miembros de la brigada que preguntaron a Tom si no sería más conveniente buscar un lugar donde resguardarse, o incluso simplemente arriar las velas para evitar sufrimiento innecesario al navío. No obstante este le quitó importancia al asunto, afirmando que lo mejor sería mantener el rumbo. Pese al escepticismo inicial de Camille, que también era navegante, finalmente todos decidieron aceptar el veredicto del que se suponía era uno de los marineros más expertos que tenía la Marina a su disposición en todo el East Blue. Decisión que no tardaron mucho en lamentar cuando la tormenta comenzó a arreciar con toda su furia.
Olas de varios metros hacían que el barco se balancease peligrosamente, mientras el vendaval amenazaba con romper los mástiles y otras estructuras. Los frecuentes relámpagos iluminaban a intervalos la escena, dando un toque verdaderamente tétrico a la situación. Como usuario de los poderes de una fruta del diablo que era y, por lo tanto, incapaz de nadar, el joven de cabellos plateados vivió aquellas horas con una tensión tal que, cuando por fin la tempestad hubo amainado, cada fibra muscular de su cuerpo le dolía.
Y para colmo, cuando avistaron tierra no tardaron en darse cuenta de que la tormenta había provocado que se desviaran notablemente de su rumbo, pues la isla a la que arribaron no fue Loguetown, ni siquiera una de las otras pequeñas componentes del Archipiélago Polestar. Se trataba ni más ni menos que de Ginebra Blues, una de las islas que conformaban el conjunto conocido como Tequila Wolf. Al ser interrogado al respecto, Tom se justificó alegando la urgente necesidad de reparaciones del barco tras los daños provocados por la tempestad, pero esa explicación no convenció a Ray y, a juzgar por sus reacciones, tampoco al resto de sus amigos.
Desembarcaron en el puerto deportivo, donde el navegante les dijo que pensaba comenzar con las reparaciones. Al poco de tocar tierra llegaron a la parte comercial del mismo, donde una familiar silueta llamó su atención. Para sorpresa de todos, la persona que les había encargado aquella misión se encontraba allí, aunque no parecía estar precisamente en misión oficial a juzgar por su vestimenta vacacional, por la exuberante mujer que le acompañaba y por las escuetas y poco verosímiles explicaciones que dio al farero cuando este le preguntó por los motivos de su presencia allí. Sin embargo no tardó en felicitarles por haber cumplido con éxito su misión y en poner a su disposición los servicios de la empresa de taxis marítimos de Stan S. Stanman, pagando él por los tickets necesarios.
Camille parecía avergonzada por no haber prestado más atención como navegante que era y haber confiado tan ciegamente en Tom, a lo que el peliblanco no dudó en responderle con calidez:
- No te preocupes, no es culpa tuya que el supuesto navegante experto fuera en realidad un idiota borracho. Todos nos despreocupamos cuando supimos que nos iban a llevar, supongo que la comodidad nos pudo. Para la próxima ya sabemos que todos tenemos que estar más atentos. Al fin y al cabo somos un equipo, ¿no?
Antes de embarcar dispusieron de en torno a una hora para disfrutar de las comodidades de aquella lujosa zona de la ciudad, aunque a decir verdad tampoco es que pudieran distenderse mucho. En primer lugar porque todos estaban deseando llegar al Cuartel General del G-31 y dar por concluido aquel viaje cuanto antes, y en segundo lugar porque debían seguir vigilando a Meethook hasta que lo hicieran. No importaba el colegueo con el que él y Murray se tratasen, seguía siendo un convicto y no podían permitir que se les escapara.
Finalmente hizo su aparición el afamado Stan S. Stanman, que resultó ser un hombre de mediana edad y estatura promedio vestido de forma elegante y que hablaba por los codos. Y esto no era una exageración, pues muy probablemente estuvo contándoles cosas acerca de su vida y curiosidades que se le iban ocurriendo sobre la marcha durante todo el trayecto de principio a fin. Tanto fue así que incluso al peliblanco le costó horrores concentarse para escribir su informe a sus superiores que, no obstante, logró terminar a tiempo para su desembarco en el puerto de Loguetown.
