Byron
Que me lo otorguen
09-10-2024, 12:41 AM
Las luces destelleantes se posaban sobre el fino rostro del muchacho, cambiando de tonos rojos a dorados de forma intermitente, parpadeantes, siendo estas las primeras en dar la bienvenida a aquellos atrevidos con ganas de dejarse el dinero en algo de diversión. Acompañadas de las recargadas estatuas con forma de bala de reluciente acero pulido, que reflejaban en ellas mismas esos destellos, dando un toque armonioso, y aunque sobrecargado, elegante para el avezado caballero que tuviese las ganas de perder el tiempo en aquel lugar. Una seductora bienvenida que recordaba muy bien de su anterior visita a aquel establecimiento, y sin más tiempo que perder, pues debía cumplir su misión, no remoloneó su entrada, atravesando las puertas correderas de cristal con el único objetivo en mente de cumplir su misión.
Todo tal y como recordaba el muchacho de ojos violetas. Estos percibían como todo el negocio seguía intacto, después de semanas, como si tuviese un carácter atemporal o inmóvil, como si el propio tiempo dentro de aquel lugar se hubiese quedado congelado. Hasta tal punto lo sentía así, que parecía que los presentes eran los mismos clientes de su anterior visita, la misma aura amenazante e imponente de sus cuerpos de seguridad, la misma decoración estridente haciendo metáforas visuales como si aquel lugar fuese un coto de caza privado. Las mesas y barras de cristal donde los camareros casi de forma orgullosa, mostraban los caros licores en sus estanterías vidriosas que se teñían de los colores rojos y dorados de la iluminación.
El joven no pudo evitar sonreír, y dejarse empapar de aquel ambiente tan seductor, inhalando la curiosa mezcla de olores a humo y desenfreno, llevándose así una mano a uno de sus bolsillos para sacar su vieja pipa, y acompañar con aquel gesto el ambiente del lugar. Una ligera calada con el tabaco prendido, y un rápido vistazo sirviéndose del humo exhalado para esconder su curiosa mirada, que buscaba con disimulo cualquier comportamiento que le valiese para recabar información, en busca de una pista.
Sentado de una elegante mesa de cristal, con la única compañía de su instrumento para fumar, observaba los distintos personajes que transitaban el establecimiento, desde elegante hombres adinerados, ataviados con lujosos trajes, hasta la gente más de a pie, arropados por galas más urbanas y comunes. Claramente estos distintos grupos de personas tenían objetivos sobre sus hombros muy distintos entre ellos. La gente de a pie, simplemente pasar el rato degustando una copa mientras tiraban los pocos bienes que tenían para que el comercio recogiese los beneficios de sus impulsivas ideas, buscando ganar algo con todo en contra. Los ricos, buscar la aceptación y los halagos de los presentes, presumiendo su capital, aunque otros, a pesar de compartir el mismo grupo social, buscaban huir de las miradas como la del joven muchacho, intentando alejarse de los focos para que las garras de entrometidos no los privasen de la gran presa que estaban buscando. Esos eran los que más le interesaban.
Gracias a mantener un perfil bajo por sus gastadas y piratescas ropas, Byron consiguió pasar desapercibido y observar todo con detenimiento. Aquellos que buscaban el premio gordo, se acercaban a las zonas más protegidas del establecimiento, donde más musculosos matones se reunían, desvaneciéndose entre aquel grupo de personas como si del humo de los cigarros y puros se tratasen, definitivamente, allí se encontraban las entradas que el joven espadachín debía atravesar para cumplir su misión.
Así pues, el joven de pelo violeta, con un aire desgarbado, vaciaba la ceniza de su pipa sobre un cenicero de cristal de tonos rubís posado sobre la mesa que ocupaba, con la consciencia puesta en la tarjeta que guardaba en uno de sus bolsillos, tantean la idea de usarla para su beneficio. Acercarse a la seguridad de aquellas ocultas puertas y con el carisma y su labia natural valerse para entrar en el lugar correcto, utilizando las palabras necesarias para que, en caso de que esa tarjeta le sirviese como un pase, aquellos hombres le llevasen hasta el maletín rojo que tenía como objetivo.
