Ubben Sangrenegra
Loki
08-10-2024, 06:10 PM
Las tensiones que habían marcado el inicio de la velada se fueron desvaneciendo lentamente en el peliblanco, quien, a medida que los minutos pasaban, encontraba en la compañía de Akari un refugio inesperado. Sus reacciones, dulces y encantadoramente tímidas, lo desarmaban. El brillo en sus ojos avellana, el leve rubor que teñía sus mejillas cuando él se acercaba demasiado, resultaban fascinantes para el bribón de dorados luceros. Era una tentación perderse en ese mar de emociones tan puras y espontáneas, un juego que le invitaba a seguir el ritmo, pero esta vez sin forzar nada, simplemente dejándose llevar.
—¿De verdad nunca lo has escuchado?— preguntó Ubben, su tono ligeramente incrédulo, mientras la observaba con una sonrisa curiosa. Al notar la confusión en su rostro, continuó con su explicación. —Bueno... es un instrumento de cuerda frotada, similar al violín, aunque mucho más grande.— Sus brazos se extendieron en un gesto amplio, intentando emular el tamaño del violoncello, un instrumento que, a diferencia de muchas cosas en su vida, le provocaba verdadera pasión. —Tiene un sonido profundo, pero al mismo tiempo es cálido, envolvente.— Hizo una pausa breve, sosteniendo su copa de vino con elegancia, sus ojos dorados nunca abandonando los de Akari. —El violín se afina en quintas, ¿verdad? Mi, la, re, sol, desde la cuerda más grave hasta la más aguda.— Explicaba con una precisión casi didáctica, su entusiasmo creciendo con cada palabra. —El cello también se afina en quintas, pero su cuerda más grave se afina en Do. Sus cuerdas son Do, Sol, Re y La.—
Hablar de música, de instrumentos, era un escape para él. Pocas veces podía permitirse ese lujo, y menos con alguien que mostraba tanto interés en escucharle. Pero aquella burbuja de serenidad se rompió de forma abrupta cuando Akari, con su típica inocencia, le preguntó si era un pirata. El peliblanco, siempre alerta, no pudo evitar sentir cómo la sangre se le congelaba por un instante. Sus pupilas se dilataron casi al instante, y su mirada escaneó el lugar en busca de cualquier signo de peligro. El aire en sus pulmones se sintió más denso, y su mente comenzó a trabajar a mil por hora, evaluando cada posible consecuencia de aquella inocente pregunta. Pero entonces, sus ojos se encontraron con los de Akari, y la realidad volvió a golpearlo suavemente, devolviéndolo a la mesa, a la conversación. Tosió para disimular el breve instante de pánico que había atravesado, y rápidamente rió, retomando su pose despreocupada. —Mercader, querida.— Respondió con una risa tranquila, su actuación impecable como siempre. —Me dedico a buscar mercancías valiosas. Las consigo a buen precio y las revendo a coleccionistas.— Continuó, sus palabras cuidadosamente elegidas para crear una historia plausible. —Cobro, por supuesto, una comisión por la logística de búsqueda, compra y traslado.— Finalizó con una sonrisa encantadora, aunque en su interior sabía que la verdad era mucho más turbia. El bajo mundo era su verdadera oficina, y las subastas ilegales, su escenario predilecto.
El ambiente se relajó de nuevo, especialmente cuando Akari, con su habitual curiosidad, le preguntó sobre el vino Late Harvest. Ubben no perdió la oportunidad de seguir jugando ese juego de seducción sutil, mientras le explicaba con su tono cálido y ligeramente provocador. —El Late Harvest es un vino dulce, hecho con uvas de cosecha tardía.— Comentó con naturalidad, y luego añadió con una sonrisa encantadora. —Pero no tienes que forzarte, Akari. Si este vino no es de tu gusto, no te preocupes.— Su mirada seguía fija en los ojos de la joven, y había un brillo sincero en sus palabras. —Tu compañía es un privilegio, no una molestia.— Finalizó con suavidad, su voz impregnada de ese toque seductor que había ido utilizando a lo largo de la noche.
Cuando ella mencionó la existencia de varios artesanos en la isla, los ojos del peliblanco brillaron con un entusiasmo casi infantil. —¿De verdad?— Preguntó, su emoción claramente palpable. —Después de cenar, ¿te gustaría acompañarme? Quizás podamos encontrar un violoncello y así tocar juntos.— La propuesta fue directa, pero su tono era casual, como si estuviera hablando de algo completamente mundano. Sin embargo, la idea de pasar más tiempo con Akari, compartiendo música, le resultaba cada vez más atractiva. Mientras continuaban la conversación, Ubben se encontraba perdiéndose cada vez más en los encantos de la pelinegra. Sus ojos, su sonrisa, sus gestos, todo en ella le parecía hipnótico. Al terminar el plato principal, el mesero regresó con su característico tono amable, presentando una amplia selección de postres que parecían tan tentadores como la compañía que tenía frente a él. —¿Gustarían algún postre?—
—Tenemos flan de caramelo con frutos rojos, higos templados con miel y yogur griego, tiramisú, panna cotta, hojaldres de crema y chocolate, baklava de nueces y pistacho, además de una selección de gelatos artesanales.— Recitó el mesero con una profesionalidad impecable. Ubben escuchó atentamente, pero su decisión fue rápida. —Para mí, un tiramisú, por favor.— Respondió con su habitual tono educado, y luego dirigió su atención de nuevo a Akari. —¿Y tú, querida? ¿Te gustaría algo de postre?— Preguntó con un toque de complicidad en su voz. Sabía que esa noche aún tenía mucho por ofrecer, y aunque su mente seguía maquinando cómo llevar la situación, en ese instante solo quería disfrutar del momento, del placer de la compañía y del sabor de lo que estaba por venir.
