Hay rumores sobre…
... que una banda pirata vegana, y otra de maestros pizzeros están enfrentados en el East Blue.
[Común] La tercera pieza de cuatro. (Combate-entrenamiento) (Priv. Derian)
Derian Markov
Lord Markov

Una noche más, una cacería nueva. Mi presa se movía por delante de mí, aterrada. La oía jadear y sus pasos retumbaban sobre el empedrado de la calle tan claramente en mis oídos como si tuviera cascabeles colgando de ellos. La joven mujer me llevaba ventaja, pero eso no me detendría. Podría haberla arrinconado desde el principio, mas nunca fue mi objetivo finalizar esta caza rápido. El miedo y el dolor son excelentes aderezos, imprimen un sabor único en la comida que una muerte rápida no permite degustar. La chica no podría huir de mí, estaba herida y tanto los sonidos de su huida como las manchas de sangre me indicaban el rastro a seguir. Así pues, recorrí el rastro de mi presa con pasos seguros y deliberadamente sosegados. No tenía prisa.

Con la luz de la luna llena (era día 30 de verano, al fin y al cabo) iluminando mi camino, acabé alcanzando a mi presa cuando esta llamaba desesperadamente a la puerta de una casa, con los ojos enrojecidos por las lágrimas y la pierna herida sangrante y temblando. Yo me limité a avanzar con pasos calmados y detenerme a unos prudenciales metros en silencio, con gesto impasible y Măcelar en mi mano derecha, aún ensangrentada. Su olor excitaba mis sentidos y aumentaba mi ansia por saciar la sed, pero contuve mis deseos. Cuán más disfrute se haya en la automoderación, en aguardar y contener el deseo y dejar que aumente hasta su culmen. Ah, pero admito que otra parte de mí deseaba dar rienda suelta a mis instintos y destrozar su frágil cuerpo con un rápido golpe. Pero no será esta la noche en que deje a la bestia liberarse de sus cadenas. Soy un cazador y me alzo triunfante sobre el imperio del instinto.

La puerta de la casa se abrió, revelando la tenue luz de una vela y a una mujer de mediana edad en camisón. Mi presa, sollozando entre palabras, rogó por ayuda. Para su desgracia, no fueron sus súplicas las que llegaron a la mujer, sino mi amenaza. Una simple mirada, un vistazo a mi aspecto, mi arma y el aviso en mis ojos bastaron para que cerrase la puerta. Fue entonces, tras ver el miedo en la mirada de su fallida salvadora deseada, que entendió la situación en que se hallaba. Se giró y se encontró con mi mirada. Este. Este era el momento que yo esperaba. El instante en que toda pretensión y orgullo mueren bajo el aplastante peso de la desesperanza. Inexorable como la muerte misma, caminé lentamente hacia la joven, que derrumbada sobre sus rodillas, pedía que respetase su vida - No esta noche, querida. Tu destino está en manos de los dioses.

Gritó y trato de huir, pero con un gesto paciente y aparentemente desinteresado y calmado, ocultando el hambre y deseo que latía en mis venas, la agarré por el pelo y la obligué a levantarse y encararme. Se debatió contra mí, inútilmente, pues poco pueden hacer los débiles cuando se hayan en presencia de sus superiores. Un movimiento rápido y elegante de Măcelar bastó para abrir la arteria de su cuello, haciendo que la dulce ambrosía de la vida brotase de la herida, lo bastante pequeña como para que el flujo no fuera excesivo, pero seguía siendo una arteria. Con cada latido del corazón, un nuevo chorro de sangre brotaba empapando la ropa de la chica y el suelo bajo ella. Suficiente espera. Con un breve destello de emoción en la mirada, bajé el rostro hacia su cuello y comencé a beber. Sublime. Excelsa. Tuve un escalofrío de alivio y placer cuando líquido carmesí acarició mi lengua y mi paladar. Un día más, la bestia había sido saciada. Sus cadenas se reforzaban con cada trago.

Entonces, una voz tuvo la osadía de interrumpirme. En el frenesí de mi alimentación no reparé en la presencia del extraño hasta escucharle hablar, un error que admito me dolió profundamente en el orgullo. ¿Quién tenía la osadía de estropear los dignos frutos de la caza a mí, de entre todas las personas? ¿Quién se atrevía a tomar por sorpresa al conde Markov? Oculté mi furia y frustración con una máscara de desinterés y frialdad. Dejé caer a la mujer y me alcé cuan alto era, con la espada ancha aún en mi mano derecha. Con la izquierda, extraje un pañuelo de mi bolsillo y me limpié el rostro de sangre. Era impropio de un noble educado ser visto manchado de comida.

- No una bestia, joven. Tienes ante ti un cazador. La Bestia sigue sus instintos y actúa encadenada a ellos. El Cazador ha conquistado los mandatos del instinto. Es audaz, astuto y voluntarioso - mi voz era desapasionada y calmada, aunque no pude evitar un leve rastro de emoción, de pasión, al hablar de mi ideal de cazador. Guardé de nuevo el pañuelo, desvelando por un instante la segunda espada, más larga y de mejor manufactura, que guardaba al cinto tras mi gabardina. Aquel hombre era joven, mucho más que yo. Bien podría haber sido mi vástago, obviando las diferencias físicas. Y, sin embargo, tenía el valor de desafiarme. ¿Era, en efecto, valor? ¿O mera estupidez? - En el momento en que dos guerreros cruzan aceros, sus temples son revelados al mundo. Esta noche te daré muerte, pero todo guerrero digno merece ser recordado. Dime tu nombre y, en caso de ser digno de tal honor, lo recordaré una vez abandones este mundo - trazando un veloz arco con mi espada, en una sardónica imitación de su movimiento anterior, salpiqué la sangre del filo contra el suelo trazando un semicírculo rojizo frente a mí - Cuando desciendas al Inframundo, dile al rey de los muertos que es Derian Markov el que te te envía.

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#2


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RE: La tercera pieza de cuatro. (Combate-entrenamiento) (Priv. Derian) - por Derian Markov - 09-10-2024, 04:08 AM

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