Fue a levantarse, cuando sin aviso previo, un pequeño grupo, de tres mujeres, vestidas con galas similares a las suyas, pero más carnavalescas, con parche incluido en una de ellas, interrumpió la tarea que tenía previsto realizar. Por sus formas de transitar el lugar, podría decirse que estaban acostumbradas a este entono, como si el Casino Missile fuese una parte más de su domicilio. Con soltura y sin vergüenza ninguna, la primera, con el cabello rubio y ondulado, descansó sobre la mesa, pasando con delicadeza una de sus manos sobre la superficie de la mesa y dedicándole unas palabras al muchacho. Nada nuevo en su vida, mujeres cayendo rendidas ante su angelical ser, aunque en aquel momento Byron no tenía tiempo para esas cosas, por lo menos, si quería recuperar su querida embarcación.
- Disculpe mis modales, pero tengo algo que hacer...- Dijo intentando seguir con sus asuntos.
Otra de ellas se acercó, reposando en el respaldo de su silla, con un aire seductor y un perfume que disimulaba el olor del humo acumulado del lugar. Ante el compromiso se mantuvo sentado, esperando lo que aquella mujer de cabello negro y parche tenía que decir, para nada más escuchar sus palabras pensar que estaba siendo abordado por prostitutas, pues la forma de decir "especiales" , sus seductores movimientos y el lugar, no sería raro que este tipo de "servicios" también se diesen.
Más una tercera se acercó, esclareciendo realmente que habían venido a buscar, su juicio había estado equivocado, y así lo asumió en cuanto escuchó lo que la doncella pelirroja soltó sus palabras por sus delicados labios. Envuelto con por tres mujeres, y un grupo más féminas pendientes de él, no pudo evitar sonreír, aunque el motivo era totalmente distinto a lo que se esperaría de Byron. Con una sonrisa melosa, actuando haber caído en el juego, comprendió que la llave que buscaba estaba ante sus narices.
- Oh, discúlpenme señoritas... Precisamente estaba esperando damas de vuestra categoría, apuestas más altas... Veréis my lady, ha llegado a mis oídos que hoy hay en juego algo de mucho valor, y he decidido dejarme caer en el lugar preso de la curiosidad... Aunque siendo sinceros, no sabía como conseguir participar en dicho juego, pensaba que tendría que usar mis contactos para hacerme un hueco...- Dijo de forma casi teatral por el tono de su voz, de forma medidamente melosa, haciéndose el afligido por no encontrar la forma de gastar su apretada cartera en algo suculento. - Pero veo, que tenéis buen ojo, habéis visto el problema en el que me encontraba.- Agarró su mano de forma respetuosa, para finalmente darle un pequeño beso en el dorso de esta.- Estaría encantado de acompañaros, y así conseguir un buen premio en el que gastar.- Terminó, mirando los ojos verdes de aquella pelirroja.
Todo tal y como recordaba el muchacho de ojos violetas. Estos percibían como todo el negocio seguía intacto, después de semanas, como si tuviese un carácter atemporal o inmóvil, como si el propio tiempo dentro de aquel lugar se hubiese quedado congelado. Hasta tal punto lo sentía así, que parecía que los presentes eran los mismos clientes de su anterior visita, la misma aura amenazante e imponente de sus cuerpos de seguridad, la misma decoración estridente haciendo metáforas visuales como si aquel lugar fuese un coto de caza privado. Las mesas y barras de cristal donde los camareros casi de forma orgullosa, mostraban los caros licores en sus estanterías vidriosas que se teñían de los colores rojos y dorados de la iluminación.
El joven no pudo evitar sonreír, y dejarse empapar de aquel ambiente tan seductor, inhalando la curiosa mezcla de olores a humo y desenfreno, llevándose así una mano a uno de sus bolsillos para sacar su vieja pipa, y acompañar con aquel gesto el ambiente del lugar. Una ligera calada con el tabaco prendido, y un rápido vistazo sirviéndose del humo exhalado para esconder su curiosa mirada, que buscaba con disimulo cualquier comportamiento que le valiese para recabar información, en busca de una pista.
Sentado de una elegante mesa de cristal, con la única compañía de su instrumento para fumar, observaba los distintos personajes que transitaban el establecimiento, desde elegante hombres adinerados, ataviados con lujosos trajes, hasta la gente más de a pie, arropados por galas más urbanas y comunes. Claramente estos distintos grupos de personas tenían objetivos sobre sus hombros muy distintos entre ellos. La gente de a pie, simplemente pasar el rato degustando una copa mientras tiraban los pocos bienes que tenían para que el comercio recogiese los beneficios de sus impulsivas ideas, buscando ganar algo con todo en contra. Los ricos, buscar la aceptación y los halagos de los presentes, presumiendo su capital, aunque otros, a pesar de compartir el mismo grupo social, buscaban huir de las miradas como la del joven muchacho, intentando alejarse de los focos para que las garras de entrometidos no los privasen de la gran presa que estaban buscando. Esos eran los que más le interesaban.
