Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
09-10-2024, 01:03 AM
Verano, Año 724, Día 16
El viento salado del mar soplaba por todo el puerto, acariciando el rostro del joven Mayura, agitando su pelo con gracia y sutileza mientras desembarcaba en el pueblo de Rostock. El elegante pirata había disfrutado de una noche exquisita bajo la luna llena de la noche anterior, sintiéndose fresco y renovado, aunque al mismo tiempo desbancado pues había tenido que gastar casi todos sus últimos berries en el viaje hacia esta isla. No obstante, debilidad es algo que nunca mostraría, por lo que, con su característico andar seguro y la habitual sonrisa encantadora en sus labios, bajó del barco sin prisa.
Tras haber tocado tierra luego de varios días, se paró en medio de una de las calles dejando que su vista se perdiera por completo en el pueblo y las siluetas que se veían en la lejanía. Este era uno de sus primeros destinos tras abandonar su hogar, y aunque las responsabilidades de su nueva vida como pirata comenzaban a pesar sobre sus hombros, estaba cien por ciento seguro de que este pueblo prometía un respiro temporal, y al mismo tiempo, tenía fe de que le ofreciera un cambio inesperado a su destino.
El bullicio del puerto le servía como recordatorio de las fiestas de alta sociedad a las que alguna vez asistió, pero sin la presión de tener que cumplir con las expectativas familiares. En esta remota isla de uno de los mares más tranquilos, el joven fugitivo era libre de ser quien quería ser, sin restricciones ni ojos críticos, ni mucho menos bocas flojas que difundieran veneno sobre su persona, o por lo menos en esta isla no existía ninguno que le importara. Su mirada gris se paseó por las pequeñas embarcaciones amarradas, las casas de tejados de madera y las tabernas que ofrecían risas y licor barato. Barato, una palabra que le con solo pensarla destruye su ego.
"Hora de relajarme un poco", pensó mientras ajustaba su túnica de tonos púrpura y verde azulado, adornada con plumas de pavo real. Inicio rumbo hacia la taberna más cercana que pudo avistar. Sentía la necesidad de un buen trago, algo fuerte y directo, para calmar el remolino de pensamientos que lo envolvía. No fue hasta que cruzo frente a un mercante que vociferaba los precios de sus productos en oferta que recordó revisar sus bolsillos y confirmar que los pocos berries que le sobraban aun le acompañaban.
– Demonios… – musitó con enojo al sentir sus bolsillos vacíos, sus últimos berries perdidos. ¿Se había caído mientras disfrutaba la luna? ¿Algún tripulante se aprovechó de sus pertenencias mientras dormía? La respuesta era sencilla, no. Un ladronzuelo había utilizado sus tácticas para carterear al visitante mientras este se asombraba con el pueblo. Lamentablemente, Mayura no fue capaz de notarlo y nadie parecía aproximarse para ayudarle o indicarle lo que había pasado, a fin de cuentas, no tuvo otra opción que disimular su desanimo mientras se orillaba para quitarse del medio y pensar con angustia como podría ganar dinero rápido, claro, siempre disimulando sus sentimientos, escudándolos con su porte y expresión de vanidad y orgullo.
El viento salado del mar soplaba por todo el puerto, acariciando el rostro del joven Mayura, agitando su pelo con gracia y sutileza mientras desembarcaba en el pueblo de Rostock. El elegante pirata había disfrutado de una noche exquisita bajo la luna llena de la noche anterior, sintiéndose fresco y renovado, aunque al mismo tiempo desbancado pues había tenido que gastar casi todos sus últimos berries en el viaje hacia esta isla. No obstante, debilidad es algo que nunca mostraría, por lo que, con su característico andar seguro y la habitual sonrisa encantadora en sus labios, bajó del barco sin prisa.
Tras haber tocado tierra luego de varios días, se paró en medio de una de las calles dejando que su vista se perdiera por completo en el pueblo y las siluetas que se veían en la lejanía. Este era uno de sus primeros destinos tras abandonar su hogar, y aunque las responsabilidades de su nueva vida como pirata comenzaban a pesar sobre sus hombros, estaba cien por ciento seguro de que este pueblo prometía un respiro temporal, y al mismo tiempo, tenía fe de que le ofreciera un cambio inesperado a su destino.
El bullicio del puerto le servía como recordatorio de las fiestas de alta sociedad a las que alguna vez asistió, pero sin la presión de tener que cumplir con las expectativas familiares. En esta remota isla de uno de los mares más tranquilos, el joven fugitivo era libre de ser quien quería ser, sin restricciones ni ojos críticos, ni mucho menos bocas flojas que difundieran veneno sobre su persona, o por lo menos en esta isla no existía ninguno que le importara. Su mirada gris se paseó por las pequeñas embarcaciones amarradas, las casas de tejados de madera y las tabernas que ofrecían risas y licor barato. Barato, una palabra que le con solo pensarla destruye su ego.
"Hora de relajarme un poco", pensó mientras ajustaba su túnica de tonos púrpura y verde azulado, adornada con plumas de pavo real. Inicio rumbo hacia la taberna más cercana que pudo avistar. Sentía la necesidad de un buen trago, algo fuerte y directo, para calmar el remolino de pensamientos que lo envolvía. No fue hasta que cruzo frente a un mercante que vociferaba los precios de sus productos en oferta que recordó revisar sus bolsillos y confirmar que los pocos berries que le sobraban aun le acompañaban.
– Demonios… – musitó con enojo al sentir sus bolsillos vacíos, sus últimos berries perdidos. ¿Se había caído mientras disfrutaba la luna? ¿Algún tripulante se aprovechó de sus pertenencias mientras dormía? La respuesta era sencilla, no. Un ladronzuelo había utilizado sus tácticas para carterear al visitante mientras este se asombraba con el pueblo. Lamentablemente, Mayura no fue capaz de notarlo y nadie parecía aproximarse para ayudarle o indicarle lo que había pasado, a fin de cuentas, no tuvo otra opción que disimular su desanimo mientras se orillaba para quitarse del medio y pensar con angustia como podría ganar dinero rápido, claro, siempre disimulando sus sentimientos, escudándolos con su porte y expresión de vanidad y orgullo.