Balagus
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09-10-2024, 11:48 PM
El acercamiento había sido llevado a cabo con éxito, y, por lo que el oni pudo ver desde lo alto de los mástiles, la cubierta del barco mercante estaba vacía y desprovista de vigilancia. Todo aquello no hacía más que arrugar más y más el gesto en su cara.
Tras bajar de vuelta y enganchar ambos navíos, Balagus se aproximó a su capitán, que parecía seguir estudiando el interior del mercante con aquel particular poder suyo. Con pocas y precisas palabras, le indicó a su contramaestre que, entre la tripulación enemiga, había, al menos, cuatro integrantes que hubiera podido encontrar, así como que uno de ellos parecía especialmente relevante.
El gigantón tenía la horrible impresión de que “relevante” era otra forma de decir “poderoso y peligroso”.
- No me gusta. – Contestó al fin, con una severidad tan pesada y lúgubre que, de ser física, podría hundir el propio barco en el que se encontraban. – Podríamos ser los que disponen la trampa, en vez de los que la hacen saltar, por una vez. –
Sin embargo, sabía lo que se venía, y el deber era el deber, al fin y al cabo. Pese a todo, se debía a su capitán, y aquel hombre ya había demostrado multitud de veces tener la habilidad y los recursos necesarios para salir adelante. Con un prolongado bufido de resignación, se apretó bien sus guantes de combate de piel y huesos de oso, y fue a recoger su hacha de batalla, clavada en la madera de la cubierta en algún lugar cercano.
- ¿Y bien, cómo lo haremos? ¿Patada en la puerta, o como te gusta a ti: silencioso y aburrido? –
Silver le miró, dedicándole media sonrisa y una mirada maquiavélica. El oni sabía perfectamente qué significaba aquello, y eso le animó. En un abrir y cerrar de ojos, el lunarian había saltado de una cubierta a otra, seguido de cerca de su enorme contramaestre, hacha en ristre, y haciendo gestos a los otros dos tripulantes para que se dieran prisa.
- ¡Vamos! Cómo os vea holgazanear, os usaré de cebo para pescar la cena. –
Aunque no era un experto, Balagus había aprendido mucho en los últimos días sobre la carpintería y los barcos. Tanteando con las manos, los pies, y con el mango del hacha, buscó el punto más débil o quebradizo de la cubierta, aquel que pareciera más susceptible a una fuerte presión repentina. Cuando estuvo satisfecho con su búsqueda, gesticuló hacia el kobito.
- ¡Marvolath, ven aquí! Quiero que golpees conmigo este punto exacto de la madera, ¿está claro? A mi señal... - Reincorporándose, tomó el hacha entre sus manos, y la levantó sobre su cabeza. - Una, dos... ¡Tres! -
El arma cayó con toda la fuerza que el oni podía ejercer, esperando con ello abrir un buen boquete que les alejara de las rutas más comunes hacia las tripas del navío y, por ende, de posibles trampas dejadas atrás.
Tras bajar de vuelta y enganchar ambos navíos, Balagus se aproximó a su capitán, que parecía seguir estudiando el interior del mercante con aquel particular poder suyo. Con pocas y precisas palabras, le indicó a su contramaestre que, entre la tripulación enemiga, había, al menos, cuatro integrantes que hubiera podido encontrar, así como que uno de ellos parecía especialmente relevante.
El gigantón tenía la horrible impresión de que “relevante” era otra forma de decir “poderoso y peligroso”.
- No me gusta. – Contestó al fin, con una severidad tan pesada y lúgubre que, de ser física, podría hundir el propio barco en el que se encontraban. – Podríamos ser los que disponen la trampa, en vez de los que la hacen saltar, por una vez. –
Sin embargo, sabía lo que se venía, y el deber era el deber, al fin y al cabo. Pese a todo, se debía a su capitán, y aquel hombre ya había demostrado multitud de veces tener la habilidad y los recursos necesarios para salir adelante. Con un prolongado bufido de resignación, se apretó bien sus guantes de combate de piel y huesos de oso, y fue a recoger su hacha de batalla, clavada en la madera de la cubierta en algún lugar cercano.
- ¿Y bien, cómo lo haremos? ¿Patada en la puerta, o como te gusta a ti: silencioso y aburrido? –
Silver le miró, dedicándole media sonrisa y una mirada maquiavélica. El oni sabía perfectamente qué significaba aquello, y eso le animó. En un abrir y cerrar de ojos, el lunarian había saltado de una cubierta a otra, seguido de cerca de su enorme contramaestre, hacha en ristre, y haciendo gestos a los otros dos tripulantes para que se dieran prisa.
- ¡Vamos! Cómo os vea holgazanear, os usaré de cebo para pescar la cena. –
Aunque no era un experto, Balagus había aprendido mucho en los últimos días sobre la carpintería y los barcos. Tanteando con las manos, los pies, y con el mango del hacha, buscó el punto más débil o quebradizo de la cubierta, aquel que pareciera más susceptible a una fuerte presión repentina. Cuando estuvo satisfecho con su búsqueda, gesticuló hacia el kobito.
- ¡Marvolath, ven aquí! Quiero que golpees conmigo este punto exacto de la madera, ¿está claro? A mi señal... - Reincorporándose, tomó el hacha entre sus manos, y la levantó sobre su cabeza. - Una, dos... ¡Tres! -
El arma cayó con toda la fuerza que el oni podía ejercer, esperando con ello abrir un buen boquete que les alejara de las rutas más comunes hacia las tripas del navío y, por ende, de posibles trampas dejadas atrás.