Asradi
Völva
09-10-2024, 08:22 PM
Definitivamente sí se sentía extrañamente tranquila y nerviosa al mismo tiempo en compañía de Octojin. Era esa misma sensación que la de estar en medio del océano, flotando y dejándose llevar por las corrientes marinas con total seguridad a sabiendas de que nada malo le sucedería. El escualo le hacía sentir eso mismo. El que su corazón latiese con ese ritmo como nunca antes había sucedido. Temía, por otro lado, encariñarse demasiado del gyojin y terminar arrastrándolo a una espiral de desdichas. A la sirena se le encogió el corazón de tan solo pensar en eso, e incluso pareció encogerse un poco sobre sí misma, posando la mirada en los trozos de pescado que se iban cocinando poco a poco, perdiéndose en el crepitar continuo de las llamas. Se mordisqueó el labio inferior, aunque lentamente intentó ir apartando aquellos pensamientos tan funestos que la asolaban.
Porque escuchar aquello de Octojin le halagaba y le torturaba al mismo tiempo. Porque sabía que tenía que volver a irse tarde o temprano, aunque no lo desease del todo. Pero... ¿Podía quedarse? No, no sabía cuánto tardarían en continuar dándole caza. Todavía no se había topado con ninguno pero... Esa manía persecutoria se había instalado en su cabeza desde el momento en el que había huído de sus garras.
— Tienes razón. — Musitó, esbozando finalmente una muy pequeña sonrisa. Había un tinte nostálgico en el gesto propiciado por la pelinegra. — Ojalá el tiempo se parase.
En ese momento, era lo que más deseaba. Que el tiempo se detuviese solo para seguir disfrutando de ese instante sin preocuparse de nada más que de pasarlo bien y de disfrutar de la compañía del escualo.
— De todas maneras, quiero disfrutar del tiempo que pasemos juntos todo lo posible. — Se sonrojó casi de inmediato al decir aquello. Tenía cierto “miedo”, si. Pero era terriblemente sincera en se aspecto. — Además, al menos ahora estás de una pieza y sin fiebre de por medio.
Y aunque habían tenido una pelea considerable antes, ambos estaban sin mayores consecuencias más allá de una herida en un hombro y otra en un costado, respectivamente. Ninguna revertía gravedad si se cuidaban y trataban durante unos días, especialmente la de Octojin. Le dió una palmada en la mano, acariciando apenas el dorso antes de apartar dicha extremidad. Sobre todo cuando un rugido que no provenía, precisamente, de la garganta de Octojin le hizo parpadear.
Como tampoco pudo evitar que una risita se le escapase. No era su pretensión humillar ni hacer sentir mal al grandullón. Pero es que, a sus ojos, todo lo que tenía de grande lo tenía de tierno. Y, ¿para qué mentir? Ella también estaba hambrienta. Después de toda la adrenalina de la cacería, se merecían un buen descanso y una cena todavía mejor.
Con cuidado, tomó uno de los trozos de esturión que estaban clavados en un palo, ya perfectamente cocinado.
— ¿Recuerdas lo que te dije la última vez que cenamos juntos? — Preguntó, mientras le sonreía abiertamente y le ofrecía, sin más, la primera porción para él. — No tienes porqué contenerte. No, al menos, delante mía.
Ella no se iba a espantar. Por el contrario...
— Si me gustas es por cómo eres. — Con todo y sin medias tintas. Y eso que todavía no se conocían debidamente. Pero al menos estaban en el proceso.
Aunque ella se sentía terriblemente culpable por no poder ser totalmente sincera con él. Pero, de momento, lo prefería a tener que darle una carga más al gyojin tiburón.
Le guiñó un ojo, para luego hacerse ella con otro pedazo más pequeño y más manejable en cuanto a su tamaño. Porque era bastante llamativo el verles a ambos uno al lado del otro. Y con todo y lo amenazante que, físicamente, podía aparentar Octojin, ella estaba terriblemente tranquila.
— Además, tiene demasiada buena pinta como para para no disfrutarlo como es debido. — Sopló ligeramente antes de dar el primer mordisco. Aunque era algo comedido, se notaba que lo estaba disfrutando cuando se metió otro trozo a la boca, desgarrando incluso alguna espina que se encontrase.
Asradi dió un sutil codazo a Octojin para que, simplemente, se animase y también se soltase en cuanto a modales. Ella no se iba a espantar y no quería que él se sintiese cohibido. Mientras disfrutaban de la cena, poco a poco el atardecer y la noche se iba cirniendo sobre ellos. Y la bóveda nocturna se iba salpicando de pequeñas y brillantes estrellas. Asradi se detuvo un momento, en medio de otro bocado, solo para contemplar el precioso manto que se dibujaba sobre y ante ellos. Se le escapó una breve sonrisa.