Sin embargo eso no evitó que, apenas hubieron dejado lo suficientemente atrás el puerto para que pudiera considerarse que se encontraban en alta mar, las cosas comenzaran a torcerse. Una tormenta fue poco a poco formándose con el paso de los minutos. Cuando los primeros signos de la misma, unas nubes negras como el carbón que cubrieron el cielo por completo, empezaron a hacerse evidentes no fueron pocos los miembros de la brigada que preguntaron a Tom si no sería más conveniente buscar un lugar donde resguardarse, o incluso simplemente arriar las velas para evitar sufrimiento innecesario al navío. No obstante este le quitó importancia al asunto, afirmando que lo mejor sería mantener el rumbo. Pese al escepticismo inicial de Camille, que también era navegante, finalmente todos decidieron aceptar el veredicto del que se suponía era uno de los marineros más expertos que tenía la Marina a su disposición en todo el East Blue. Decisión que no tardaron mucho en lamentar cuando la tormenta comenzó a arreciar con toda su furia.
Olas de varios metros hacían que el barco se balancease peligrosamente, mientras el vendaval amenazaba con romper los mástiles y otras estructuras. Los frecuentes relámpagos iluminaban a intervalos la escena, dando un toque verdaderamente tétrico a la situación. Como usuario de los poderes de una fruta del diablo que era y, por lo tanto, incapaz de nadar, el joven de cabellos plateados vivió aquellas horas con una tensión tal que, cuando por fin la tempestad hubo amainado, cada fibra muscular de su cuerpo le dolía.
Y para colmo, cuando avistaron tierra no tardaron en darse cuenta de que la tormenta había provocado que se desviaran notablemente de su rumbo, pues la isla a la que arribaron no fue Loguetown, ni siquiera una de las otras pequeñas componentes del Archipiélago Polestar. Se trataba ni más ni menos que de Ginebra Blues, una de las islas que conformaban el conjunto conocido como Tequila Wolf. Al ser interrogado al respecto, Tom se justificó alegando la urgente necesidad de reparaciones del barco tras los daños provocados por la tempestad, pero esa explicación no convenció a Ray y, a juzgar por sus reacciones, tampoco al resto de sus amigos.
Desembarcaron en el puerto deportivo, donde el navegante les dijo que pensaba comenzar con las reparaciones. Al poco de tocar tierra llegaron a la parte comercial del mismo, donde una familiar silueta llamó su atención. Para sorpresa de todos, la persona que les había encargado aquella misión se encontraba allí, aunque no parecía estar precisamente en misión oficial a juzgar por su vestimenta vacacional, por la exuberante mujer que le acompañaba y por las escuetas y poco verosímiles explicaciones que dio al farero cuando este le preguntó por los motivos de su presencia allí. Sin embargo no tardó en felicitarles por haber cumplido con éxito su misión y en poner a su disposición los servicios de la empresa de taxis marítimos de Stan S. Stanman, pagando él por los tickets necesarios.
Camille parecía avergonzada por no haber prestado más atención como navegante que era y haber confiado tan ciegamente en Tom, a lo que el peliblanco no dudó en responderle con calidez:
- No te preocupes, no es culpa tuya que el supuesto navegante experto fuera en realidad un idiota borracho. Todos nos despreocupamos cuando supimos que nos iban a llevar, supongo que la comodidad nos pudo. Para la próxima ya sabemos que todos tenemos que estar más atentos. Al fin y al cabo somos un equipo, ¿no?
Antes de embarcar dispusieron de en torno a una hora para disfrutar de las comodidades de aquella lujosa zona de la ciudad, aunque a decir verdad tampoco es que pudieran distenderse mucho. En primer lugar porque todos estaban deseando llegar al Cuartel General del G-31 y dar por concluido aquel viaje cuanto antes, y en segundo lugar porque debían seguir vigilando a Meethook hasta que lo hicieran. No importaba el colegueo con el que él y Murray se tratasen, seguía siendo un convicto y no podían permitir que se les escapara.
Finalmente hizo su aparición el afamado Stan S. Stanman, que resultó ser un hombre de mediana edad y estatura promedio vestido de forma elegante y que hablaba por los codos. Y esto no era una exageración, pues muy probablemente estuvo contándoles cosas acerca de su vida y curiosidades que se le iban ocurriendo sobre la marcha durante todo el trayecto de principio a fin. Tanto fue así que incluso al peliblanco le costó horrores concentarse para escribir su informe a sus superiores que, no obstante, logró terminar a tiempo para su desembarco en el puerto de Loguetown.