Sowon
Luna Sangrienta
09-10-2024, 01:26 AM
Las cosas parecían marchar relativamente normales, la mujer notó que el enano no estaba disfrutando las peleas, podía entenderle ya que en cierta medida ninguno había tenido que esforzarse demasiado en someter a los luchadores. A lo mejor, en un principio daban la impresión de ser guerreros competentes, pero lo cierto era que se había estado conteniendo y guardando energías para un reto mayor. El enano apuntó a alguien en la grada, un sujeto bastante más normal en estatura y era bastante extraño encontrar a alguien alto en ese lugar. La rubia observó al tipo, sintiendo que este no era alguien común, algo le advertía el inminente peligro que se avecinaba.
En lo que otros mortales mostrarían terror, la mujer veía su rostro invadido por una desencajada sonrisa, era el primero de tantos que parecía digno. Flexionó las rodillas al ver los ojos rivales posados en ella, tomando su espadón con ambas manos antes de lanzarse en picada contra el nuevo pollerudo. El filo chocó contra el brazo del hombre, las chispas se abrieron paso durante el sonido del choque, llevaba unas cadenas aferradas a los brazos y no las había visto en un primer momento.
—Pollerudo, no eres un Oniki pero eres bastante alto, se ve que este lugar si tenía a buenos luchadores después de todo.—
Sonrió al ver el golpe venir, fue un choque duro, voraz entre dos rivales que golpeaban a matar. Si bien su fuerza estaba equiparada el hombre llevaba cierta ventaja al golpear con su casco la cabeza de la mujer, un cabezazo que solo incrementó las ansîas de sangre cuando el espadón reclamó el primer corte en el costado de aquel sujeto. Era ojo por ojo, la sangre brotó tanto del corte como de una pequeña herida en la frente de la rubia.
—Enano, deberemos buscar la manera de matarle antes de que pueda leer nuestros movimientos. Creo que tu tamaño puede ayudarnos, voy a ser el cebo, busca aperturas en cuanto me ataque. Pero manten la distancia, no servirá de nada si te ve llegar. Ese casco parece proteger bien su cabeza, pero también le deja bastante expuesto al reducir tanto su campo de visión...—
Comentó mientras señalaba la herida del costado que su espadón había rozado. En aquel momento pudo notar por acto reflejo como el hombre se había sorprendido, sus ojos estaban limitados al frente con aquel casco espartano, si bien protegía la cabeza, obligaba a su portador a una visión muy reducida de su entorno. Además estaba su tamaño, Sowon conocía que los rivales más pequeños eran molestos al poder llegar con mayor facilidad a puntos ciegos. Por este motivo ella prefería no usar cascos que pudiesen entorpecer la visión y apostaba incluso por el combate sin casco, lo más óptimo podía ser sin dudas un casco retractil.
—¡Vamos Gigantón! Te mostraré que no estás a mi altura, ¡Ven a por mí cobarde!—
Rugió con una sonrisa antes de comenzar una serie de embestidas y cortes, muchos de estos solo chocaban contra las cadenas, otros lograban cortar pero sin demasiada profundidad, la pelea se había convertido en un intercambio parejo de golpes y cortes donde dos bestias negaban a ceder terreno en sus avances. En cuanto la rubia se veía empujada o desplazada, era su espadón el encargado de marcar con un corte el límite y retomar una ofensiva, a diferencia de muchos maestros de la espada el arte de Sowon era una ofensiva salvaje y agresiva muy alejada de la patética versión mostrada en el entrenamiento.
Choque tras choque, herida tras herida, no había dudas en que el combate se había robado la atención de la grada y más aún al ver que esa misteriosa mujer lejos de llorar por sus heridas se mostraba firme y sonriente cual guerrera. El tipo era duro, daba pelea como un hueso que se niega a ser arrancado, el último golpe le había acorralado contra la pared. Sin embargo, era la posición ideal, estaba de espaldas al enano y se había descuidado. Clavó su espadón en el pie adversario y pisó con fuerzas el otro para invertir las cosas, el cazador se había vuelto presa al descuidar la distancia.
