Alistair
Mochuelo
10-10-2024, 03:30 AM
Extrañar a los suyos era un dolor que podía comprender muy bien, una carga que ardía en el fondo del corazón incesante y con la cual nunca existía una solución tan sencilla como ir a verles un día cualquiera; ¿Cuántos tenían la suerte de separarse de sus seres queridos en buenas situaciones, o en buenos términos? Un deje de melancolía recorrió su mente, bajando por su nuca y culminando en su pecho, como un frío sacado del mismísimo inframundo. Un sentimiento que llevaba consigo, pero nunca permitía proyectar en sus expresiones. Sentirlo no significaba dejarse hundir por él, y mientras tuviera su sano juicio, no permitiría que el sentimiento echara raíz y atara hilos sobre sus manos y piernas.
La respuesta inicial de la sirena por un momento le dejó pensativo, juzgándole con la mirada entrecerrada mientras un sonoro "Hmmm~" escapaba de sus labios cerrados a juego con su expresión. No se lo acababa de tragar, su intuición apuntaba para el otro lado, pero ante todo prefería confiar en las palabras de ella por encima de desconfiar por un cotilleo que, quizá, en verdad solo era una malinterpretación mayor de su parte.
— ¿Cuatro metros? ¡Es bastante alto, entonces! En mi vida solo he escuchado de... Dos personas que le superan en altura, y a ninguna de las dos les conozco personalmente. — Eso si, nunca había escuchado de un Gyojin de tal altura, y si negara que eso no hacía que le interesara más para conocer su proeza física, estaría soltando una mentira tan grande como una casa. Los seres de ese tamaño tenían una tendencia al combate cuerpo a cuerpo, utilizando su colosal tamaño a su favor en contra de sus oponentes. Incluso si ignoraba completamente el factor bélico, esas características físicas ya aportaban mérito a conocer una criatura así.
— ¿Nada de nada? Vaya... ¡Bueno! Estoy seguro de que el grandulón estará bien. Si ha podido sobrevivir a todo lo anterior, dudo que algo más pueda derrumbarlo. — Contestó, positivo. No le hizo falta decorar sus palabras en lo absoluto, pues lo que había escuchado le daba seguridad en que podía incluso apostar al resultado de sus propias palabras. Un hueso duro de roer nunca debía subestimarse.
El foco de la conversación de pronto cambió, ahora siendo la sirena quien preguntaba por detalles de la vida del Lunarian. Fue tomado completamente desprevenido por un momento, pudiendo apreciar visualmente ese rarísimo instante en el que la sonrisa en su rostro se desvaneció para ser intercambiado por una expresión de genuina sorpresa. Un cambio que, como ya podía esperar, duró poco y acabó en el momento en que dejó salir una risa... diferente, un poco mas baja que las demás. No es que se sintiera mal por compartir su vida, y era más que justo que ella preguntara por él así como él preguntó por ella. Pero revivir su historia no fallaba en provocar un escalofrío en el chico.
El tono alegre en su voz, esta vez, se sentía un poco mas falso. Quizá evasivo. — ¡Eso quisiera pensar yo también! No se si llamaría a mis historias interesantes, pero... Haré cuanto pueda por mantenerlas fluidas. — O al menos, intentar mantener su narración lo suficientemente dinámica como para no aburrir a su espectadora. Y por supuesto, también tenía que cuidar no irse de la lengua de más. — Aunque siento que no estarán tan relacionadas con la medicina como tu historia del gyojin tiburón, por ese lado mis historias son bastante mas aburridas. — Bromeó. La verdad es que había prestado ayuda a quien lo necesitaba en uno que otro lado en sus múltiples viajes por las islas, pero ninguna tenía ese componente de aventura como para considerarlo una historia.
— Pero a cambio, ¡puedo contarte mucho de otros lugares! Por ejemplo, ¿alguna vez has estado en Demontooth? Una isla con dos picos enormes de donde saca el nombre, imposible de confundirla. En esa isla, en la cima de cada pico, hay dos dojos con disciplinas totalmente distintas que rivalizan entre ellos, y se toman ese sentimiento muy en serio. — Estaba entrando en un trance donde sus labios perdían cualquier moderación a los que pudieran ser sometidos, a cambio arrojando cada palabra que cruzaba por su mente sin filtro alguno. Si no fuera por haberse quemado a fuerza no mencionar la Armada Revolucionaria antes de empezar a hablar, probablemente ya habría soltado algo por accidente. A la vez, hablar de sus historias en otras islas le evitaba ir demasiado atrás.
— ¡De hecho! De allá procede el Santoryu. — Continuó. Sí, tropezó verbalmente en múltiples ocasiones para aprenderse el nombre del Santoryu. — ¿Alguna vez has visto a un espadachín manejar tres espadas a la vez? Es bastante interesante cuando puedes apreciarlo en persona, aunque es engañosamente difícil pillarle el truco. Además, necesitas una sorprendente fuerza en la mandíbula para cargar una espada entre los dientes. — Implícitamente, había confesado que era no solo un espadachín, sino uno capaz de hacer cosas como esas. Al menos a un nivel increíblemente básico, nada de las locuras de más alto nivel que los discípulos con mas experiencia podían conseguir. — ¡También puedes preguntarme por Dawn, o Yotsuba! Y espero que esa lista continúe creciendo más y más, me encantaría recorrer todo el mundo y ver todas sus maravillas. Pero todo eso a su debido tiempo. — Pausó por un momento, finalmente, para tomar aire. — Hablar de mi pasado pasado, por otro lado... Es un poco mas complicado. — Su tono contrastó con el que había llevado hasta ahora, radiante convirtiéndose en lúgubre, bajando varios tonos hacia su lado mas grave. — Si realmente quieres saber, no te lo negaré. Es más que justo, ya que tú me contaste sobre el tuyo. Pero necesito que me prometas que esta conversación no abandonará esta cueva. — La mirada del chico se clavó en la femenina. No había palabras lo suficientemente contundentes para describir cuán en serio iba. Hablar de su tiempo como esclavo de un Tenryubito siempre era un tema con gravedad implícita.
