Lance Turner
Shirogami
09-10-2024, 01:21 PM
Desde aquel altar en el que me encontraba, mis ojos recorrían la sala una y otra vez, tratando de procesar todo lo que estaba ocurriendo. La primera reacción fue una mezcla de asombro e inquietud al ver cómo todo el grupo se dispersaba, no quería que ninguno sufriese alguna herida innecesaria. Cada uno de ellos se dirigía a su propio objetivo, impulsados por la codicia, la adrenalina, o simplemente por el cumplimiento de la tarea que se les había asignado. Mi mirada, como si fuera una cámara lenta, fue deteniéndose en uno por uno.
Suzuka fue la primera en llamar mi atención, parecía haber recuperado ese espíritu alegre de siempre, algo tranquilizados pues la situación no era la más idonea y contrastaba con esos momentos previos donde había estado preocupada por su bañador arruinado. Ahora parecía completamente inmersa en la grandiosidad del lugar, aunque perdida, como novedad en ella. Había algo en ella que siempre me hacía sonreír; esa forma despreocupada de ver las cosas. Sin embargo, no podía evitar preocuparme que pudiera perderse aún más y meterse en el embrollo de la banda de Byron. La vi corretear de un lado a otro, confundiéndose entre las hogueras, rodeando una y otra vez lo que parecía ser su objetivo.
- Suzuka… ella siempre distraída en el camino- Pensé, mientras una pequeña risa se me escapaba.
A medida que mis ojos seguían moviéndose por la sala, localicé nuevamente a Juuken. Estaba en una de esas tumbas, luchando por abrirla, y aunque parecía haberlo logrado con esfuerzo. Me sorprendió que el cansancio no le afectara tanto como debería, su resistencia iba cada vez a más.
- Juuken es de los que no se rinden. - Reflexioné en mis pensamientos con una gran sonrisa.
Su constancia y disciplina siempre había sido algo que le había reconocido, aunque esta vez parecía estar empujado más por la urgencia que por la curiosidad. Lo vi comenzar a recolectar todo lo que podía del sarcófago, con sus manos llenándose de tesoros mientras el polvo de estos tesoros llenaban el aire.
Y luego estaba Goku. Este tipo, cuando quiere, puede ser una bestia. No había pasado mucho desde que parecía fuera de combate, pero verlo correr con esa velocidad y precisión era casi irreal. Saltó por la sala con una agilidad que parecía desafiar las leyes de la física.
- ¿Desde cuándo puede moverse así? - Me pregunté, sorprendido de cómo había cambiado en tan poco tiempo.
El ataque que lanzó a una joven (Anissa) la forma en que se movía… Esa frialdad, esa precisión. Era el Goku que rara vez se dejaba ver, ese lado oscuro y peligroso que lo hacía temido.
- Un combate contra él debe ser muy interesante - Pensé riéndome por la emoción al imaginarlo.
Por un momento, pensé que la situación se le estaba yendo de las manos, pero todo parecía estar bajo control, aunque su manera de hacerlo me dejaba intranquilo.
El caos seguía extendiéndose por la sala, con las estatuas cobrando vida de repente. El suelo temblaba, las monedas tintineaban por doquier, y los cofres que antes parecían ser el principal botín de aquel infierno de mazmorra, se convirtieron en trampas mortales cuando esas estatuas decidieron atacarnos.
Gretta, siempre pecando de confianza y robusta, se vio sorprendida por una de esas estatuas. El golpe fue brutal, pero su reacción fue aún más impresionante. En lugar de huir, absorbió el cuerpo de la estatua como si fuera parte de ella, desmantelándola por completo.
- ¿Qué demonios? - Me dije en voz alta contemplando aquello, sorprendido aunque no fuese la primera vez. - Gretta siempre tiene una forma de resolver las cosas que nadie espera - Dije con un tono incrédulo que mezclaba mi asombro y la diversión de ver aquello. Con el cofre en un brazo y la masa de oro en el otro, comenzó a avanzar hacia donde estaban Shiro y Qazan.
Shiro, por su parte, era la imagen de la serenidad en medio del caos. Con su poder sobre las estatuas, logró controlarla con la misma facilidad con la que movía el sarcófago.