—¿De verdad nunca lo has escuchado?— preguntó Ubben, su tono ligeramente incrédulo, mientras la observaba con una sonrisa curiosa. Al notar la confusión en su rostro, continuó con su explicación. —Bueno... es un instrumento de cuerda frotada, similar al violín, aunque mucho más grande.— Sus brazos se extendieron en un gesto amplio, intentando emular el tamaño del violoncello, un instrumento que, a diferencia de muchas cosas en su vida, le provocaba verdadera pasión. —Tiene un sonido profundo, pero al mismo tiempo es cálido, envolvente.— Hizo una pausa breve, sosteniendo su copa de vino con elegancia, sus ojos dorados nunca abandonando los de Akari. —El violín se afina en quintas, ¿verdad? Mi, la, re, sol, desde la cuerda más grave hasta la más aguda.— Explicaba con una precisión casi didáctica, su entusiasmo creciendo con cada palabra. —El cello también se afina en quintas, pero su cuerda más grave se afina en Do. Sus cuerdas son Do, Sol, Re y La.—
Hablar de música, de instrumentos, era un escape para él. Pocas veces podía permitirse ese lujo, y menos con alguien que mostraba tanto interés en escucharle. Pero aquella burbuja de serenidad se rompió de forma abrupta cuando Akari, con su típica inocencia, le preguntó si era un pirata. El peliblanco, siempre alerta, no pudo evitar sentir cómo la sangre se le congelaba por un instante. Sus pupilas se dilataron casi al instante, y su mirada escaneó el lugar en busca de cualquier signo de peligro. El aire en sus pulmones se sintió más denso, y su mente comenzó a trabajar a mil por hora, evaluando cada posible consecuencia de aquella inocente pregunta. Pero entonces, sus ojos se encontraron con los de Akari, y la realidad volvió a golpearlo suavemente, devolviéndolo a la mesa, a la conversación. Tosió para disimular el breve instante de pánico que había atravesado, y rápidamente rió, retomando su pose despreocupada. —Mercader, querida.— Respondió con una risa tranquila, su actuación impecable como siempre. —Me dedico a buscar mercancías valiosas. Las consigo a buen precio y las revendo a coleccionistas.— Continuó, sus palabras cuidadosamente elegidas para crear una historia plausible. —Cobro, por supuesto, una comisión por la logística de búsqueda, compra y traslado.— Finalizó con una sonrisa encantadora, aunque en su interior sabía que la verdad era mucho más turbia. El bajo mundo era su verdadera oficina, y las subastas ilegales, su escenario predilecto.
El ambiente se relajó de nuevo, especialmente cuando Akari, con su habitual curiosidad, le preguntó sobre el vino Late Harvest. Ubben no perdió la oportunidad de seguir jugando ese juego de seducción sutil, mientras le explicaba con su tono cálido y ligeramente provocador. —El Late Harvest es un vino dulce, hecho con uvas de cosecha tardía.— Comentó con naturalidad, y luego añadió con una sonrisa encantadora. —Pero no tienes que forzarte, Akari. Si este vino no es de tu gusto, no te preocupes.— Su mirada seguía fija en los ojos de la joven, y había un brillo sincero en sus palabras. —Tu compañía es un privilegio, no una molestia.— Finalizó con suavidad, su voz impregnada de ese toque seductor que había ido utilizando a lo largo de la noche.
Cuando ella mencionó la existencia de varios artesanos en la isla, los ojos del peliblanco brillaron con un entusiasmo casi infantil. —¿De verdad?— Preguntó, su emoción claramente palpable. —Después de cenar, ¿te gustaría acompañarme? Quizás podamos encontrar un violoncello y así tocar juntos.— La propuesta fue directa, pero su tono era casual, como si estuviera hablando de algo completamente mundano. Sin embargo, la idea de pasar más tiempo con Akari, compartiendo música, le resultaba cada vez más atractiva. Mientras continuaban la conversación, Ubben se encontraba perdiéndose cada vez más en los encantos de la pelinegra. Sus ojos, su sonrisa, sus gestos, todo en ella le parecía hipnótico. Al terminar el plato principal, el mesero regresó con su característico tono amable, presentando una amplia selección de postres que parecían tan tentadores como la compañía que tenía frente a él. —¿Gustarían algún postre?—
—Tenemos flan de caramelo con frutos rojos, higos templados con miel y yogur griego, tiramisú, panna cotta, hojaldres de crema y chocolate, baklava de nueces y pistacho, además de una selección de gelatos artesanales.— Recitó el mesero con una profesionalidad impecable. Ubben escuchó atentamente, pero su decisión fue rápida. —Para mí, un tiramisú, por favor.— Respondió con su habitual tono educado, y luego dirigió su atención de nuevo a Akari. —¿Y tú, querida? ¿Te gustaría algo de postre?— Preguntó con un toque de complicidad en su voz. Sabía que esa noche aún tenía mucho por ofrecer, y aunque su mente seguía maquinando cómo llevar la situación, en ese instante solo quería disfrutar del momento, del placer de la compañía y del sabor de lo que estaba por venir.