La respuesta inicial de la sirena por un momento le dejó pensativo, juzgándole con la mirada entrecerrada mientras un sonoro "Hmmm~" escapaba de sus labios cerrados a juego con su expresión. No se lo acababa de tragar, su intuición apuntaba para el otro lado, pero ante todo prefería confiar en las palabras de ella por encima de desconfiar por un cotilleo que, quizá, en verdad solo era una malinterpretación mayor de su parte.
— ¿Cuatro metros? ¡Es bastante alto, entonces! En mi vida solo he escuchado de... Dos personas que le superan en altura, y a ninguna de las dos les conozco personalmente. — Eso si, nunca había escuchado de un Gyojin de tal altura, y si negara que eso no hacía que le interesara más para conocer su proeza física, estaría soltando una mentira tan grande como una casa. Los seres de ese tamaño tenían una tendencia al combate cuerpo a cuerpo, utilizando su colosal tamaño a su favor en contra de sus oponentes. Incluso si ignoraba completamente el factor bélico, esas características físicas ya aportaban mérito a conocer una criatura así.
— ¿Nada de nada? Vaya... ¡Bueno! Estoy seguro de que el grandulón estará bien. Si ha podido sobrevivir a todo lo anterior, dudo que algo más pueda derrumbarlo. — Contestó, positivo. No le hizo falta decorar sus palabras en lo absoluto, pues lo que había escuchado le daba seguridad en que podía incluso apostar al resultado de sus propias palabras. Un hueso duro de roer nunca debía subestimarse.
El foco de la conversación de pronto cambió, ahora siendo la sirena quien preguntaba por detalles de la vida del Lunarian. Fue tomado completamente desprevenido por un momento, pudiendo apreciar visualmente ese rarísimo instante en el que la sonrisa en su rostro se desvaneció para ser intercambiado por una expresión de genuina sorpresa. Un cambio que, como ya podía esperar, duró poco y acabó en el momento en que dejó salir una risa... diferente, un poco mas baja que las demás. No es que se sintiera mal por compartir su vida, y era más que justo que ella preguntara por él así como él preguntó por ella. Pero revivir su historia no fallaba en provocar un escalofrío en el chico.
El tono alegre en su voz, esta vez, se sentía un poco mas falso. Quizá evasivo. — ¡Eso quisiera pensar yo también! No se si llamaría a mis historias interesantes, pero... Haré cuanto pueda por mantenerlas fluidas. — O al menos, intentar mantener su narración lo suficientemente dinámica como para no aburrir a su espectadora. Y por supuesto, también tenía que cuidar no irse de la lengua de más. — Aunque siento que no estarán tan relacionadas con la medicina como tu historia del gyojin tiburón, por ese lado mis historias son bastante mas aburridas. — Bromeó. La verdad es que había prestado ayuda a quien lo necesitaba en uno que otro lado en sus múltiples viajes por las islas, pero ninguna tenía ese componente de aventura como para considerarlo una historia.
— Pero a cambio, ¡puedo contarte mucho de otros lugares! Por ejemplo, ¿alguna vez has estado en Demontooth? Una isla con dos picos enormes de donde saca el nombre, imposible de confundirla. En esa isla, en la cima de cada pico, hay dos dojos con disciplinas totalmente distintas que rivalizan entre ellos, y se toman ese sentimiento muy en serio. — Estaba entrando en un trance donde sus labios perdían cualquier moderación a los que pudieran ser sometidos, a cambio arrojando cada palabra que cruzaba por su mente sin filtro alguno. Si no fuera por haberse quemado a fuerza no mencionar la Armada Revolucionaria antes de empezar a hablar, probablemente ya habría soltado algo por accidente. A la vez, hablar de sus historias en otras islas le evitaba ir demasiado atrás.
— ¡De hecho! De allá procede el Santoryu. — Continuó. Sí, tropezó verbalmente en múltiples ocasiones para aprenderse el nombre del Santoryu. — ¿Alguna vez has visto a un espadachín manejar tres espadas a la vez? Es bastante interesante cuando puedes apreciarlo en persona, aunque es engañosamente difícil pillarle el truco. Además, necesitas una sorprendente fuerza en la mandíbula para cargar una espada entre los dientes. — Implícitamente, había confesado que era no solo un espadachín, sino uno capaz de hacer cosas como esas. Al menos a un nivel increíblemente básico, nada de las locuras de más alto nivel que los discípulos con mas experiencia podían conseguir. — ¡También puedes preguntarme por Dawn, o Yotsuba! Y espero que esa lista continúe creciendo más y más, me encantaría recorrer todo el mundo y ver todas sus maravillas. Pero todo eso a su debido tiempo. — Pausó por un momento, finalmente, para tomar aire. — Hablar de mi pasado pasado, por otro lado... Es un poco mas complicado. — Su tono contrastó con el que había llevado hasta ahora, radiante convirtiéndose en lúgubre, bajando varios tonos hacia su lado mas grave. — Si realmente quieres saber, no te lo negaré. Es más que justo, ya que tú me contaste sobre el tuyo. Pero necesito que me prometas que esta conversación no abandonará esta cueva. — La mirada del chico se clavó en la femenina. No había palabras lo suficientemente contundentes para describir cuán en serio iba. Hablar de su tiempo como esclavo de un Tenryubito siempre era un tema con gravedad implícita.