Tofun
El Largo
09-10-2024, 12:59 PM
El asunto de los higos olía a gato encerrado. A simple vista, parecían inocentes, jugosos, y perfectamente comestibles, pero el Chef, un tipo resistente, experimentado, y con un paladar que reconocía cualquier sabor del East Blue, había caído enfermo tras comer uno. ¿Cómo demonios se había puesto malo por un simple higo? Las teorías empezaron a volar en mi cabeza: ¿veneno? ¿Una treta de la competencia? ¿Un camarero mal pagado vengándose? ¿Algún cliente que no le gustó el servicio? ¿Pepe Roni, antes de que lo arrestaran, había lanzado su última jugada maestra con higos contaminados? No lo descartaba. Pero ya investigaría más tarde, ahora era momento de probar el bocado que Douma me ofrecía. ¡Una delicia!
Con el estómago lleno (o al menos semilleno, porque el ceviche necesitaba espacio), me puse manos a la obra para preparar mi especialidad. Al terminar, se lo pasé a Jeff, el catador oficial de la cocina. Para mi sorpresa, toda la brigada estaba expectante, como si fueran a ver el final de un combate épico. Jeff, profesional como pocos, hizo la cata con toda la seriedad del mundo, y tras saborear cada matiz, dio el visto bueno, elogiando especialmente la salsa. ¡Boom! La cocina explotó en júbilo como si hubieran marcado el gol de la victoria en la final de la Grand Line. Yo, con una mueca de incredulidad y un toque de orgullo, pensé: ¿de verdad estaban celebrando que el plato estaba bueno con tanto entusiasmo? Esta gente era maravillosa. ¡Qué buen ambiente había en el Baratie! — ¡Muchas gracias a todos! — Exclamé con una sonrisa de oreja a oreja. — No sabéis lo que me honra ver vuestras sonrisas. ¿Qué más quiere un buen chef que hacer feliz a la gente con su comida?´
En medio de mi discurso, me dio un pico de hipo brutal. ¡Hip! Y ahí estaba yo, soltando 20 "hips" en 5 minutos. Claramente, no podía seguir cocinando en ese estado, así que aproveché para investigar los higos... con mucha cautela, claro. Me acerqué a la mesa donde estaban, mirándolos de reojo para ver si alguien estaba prestando demasiada atención a mis movimientos. Parecían normales, pero no pensaba arriesgarme a acabar como Zaza. Si un higo pudo tumbar a alguien de su calibre, ¿Qué me esperaba a mí?
Conforme pasaron las horas, empecé a preparar ceviche en masa. Utilicé dos grandes potas: una para la salsa y otra para marinar el pescado. No tenía prisa; el proceso llevaba tiempo, y tiempo era lo que necesitaba para empezar mi investigación sigilosa. Mientras cocinaba, fui preguntando disimuladamente a los cocineros sobre Zaza y su misteriosa caída. — Oye, ¿Zaza discutía mucho con alguien? — Preguntaba con tono casual, como quien comenta el clima. Y de vez en cuando le echaba un ojo a la mesa de los higos, por si algún sospechoso andaba cerca. En una ocasión, cogí un utensilio de madera y los moví, como quien no quiere la cosa, para ver si había algo extraño escondido debajo. Evidentemente, después tiré el utensilio en una olla de agua hirviendo para desinfectarlo. ¡A mí no me pillaban por sorpresa!
Con el estómago lleno (o al menos semilleno, porque el ceviche necesitaba espacio), me puse manos a la obra para preparar mi especialidad. Al terminar, se lo pasé a Jeff, el catador oficial de la cocina. Para mi sorpresa, toda la brigada estaba expectante, como si fueran a ver el final de un combate épico. Jeff, profesional como pocos, hizo la cata con toda la seriedad del mundo, y tras saborear cada matiz, dio el visto bueno, elogiando especialmente la salsa. ¡Boom! La cocina explotó en júbilo como si hubieran marcado el gol de la victoria en la final de la Grand Line. Yo, con una mueca de incredulidad y un toque de orgullo, pensé: ¿de verdad estaban celebrando que el plato estaba bueno con tanto entusiasmo? Esta gente era maravillosa. ¡Qué buen ambiente había en el Baratie! — ¡Muchas gracias a todos! — Exclamé con una sonrisa de oreja a oreja. — No sabéis lo que me honra ver vuestras sonrisas. ¿Qué más quiere un buen chef que hacer feliz a la gente con su comida?´
En medio de mi discurso, me dio un pico de hipo brutal. ¡Hip! Y ahí estaba yo, soltando 20 "hips" en 5 minutos. Claramente, no podía seguir cocinando en ese estado, así que aproveché para investigar los higos... con mucha cautela, claro. Me acerqué a la mesa donde estaban, mirándolos de reojo para ver si alguien estaba prestando demasiada atención a mis movimientos. Parecían normales, pero no pensaba arriesgarme a acabar como Zaza. Si un higo pudo tumbar a alguien de su calibre, ¿Qué me esperaba a mí?
Conforme pasaron las horas, empecé a preparar ceviche en masa. Utilicé dos grandes potas: una para la salsa y otra para marinar el pescado. No tenía prisa; el proceso llevaba tiempo, y tiempo era lo que necesitaba para empezar mi investigación sigilosa. Mientras cocinaba, fui preguntando disimuladamente a los cocineros sobre Zaza y su misteriosa caída. — Oye, ¿Zaza discutía mucho con alguien? — Preguntaba con tono casual, como quien comenta el clima. Y de vez en cuando le echaba un ojo a la mesa de los higos, por si algún sospechoso andaba cerca. En una ocasión, cogí un utensilio de madera y los moví, como quien no quiere la cosa, para ver si había algo extraño escondido debajo. Evidentemente, después tiré el utensilio en una olla de agua hirviendo para desinfectarlo. ¡A mí no me pillaban por sorpresa!