— A veces es inimaginable pensar lo pequeños que somos comparados con todo eso. — Murmuró, dejando que su mirada azul se perdiese en el firmamento. — Si por mi fuese... No me movería de aquí. Ojalá que este momento se quedase así por siempre. Contigo.
Musitó lo último con una mezcla de esperanza y de tristeza al mismo tiempo. No quería que Octojin notase ese sentimiento nostálgico, o amargarle el momento. Así que se obligó a sonreír una vez más.
— ¿Te establecerás definitivamente en Loguetown, entonces? — Preguntó, ahora mirándole con un deje de interés.
Porque escuchar aquello de Octojin le halagaba y le torturaba al mismo tiempo. Porque sabía que tenía que volver a irse tarde o temprano, aunque no lo desease del todo. Pero... ¿Podía quedarse? No, no sabía cuánto tardarían en continuar dándole caza. Todavía no se había topado con ninguno pero... Esa manía persecutoria se había instalado en su cabeza desde el momento en el que había huído de sus garras.
— Tienes razón. — Musitó, esbozando finalmente una muy pequeña sonrisa. Había un tinte nostálgico en el gesto propiciado por la pelinegra. — Ojalá el tiempo se parase.
En ese momento, era lo que más deseaba. Que el tiempo se detuviese solo para seguir disfrutando de ese instante sin preocuparse de nada más que de pasarlo bien y de disfrutar de la compañía del escualo.
— De todas maneras, quiero disfrutar del tiempo que pasemos juntos todo lo posible. — Se sonrojó casi de inmediato al decir aquello. Tenía cierto “miedo”, si. Pero era terriblemente sincera en se aspecto. — Además, al menos ahora estás de una pieza y sin fiebre de por medio.
Y aunque habían tenido una pelea considerable antes, ambos estaban sin mayores consecuencias más allá de una herida en un hombro y otra en un costado, respectivamente. Ninguna revertía gravedad si se cuidaban y trataban durante unos días, especialmente la de Octojin. Le dió una palmada en la mano, acariciando apenas el dorso antes de apartar dicha extremidad. Sobre todo cuando un rugido que no provenía, precisamente, de la garganta de Octojin le hizo parpadear.
Como tampoco pudo evitar que una risita se le escapase. No era su pretensión humillar ni hacer sentir mal al grandullón. Pero es que, a sus ojos, todo lo que tenía de grande lo tenía de tierno. Y, ¿para qué mentir? Ella también estaba hambrienta. Después de toda la adrenalina de la cacería, se merecían un buen descanso y una cena todavía mejor.
Con cuidado, tomó uno de los trozos de esturión que estaban clavados en un palo, ya perfectamente cocinado.
— ¿Recuerdas lo que te dije la última vez que cenamos juntos? — Preguntó, mientras le sonreía abiertamente y le ofrecía, sin más, la primera porción para él. — No tienes porqué contenerte. No, al menos, delante mía.
Ella no se iba a espantar. Por el contrario...
— Si me gustas es por cómo eres. — Con todo y sin medias tintas. Y eso que todavía no se conocían debidamente. Pero al menos estaban en el proceso.
Aunque ella se sentía terriblemente culpable por no poder ser totalmente sincera con él. Pero, de momento, lo prefería a tener que darle una carga más al gyojin tiburón.
Le guiñó un ojo, para luego hacerse ella con otro pedazo más pequeño y más manejable en cuanto a su tamaño. Porque era bastante llamativo el verles a ambos uno al lado del otro. Y con todo y lo amenazante que, físicamente, podía aparentar Octojin, ella estaba terriblemente tranquila.
— Además, tiene demasiada buena pinta como para para no disfrutarlo como es debido. — Sopló ligeramente antes de dar el primer mordisco. Aunque era algo comedido, se notaba que lo estaba disfrutando cuando se metió otro trozo a la boca, desgarrando incluso alguna espina que se encontrase.
Asradi dió un sutil codazo a Octojin para que, simplemente, se animase y también se soltase en cuanto a modales. Ella no se iba a espantar y no quería que él se sintiese cohibido. Mientras disfrutaban de la cena, poco a poco el atardecer y la noche se iba cirniendo sobre ellos. Y la bóveda nocturna se iba salpicando de pequeñas y brillantes estrellas. Asradi se detuvo un momento, en medio de otro bocado, solo para contemplar el precioso manto que se dibujaba sobre y ante ellos. Se le escapó una breve sonrisa.
— A veces es inimaginable pensar lo pequeños que somos comparados con todo eso. — Murmuró, dejando que su mirada azul se perdiese en el firmamento. — Si por mi fuese... No me movería de aquí. Ojalá que este momento se quedase así por siempre. Contigo.
Musitó lo último con una mezcla de esperanza y de tristeza al mismo tiempo. No quería que Octojin notase ese sentimiento nostálgico, o amargarle el momento. Así que se obligó a sonreír una vez más.
— ¿Te establecerás definitivamente en Loguetown, entonces? — Preguntó, ahora mirándole con un deje de interés.