Para entonces, los temblores se intensificaban, y el estruendo en la sala crecía con cada segundo que pasaba. Sabía que no podíamos quedarnos mucho más tiempo allí, y decidí moverme. El peligro que representaban las estatuas y el inminente colapso de la sala exigía una acción rápida. Me lancé hacia donde se habían reunido Gretta y Shiro, esquivando escombros y observando a mis compañeros mientras lo hacía. El suelo se sentía inestable bajo mis pies, como si en cualquier momento pudiera ceder.
- ¡Gretta! ¡Shiro!- Grité mientras me acercaba a ellos - ¿Están todos bien? - Pregunté, aunque la respuesta parecía evidente.
Juuken estaba justo a mi lado, su mochila cargada de tesoros, y Gretta, con su usual despreocupación, llevaba su parte del botín.
- Lo importante es concentrarnos en encontrar una salida antes de que esta sala nos sepulte, e irnos todos salvos y sanos. Si hace falta dejaremos los tesoros atrás- Dije, mirando al grupo.
Antes de que pudiera decidir mi siguiente movimiento, un sonido más fuerte que todos los anteriores me hizo girar la cabeza rápidamente. Mi mirada se fijó en Suzuka, que seguía en su propio mundo, perdida cerca de la esquina derecha de la sala. Ella seguía girando alrededor de una hoguera, aparentemente buscando algo o tal vez simplemente perdida en sus pensamientos.
- ¡Suzuka! - Grité desde mi posición, sin moverme. - ¡Vamos! ¡Deja de dar vueltas y ven aquí, no tenemos tiempo que perder!
Mi voz resonó en la sala, y esperé a que ella me escuchara. No podía permitirme perderla de vista en este caos, un mal paso podía significar el fin. Mientras la llamaba, observaba a mi alrededor, asegurándome de que nadie más se hubiera quedado atrás. El temblor de la sala no cesaba, y sabía que el tiempo estaba en nuestra contra.
Me volví hacia los demás una vez más, esperando a que todos estuvieran listos. Habíamos llegado hasta aquí juntos, y así mismo saldríamos de esta.
-¿Listos para salir de este agujero? - Pregunté, aunque en realidad no esperaba respuesta. Sabía que todos estaban tan preparados como yo para enfrentarse a lo que fuera que viniera después.
El tiempo de reflexionar había terminado. Por último, me giré buscando a Goku mientras terminaba de llenar mi bolsa de monedas para sacar lo máximo posible de allí.
- Goku, deja de perder el tiempo y ven ya, idiota - Dije en voz baja sabiendo que no llegaría a escucharme.
Suzuka fue la primera en llamar mi atención, parecía haber recuperado ese espíritu alegre de siempre, algo tranquilizados pues la situación no era la más idonea y contrastaba con esos momentos previos donde había estado preocupada por su bañador arruinado. Ahora parecía completamente inmersa en la grandiosidad del lugar, aunque perdida, como novedad en ella. Había algo en ella que siempre me hacía sonreír; esa forma despreocupada de ver las cosas. Sin embargo, no podía evitar preocuparme que pudiera perderse aún más y meterse en el embrollo de la banda de Byron. La vi corretear de un lado a otro, confundiéndose entre las hogueras, rodeando una y otra vez lo que parecía ser su objetivo.
- Suzuka… ella siempre distraída en el camino- Pensé, mientras una pequeña risa se me escapaba.
A medida que mis ojos seguían moviéndose por la sala, localicé nuevamente a Juuken. Estaba en una de esas tumbas, luchando por abrirla, y aunque parecía haberlo logrado con esfuerzo. Me sorprendió que el cansancio no le afectara tanto como debería, su resistencia iba cada vez a más.
- Juuken es de los que no se rinden. - Reflexioné en mis pensamientos con una gran sonrisa.
Su constancia y disciplina siempre había sido algo que le había reconocido, aunque esta vez parecía estar empujado más por la urgencia que por la curiosidad. Lo vi comenzar a recolectar todo lo que podía del sarcófago, con sus manos llenándose de tesoros mientras el polvo de estos tesoros llenaban el aire.
Y luego estaba Goku. Este tipo, cuando quiere, puede ser una bestia. No había pasado mucho desde que parecía fuera de combate, pero verlo correr con esa velocidad y precisión era casi irreal. Saltó por la sala con una agilidad que parecía desafiar las leyes de la física.