Gracias a mantener un perfil bajo por sus gastadas y piratescas ropas, Byron consiguió pasar desapercibido y observar todo con detenimiento. Aquellos que buscaban el premio gordo, se acercaban a las zonas más protegidas del establecimiento, donde más musculosos matones se reunían, desvaneciéndose entre aquel grupo de personas como si del humo de los cigarros y puros se tratasen, definitivamente, allí se encontraban las entradas que el joven espadachín debía atravesar para cumplir su misión.
Así pues, el joven de pelo violeta, con un aire desgarbado, vaciaba la ceniza de su pipa sobre un cenicero de cristal de tonos rubís posado sobre la mesa que ocupaba, con la consciencia puesta en la tarjeta que guardaba en uno de sus bolsillos, tantean la idea de usarla para su beneficio. Acercarse a la seguridad de aquellas ocultas puertas y con el carisma y su labia natural valerse para entrar en el lugar correcto, utilizando las palabras necesarias para que, en caso de que esa tarjeta le sirviese como un pase, aquellos hombres le llevasen hasta el maletín rojo que tenía como objetivo.
Fue a levantarse, cuando sin aviso previo, un pequeño grupo, de tres mujeres, vestidas con galas similares a las suyas, pero más carnavalescas, con parche incluido en una de ellas, interrumpió la tarea que tenía previsto realizar. Por sus formas de transitar el lugar, podría decirse que estaban acostumbradas a este entono, como si el Casino Missile fuese una parte más de su domicilio. Con soltura y sin vergüenza ninguna, la primera, con el cabello rubio y ondulado, descansó sobre la mesa, pasando con delicadeza una de sus manos sobre la superficie de la mesa y dedicándole unas palabras al muchacho. Nada nuevo en su vida, mujeres cayendo rendidas ante su angelical ser, aunque en aquel momento Byron no tenía tiempo para esas cosas, por lo menos, si quería recuperar su querida embarcación.
- Disculpe mis modales, pero tengo algo que hacer...- Dijo intentando seguir con sus asuntos.
Otra de ellas se acercó, reposando en el respaldo de su silla, con un aire seductor y un perfume que disimulaba el olor del humo acumulado del lugar. Ante el compromiso se mantuvo sentado, esperando lo que aquella mujer de cabello negro y parche tenía que decir, para nada más escuchar sus palabras pensar que estaba siendo abordado por prostitutas, pues la forma de decir "especiales" , sus seductores movimientos y el lugar, no sería raro que este tipo de "servicios" también se diesen.
Más una tercera se acercó, esclareciendo realmente que habían venido a buscar, su juicio había estado equivocado, y así lo asumió en cuanto escuchó lo que la doncella pelirroja soltó sus palabras por sus delicados labios. Envuelto con por tres mujeres, y un grupo más féminas pendientes de él, no pudo evitar sonreír, aunque el motivo era totalmente distinto a lo que se esperaría de Byron. Con una sonrisa melosa, actuando haber caído en el juego, comprendió que la llave que buscaba estaba ante sus narices.
- Oh, discúlpenme señoritas... Precisamente estaba esperando damas de vuestra categoría, apuestas más altas... Veréis my lady, ha llegado a mis oídos que hoy hay en juego algo de mucho valor, y he decidido dejarme caer en el lugar preso de la curiosidad... Aunque siendo sinceros, no sabía como conseguir participar en dicho juego, pensaba que tendría que usar mis contactos para hacerme un hueco...- Dijo de forma casi teatral por el tono de su voz, de forma medidamente melosa, haciéndose el afligido por no encontrar la forma de gastar su apretada cartera en algo suculento. - Pero veo, que tenéis buen ojo, habéis visto el problema en el que me encontraba.- Agarró su mano de forma respetuosa, para finalmente darle un pequeño beso en el dorso de esta.- Estaría encantado de acompañaros, y así conseguir un buen premio en el que gastar.- Terminó, mirando los ojos verdes de aquella pelirroja.