Anko
Médica Despiadada
09-10-2024, 08:01 AM
La actitud tan enérgica y divertida del joven logró causar una sensación de asombro en Anko, hasta ese momento, no había conocido a alguien con una energía similar a la de él, y mucho menos que estuviera igual de interesado en aprender el arte de las tres espadas tanto como ella. Era como sí el destino quisiese unir a un par de espadachines para formar lazos amistosos y compartir sus conocimientos entre ellos.
— ¿Olvidas fácilmente las cosas? Eso podría ser una condición médica… Talvez exista un remedio para eso, no lo sé, mis conocimientos en la medicina no llegan a tanto por ahora —. Diría la joven alzándose de hombros mientras una sonrisa nerviosa se dibujaba en su rostro. Hasta ese momento, sus estudios dentro del ámbito médico no eran del todo claros y aún le faltaba mucho por aprender, más sí quería igualar a su madre en aquellas artes.
— Cerca del Dojo no lo creo… A menos que te conviertas en un estudiante, no creo que te dejen dormir ahí, pero hay muchísimas posadas en Shimotsuki, la villa en la que estamos ahora, puedo llevarte a alguna cuando regresemos del Dojo —. Ofreció la espadachina con amabilidad, sustituyendo casi la desconfianza inicial por una sensación de amistad con el joven, a pesar de tener poco de haberlo conocido. Aquel encuentro en el puerto finalizó con el ofrecimiento de Alistair a pagarle de alguna manera la amabilidad que Anko estaba desbordando, a esto, ella negó con la cabeza antes de poder hablar. — No es nada, puedo notar tu gusto por la senda del filo, así que podríamos omitir una paga —. Afirmó con una determinación infranqueable.
Tras ello, ambos espadachines empezaron su caminata hacía el ya mencionado Dojo. Los pasos de Anko llevaban su cuerpo por uno de los caminos que conectaban el muelle con una de las montañas de la isla, más específicamente, la zona este del enorme pedazo de tierra flotando sobre el inmenso mar azul. Poco a poco, la zona habitada de la isla iba desapareciendo conforme el dúo avanzaba, adentrándose más en una zona selvática, con un clima fresco y que sumado al sonido de la tierra y las pequeñas piedras siendo pisadas, generaban una relajación pocas veces encontrada en otro tipo de situaciones.
En el camino, Alistair decidió romper el breve silencio entre los dos jóvenes para abrir paso a una pregunta, seguido de un comentario sobre los rumores del Santoryu. Anko lo escuchó atentamente mientras caminaba antes de suspirar y responder con total sinceridad. — No te sabría decir, tampoco eh visto a alguien que pueda lograr la hazaña que dictan los rumores… Pero de algo sí estoy muy segura, el Dojo siempre forma a los mejores espadachines que eh podido conocer… Entrenar ahí siempre será una competencia sana entre los estudiantes, yo personalmente me eh batido en duelo con muchos jóvenes experimentados que llevan mucho tiempo ahí… —. Finalizó con un puño cerrado frente a su pecho, dejando ver lo emocionante que le parecía medir su habilidad con la Katana contra otro espadachín.
Pero algo sí tenía que admitir, también le parecía muy fantasioso que alguien logrará cortar una enorme combinación de tierra y roca con tan solo el filo de una espada, pero a pesar de ello, lo creía, algo le decía que aquello era posible y sí quería aspirar a replicar tal acto, debía esforzarse al máximo. — Y a todo esto… No me dijiste tu nombre… Aunque, yo tampoco lo hice —. Su diestra se dirigió hasta su nuca, usando sus uñas para rascarse levemente. — Soy Anko Uguisu, es un placer —. Tras eso, esperaría la presentación del joven antes de querer saciar su intriga sobre los deseos de Alistair. — ¿Y por qué quieres entrenar el Santoryu? ¿Alguna razón en específico? —. Podría ser algo muy personal de él o no, ella no sabía si estaría dispuesto a compartir su deseo con ella, pero su curiosidad era mucho más grande y necesitaba saciarla.
— ¿Olvidas fácilmente las cosas? Eso podría ser una condición médica… Talvez exista un remedio para eso, no lo sé, mis conocimientos en la medicina no llegan a tanto por ahora —. Diría la joven alzándose de hombros mientras una sonrisa nerviosa se dibujaba en su rostro. Hasta ese momento, sus estudios dentro del ámbito médico no eran del todo claros y aún le faltaba mucho por aprender, más sí quería igualar a su madre en aquellas artes.
— Cerca del Dojo no lo creo… A menos que te conviertas en un estudiante, no creo que te dejen dormir ahí, pero hay muchísimas posadas en Shimotsuki, la villa en la que estamos ahora, puedo llevarte a alguna cuando regresemos del Dojo —. Ofreció la espadachina con amabilidad, sustituyendo casi la desconfianza inicial por una sensación de amistad con el joven, a pesar de tener poco de haberlo conocido. Aquel encuentro en el puerto finalizó con el ofrecimiento de Alistair a pagarle de alguna manera la amabilidad que Anko estaba desbordando, a esto, ella negó con la cabeza antes de poder hablar. — No es nada, puedo notar tu gusto por la senda del filo, así que podríamos omitir una paga —. Afirmó con una determinación infranqueable.
Tras ello, ambos espadachines empezaron su caminata hacía el ya mencionado Dojo. Los pasos de Anko llevaban su cuerpo por uno de los caminos que conectaban el muelle con una de las montañas de la isla, más específicamente, la zona este del enorme pedazo de tierra flotando sobre el inmenso mar azul. Poco a poco, la zona habitada de la isla iba desapareciendo conforme el dúo avanzaba, adentrándose más en una zona selvática, con un clima fresco y que sumado al sonido de la tierra y las pequeñas piedras siendo pisadas, generaban una relajación pocas veces encontrada en otro tipo de situaciones.
En el camino, Alistair decidió romper el breve silencio entre los dos jóvenes para abrir paso a una pregunta, seguido de un comentario sobre los rumores del Santoryu. Anko lo escuchó atentamente mientras caminaba antes de suspirar y responder con total sinceridad. — No te sabría decir, tampoco eh visto a alguien que pueda lograr la hazaña que dictan los rumores… Pero de algo sí estoy muy segura, el Dojo siempre forma a los mejores espadachines que eh podido conocer… Entrenar ahí siempre será una competencia sana entre los estudiantes, yo personalmente me eh batido en duelo con muchos jóvenes experimentados que llevan mucho tiempo ahí… —. Finalizó con un puño cerrado frente a su pecho, dejando ver lo emocionante que le parecía medir su habilidad con la Katana contra otro espadachín.
Pero algo sí tenía que admitir, también le parecía muy fantasioso que alguien logrará cortar una enorme combinación de tierra y roca con tan solo el filo de una espada, pero a pesar de ello, lo creía, algo le decía que aquello era posible y sí quería aspirar a replicar tal acto, debía esforzarse al máximo. — Y a todo esto… No me dijiste tu nombre… Aunque, yo tampoco lo hice —. Su diestra se dirigió hasta su nuca, usando sus uñas para rascarse levemente. — Soy Anko Uguisu, es un placer —. Tras eso, esperaría la presentación del joven antes de querer saciar su intriga sobre los deseos de Alistair. — ¿Y por qué quieres entrenar el Santoryu? ¿Alguna razón en específico? —. Podría ser algo muy personal de él o no, ella no sabía si estaría dispuesto a compartir su deseo con ella, pero su curiosidad era mucho más grande y necesitaba saciarla.