- ¿Desde cuándo puede moverse así? - Me pregunté, sorprendido de cómo había cambiado en tan poco tiempo.
El ataque que lanzó a una joven (Anissa) la forma en que se movía… Esa frialdad, esa precisión. Era el Goku que rara vez se dejaba ver, ese lado oscuro y peligroso que lo hacía temido.
- Un combate contra él debe ser muy interesante - Pensé riéndome por la emoción al imaginarlo.
Por un momento, pensé que la situación se le estaba yendo de las manos, pero todo parecía estar bajo control, aunque su manera de hacerlo me dejaba intranquilo.
El caos seguía extendiéndose por la sala, con las estatuas cobrando vida de repente. El suelo temblaba, las monedas tintineaban por doquier, y los cofres que antes parecían ser el principal botín de aquel infierno de mazmorra, se convirtieron en trampas mortales cuando esas estatuas decidieron atacarnos.
Gretta, siempre pecando de confianza y robusta, se vio sorprendida por una de esas estatuas. El golpe fue brutal, pero su reacción fue aún más impresionante. En lugar de huir, absorbió el cuerpo de la estatua como si fuera parte de ella, desmantelándola por completo.
- ¿Qué demonios? - Me dije en voz alta contemplando aquello, sorprendido aunque no fuese la primera vez. - Gretta siempre tiene una forma de resolver las cosas que nadie espera - Dije con un tono incrédulo que mezclaba mi asombro y la diversión de ver aquello. Con el cofre en un brazo y la masa de oro en el otro, comenzó a avanzar hacia donde estaban Shiro y Qazan.
Shiro, por su parte, era la imagen de la serenidad en medio del caos. Con su poder sobre las estatuas, logró controlarla con la misma facilidad con la que movía el sarcófago.
Para entonces, los temblores se intensificaban, y el estruendo en la sala crecía con cada segundo que pasaba. Sabía que no podíamos quedarnos mucho más tiempo allí, y decidí moverme. El peligro que representaban las estatuas y el inminente colapso de la sala exigía una acción rápida. Me lancé hacia donde se habían reunido Gretta y Shiro, esquivando escombros y observando a mis compañeros mientras lo hacía. El suelo se sentía inestable bajo mis pies, como si en cualquier momento pudiera ceder.
- ¡Gretta! ¡Shiro!- Grité mientras me acercaba a ellos - ¿Están todos bien? - Pregunté, aunque la respuesta parecía evidente.
Juuken estaba justo a mi lado, su mochila cargada de tesoros, y Gretta, con su usual despreocupación, llevaba su parte del botín.
- Lo importante es concentrarnos en encontrar una salida antes de que esta sala nos sepulte, e irnos todos salvos y sanos. Si hace falta dejaremos los tesoros atrás- Dije, mirando al grupo.
Antes de que pudiera decidir mi siguiente movimiento, un sonido más fuerte que todos los anteriores me hizo girar la cabeza rápidamente. Mi mirada se fijó en Suzuka, que seguía en su propio mundo, perdida cerca de la esquina derecha de la sala. Ella seguía girando alrededor de una hoguera, aparentemente buscando algo o tal vez simplemente perdida en sus pensamientos.
- ¡Suzuka! - Grité desde mi posición, sin moverme. - ¡Vamos! ¡Deja de dar vueltas y ven aquí, no tenemos tiempo que perder!
Mi voz resonó en la sala, y esperé a que ella me escuchara. No podía permitirme perderla de vista en este caos, un mal paso podía significar el fin. Mientras la llamaba, observaba a mi alrededor, asegurándome de que nadie más se hubiera quedado atrás. El temblor de la sala no cesaba, y sabía que el tiempo estaba en nuestra contra.
Me volví hacia los demás una vez más, esperando a que todos estuvieran listos. Habíamos llegado hasta aquí juntos, y así mismo saldríamos de esta.
-¿Listos para salir de este agujero? - Pregunté, aunque en realidad no esperaba respuesta. Sabía que todos estaban tan preparados como yo para enfrentarse a lo que fuera que viniera después.
El tiempo de reflexionar había terminado. Por último, me giré buscando a Goku mientras terminaba de llenar mi bolsa de monedas para sacar lo máximo posible de allí.
- Goku, deja de perder el tiempo y ven ya, idiota - Dije en voz baja sabiendo que no llegaría a escucharme.