—¿Qué tal un poco de humildad? Subestimando otra vez la importancia de tomar distancia.—
Escupió hacia un lado mientras enterraba aún más el filo en el pie del hombre, era la oportunidad perfecta para probar su coordinación y esperaba no tener que dar más señales o el ataque sorpresa se arruinaría. Su piel estaba algo magullada, su corazón latía y la adrenalina le estaba haciendo ignorar gran parte del dolor que a la mañana siguiente le obligarían a quedarse hasta tarde en la cama.
En lo que otros mortales mostrarían terror, la mujer veía su rostro invadido por una desencajada sonrisa, era el primero de tantos que parecía digno. Flexionó las rodillas al ver los ojos rivales posados en ella, tomando su espadón con ambas manos antes de lanzarse en picada contra el nuevo pollerudo. El filo chocó contra el brazo del hombre, las chispas se abrieron paso durante el sonido del choque, llevaba unas cadenas aferradas a los brazos y no las había visto en un primer momento.
—Pollerudo, no eres un Oniki pero eres bastante alto, se ve que este lugar si tenía a buenos luchadores después de todo.—
Sonrió al ver el golpe venir, fue un choque duro, voraz entre dos rivales que golpeaban a matar. Si bien su fuerza estaba equiparada el hombre llevaba cierta ventaja al golpear con su casco la cabeza de la mujer, un cabezazo que solo incrementó las ansîas de sangre cuando el espadón reclamó el primer corte en el costado de aquel sujeto. Era ojo por ojo, la sangre brotó tanto del corte como de una pequeña herida en la frente de la rubia.
—Enano, deberemos buscar la manera de matarle antes de que pueda leer nuestros movimientos. Creo que tu tamaño puede ayudarnos, voy a ser el cebo, busca aperturas en cuanto me ataque. Pero manten la distancia, no servirá de nada si te ve llegar. Ese casco parece proteger bien su cabeza, pero también le deja bastante expuesto al reducir tanto su campo de visión...—
Comentó mientras señalaba la herida del costado que su espadón había rozado. En aquel momento pudo notar por acto reflejo como el hombre se había sorprendido, sus ojos estaban limitados al frente con aquel casco espartano, si bien protegía la cabeza, obligaba a su portador a una visión muy reducida de su entorno. Además estaba su tamaño, Sowon conocía que los rivales más pequeños eran molestos al poder llegar con mayor facilidad a puntos ciegos. Por este motivo ella prefería no usar cascos que pudiesen entorpecer la visión y apostaba incluso por el combate sin casco, lo más óptimo podía ser sin dudas un casco retractil.
—¡Vamos Gigantón! Te mostraré que no estás a mi altura, ¡Ven a por mí cobarde!—
Rugió con una sonrisa antes de comenzar una serie de embestidas y cortes, muchos de estos solo chocaban contra las cadenas, otros lograban cortar pero sin demasiada profundidad, la pelea se había convertido en un intercambio parejo de golpes y cortes donde dos bestias negaban a ceder terreno en sus avances. En cuanto la rubia se veía empujada o desplazada, era su espadón el encargado de marcar con un corte el límite y retomar una ofensiva, a diferencia de muchos maestros de la espada el arte de Sowon era una ofensiva salvaje y agresiva muy alejada de la patética versión mostrada en el entrenamiento.
Choque tras choque, herida tras herida, no había dudas en que el combate se había robado la atención de la grada y más aún al ver que esa misteriosa mujer lejos de llorar por sus heridas se mostraba firme y sonriente cual guerrera. El tipo era duro, daba pelea como un hueso que se niega a ser arrancado, el último golpe le había acorralado contra la pared. Sin embargo, era la posición ideal, estaba de espaldas al enano y se había descuidado. Clavó su espadón en el pie adversario y pisó con fuerzas el otro para invertir las cosas, el cazador se había vuelto presa al descuidar la distancia.
—¿Qué tal un poco de humildad? Subestimando otra vez la importancia de tomar distancia.—
Escupió hacia un lado mientras enterraba aún más el filo en el pie del hombre, era la oportunidad perfecta para probar su coordinación y esperaba no tener que dar más señales o el ataque sorpresa se arruinaría. Su piel estaba algo magullada, su corazón latía y la adrenalina le estaba haciendo ignorar gran parte del dolor que a la mañana siguiente le obligarían a quedarse hasta tarde en la cama.